Saturday, June 04, 2011

Zancadilla democrática

En una viñeta de humor publicada en abril, dice el presidente Zapatero al ministro Blanco: “Se inicia nuestro ansiado y ejemplar proceso de elecciones primarias” y el ministro responde: “que el aparato disponga las democráticas zancadillas que sean necesarias”. Viñeta premonitoria porque la primera “democrática zancadilla” ya se produjo la semana pasada cuando el aparato obligó a la ministra de Defensa a retirar su candidatura y tampoco el proceso de primarias que se anuncia parece que vaya a ser “ejemplar” al ser cerrado por la dedocrática designación.

De la comparecencia pública de la ministra Chacón lo verdaderamente relevante son las graves acusaciones contra algunos de sus colegas de militancia -en número indeterminado- que desataron semejante crisis y “pusieron en riesgo la unidad del PSOE, la autoridad del presidente y la estabilidad del Gobierno”. ¿A quienes se refería?

Según la versión oficial a nadie, pero seguro que los que maniobraron para forzar su decisión de “dar un paso atrás para que el PSOE dé un paso adelante” siguen ahí, ocupando puestos relevantes en el partido y en el Gobierno que parece desunido, con un presidente tan cuestionado que ya pertenece al pasado. La solución de compromiso buscada también parece una huída hacia delante y, más que cerrar la crisis, abre nuevas heridas y deja pendientes muchos ajustes de cuentas.

Este episodio reflejaría tan solo el problema de un partido político -y allá sus dirigentes y las soluciones que adopten- si no afectara al PSOE, que no es un partido cualquiera, sino el que sustenta al Gobierno. La crisis les llega en uno de los momentos más difíciles por los que atraviesa el país que tiene problemas serios, necesita culminar las reformas aprobadas y completar el ciclo de reformas pendiente, como la financiera y la negociación laboral, para sosegar a los mercados, cumplir el objetivo del déficit y cerrar esta etapa para iniciar la senda del crecimiento. Realizar esas tareas requiere un ejecutivo estable y unido, que se sienta apoyado por un partido sin fisuras y solo se ocupe de gobernar.

Por eso es importante para el país que los socialistas resuelvan sus problemas y que su candidato presente un programa ilusionante para enfrentarse a la delicada situación económica y social por la que atravesamos. Y también para despertar a la oposición.

Thursday, June 02, 2011

La dura historia de Costa de Marfil

Costa de Marfil vuelve a aparecer en portadas de periódicos españoles tras la reciente visita de Sarkozy a ese país para presenciar el nombramiento de su presidente. Pero no es la situación de Costa de Marfil la que crea la noticia, sino que lo hace la insinuación de un supuesto embarazo de Carla Bruni. Personalmente, considero que su historia merece ser conocida por todos, aunque desgraciadamente no reciba tantas atenciones como esta “gran noticia”.

Este país africano vive en una larga y cruel guerra desde hace diez años. En 2002 tuvo lugar el inicio de su guerra civil, tras la muerte del ex presidente Houphouët-Boigny y la llegada de una retaila de sucesores nacionalistas que desarrollaron una serie de teorías basadas en la Ivoirité –la nacionalidad sólo para los ciudadanos de la costa y el centro del país, negándosela a los musulmanes del norte y oeste.

Con este nacionalismo creciente, se negó la posibilidad de voto y elección presidencial a todos aquellos candidatos cuyos padres no fuesen marfileños gracias a la aprobación de una nueva Constitución – de los 20 partidos existentes, sólo 6 pudieron participar en los comicios. Así el actual presidente –el reconocido por la comunidad internacional-, Ouattara, vio anulada su participación en las elecciones del año 2000.

Paralelamente, es en el mismo periodo en el que se vio reconocido el golpe de estado de Guei, apoyado por Laurent Gbagbo. Es ahí cuando comienza el infierno de la población: en esta primera etapa, más de 50 muertos en las primeras manifestaciones que se extendieron durante meses, hasta la proclamación de Gbagbo como presidente – se cuenta que llegó a haber 300 muertos y miles de heridos.

Esta proclamación tiene sus consecuencias a día de hoy: Gbagbo lleva cuestionablemente en el poder desde 2002 y ha perdido los comicios de noviembre del 2010, saliendo electo el presidente Ouattara. Pero, si su llegada fue cuestionada, ya que tuvo el apoyo del ejército y de la comisión constitucional; en 2010, se repite la escena: la comisión electoral independiente no le da la victoria –declaran que obtuvo el 51,45% de los votos-, sin embargo se negó durante meses a abdicar y dejar el poder. Fomentando de nuevo el odio entre los grupos, las revueltas y la muerte masiva de civiles.

Según informaciones que llegan de ese país, Gbagbo se rindió a mediados de abril y, sin embargo, esta crisis de poder cuenta ya con la friolera cifra de 1500 muertos a sus espaldas, más de 2500 franceses enviados como cascos azules y desde el 2003 las fuerzas de paz de la ONU están destinadas en el lugar. Ahora es la Corte Penal internacional la que pretende investigar a Gbagbo por crímenes de lesa humanidad: sólo durante su mandato ha conseguido que haya un millón de desplazados al sur del país –tras sus ataques a rebeldes- y en 2009 se cuantificaban 25.615 refugiados en países vecinos, como Liberia; y también porque en estos últimos meses de resistencia ha provocado que haya sobre unos 250 refugiados nuevos cada día, según ACNUR. Cifras escalofriantes, y lo es más aún saber que las revueltas siguen teniendo sus réplicas a día de hoy.

