En mi condición de veterano lector de periódicos debo decir que el pasado jueves fue, probablemente, el día que encontré las primeras páginas más nutridas de noticias, todas ellas relevantes. La radiactividad en Japón, la denegación de la legalización de Sortu, la guerra de Libia, el rebrote de terrorismo en Israel o la muerte de Elizabeth Taylor, el rostro que cautivó a medio mundo, eran algunas de los reclamos de primeras páginas que se desarrollaban con profusión en el interior de los diarios.
El lugar más destacado -también en otros medios de comunicación- lo ocupaba la crisis de Portugal, una noticia de impacto y gran alcance por la repercusión y las consecuencias que tiene para la zona euro, para España y para Galicia.
Los problemas económicos del país vecino eran conocidos. El espacio de esta columna no da para analizar las causas y el largo proceso de recesión que padecía, pero la dimisión del primer ministro después de que el Parlamento rechazara su cuarto Programa de Estabilidad y Crecimiento provocó una crisis política que agrava aún más su crisis económica y lo deja al borde del abismo.
Aunque el Gobierno de España se apresuró a decir que la crisis portuguesa no nos afectará, no es asunto menor que los bancos españoles tengan un volumen muy importante de deuda pública y privada portuguesa. Tampoco hay que descartar que, tras la caída de este nuestro peculiar “muro de contención”, la deuda española que iba por muy buen camino vuelva a sufrir ataques especulativos. Quizá la gran lección que hay que extraer de lo que está pasando en Portugal es tomar nota para seguir con el plan de ajustes y reformas que necesita la economía.
Por lo que respecta a Galicia, la crisis portuguesa sí que tendrá un fuerte impacto en el turismo, en los flujos e intercambios comerciales a ambos lados de la Raia y en las numerosas empresas gallegas que instaladas más allá del Miño. Impacto también en proyectos de Galicia-Norte de Portugal dentro de la dinámica de cooperación transfronteriza, algunos de los cuales se verán paralizados, entre ellos el tren de alta velocidad hasta Oporto, una vieja aspiración de la Eurorregión, que ahora quedará relegado y seguramente “aparcado” por muchos años.
Pero más allá de las repercusiones económicas, la crisis portuguesa tiene una dimensión humana porque afecta de lleno a las gentes de un país con el que cada día estamos más hermanados en esta casa común que es la Península Ibérica. Por eso a los gallegos nos duele más.
1 comment:
Es muy complicado lo qu enfrenta Portugal económicamente. Aquí hay un análisis con la crisis:
http://blogjaviervega.blogspot.com/2011/03/el-rescate-financiero-portugal.html
Saludos.
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