El poder de Costa de Marfil reside en el cacao –es el mayor exportador mundial- cuyo precio comienza a decaer, Francia apoyó de manera militar el ascenso de Ouattara al poder –involucrado directamente tras ataques de este país a intereses galos y desde el año 2000 tuvo una presencia independiente a la de la ONU-, y el Factbook de la CIA muestra unos datos pésimos: tiene una tasa de analfabetismo del 52%, una media de edad de 19,6 años, una incidencia del VIH del 3,4%, su deuda pública supera el 63% del PNB y desde 1999, causado por toda esta crisis, la renta per capita ha disminuido en un15%, la tasa de paro asciende al 40-50% y el 42% de su población está viviendo por debajo del umbral de la pobreza.

Ahora, con ayuda de la ONU, ACNUR y diferentes organizaciones no gubernamentales sólo podemos confiar que llegue por fin la estabilidad, que el viaje de Sarkozy tenga más repercusión que la simple creación de nuevas portadas en prensa rosa, que la comunidad se vuelque en la ayuda a este líder reconocido y, por fin, los marfileños vean un futuro brillante que se abre ante ellos. La estabilidad traerá la recuperación y con esto el resto irá surgiendo.

¿Qué ocurre en Uganda?

Uganda, ese país africano con unas perspectivas de futuro bastante optimistas. En sólo veinte años ha conseguido mejorar sobremanera la situación de su población -de más de 34 millones de personas: redujo la pobreza del 70% al 29%, el VIH gracias a diferentes campañas de concienciación se vio reducido del 15% al 6,5% y el alfabetismo llegó a muchas esferas de la sociedad, permitiendo que en lugar de un 44% de personas analfabetas, actualmente sólo el 27% de la población sufre esta carencia.

Todo parece idílico, y más si lo comparamos con los países que le rodean: es el ejemplo de esperanza, el modelo que muestra que los Objetivos del Milenio pueden llegar a cumplirse. Pero ante toda luz, siempre se esconde una cara oscura.

En este caso, esta cara sombría es múltiple: el régimen de Musevini que preside este país desde 1986 de una manera falsamente “democrática”, una deuda exterior de más del 20% del PNB, el régimen represivo de Amin durante los años 70 – una guerra que se cobró la vida de más de 300.000 personas-, y a día de hoy, unas ideas homófobas que comienzan a resurgir.

Me refiero a la represión que vive la parte homosexual de la población: para 500.000 personas –según estimaciones- la vida en ese país es un suplicio, pero se puede llegar a convertir en un infierno. El motivo es que el estado de Uganda está decidiendo si aprueba un proyecto de ley que plantea castigar con la pena de muerte a toda aquella persona homosexual que viva dentro de sus fronteras al igual que a todos aquellos ugandeses que disfruten libremente de su sexualidad, allá donde estén. El castigo se centra, por ahora, en aquellas personas que sufran del VIH-sida y los que practiquen el acto sexual con menores de 18 años. Aberrante. Más aberrante será ver la reacción de la comunidad internacional, que tanto ha apoyado a esta nación, si esta ley llega a entrar en vigor.

¿Se le dará la espalda a Musevini para que derogue la ley y siga recibiendo ayuda de las agencias internacionales, con intención de seguir mejorando la situación de su población? ¿O por el contrario se obviará este pequeño detalle represor, olvidando también ese pasado de exilio y sufrimiento para muchos de sus ciudadanos?

La evolución económica y social es buena, pero nunca podrá ser una verdadera evolución si no va acompañada de un desarrollo en los derechos de la ciudadanía. No se puede llegar a ser un país del s.XXI cuando se mantienen comportamientos que nuestra comunidad rechaza. El problema real que surge es que cuando hay evolución económica, educativa, es cuando se abren las puertas a las libertades, al desarrollo real de la persona… ¿Qué ocurre en este país, que no sigue las normas naturales? De 53 países africanos, 38 mantienen leyes contrarias a la homosexualidad, al igual que España las tuvo, simplemente confiemos en que el desarrollo siga su propio camino de apertura, y así la situación de Uganda no se verá reflejada en el resto de estados africanos.

¿Tiene todo un principio y un fin?

Mi única intención es la de reflexionar en voz alta, la de compartir ciertas dudas que me invaden y a las que no acabo de dar respuesta. Y estoy pensando en el movimiento del 15M, en las diversas y sucesivas acampadas que se han ido organizando –de manera realmente asombrosa- por distintos puntos del territorio español.

Me parece loable que gente tan diferente haya conseguido estar semanas acampados al aire libre, llegando a crear pequeñas comunas, sin usar la violencia, manifestando sus deseos, sus opiniones, y obviamente, ganándose el cariño y el apoyo de todos aquellos reticentes que no vieron el sentido cuando esto surgió.

Pero entonces pienso, ¿por qué empezó? La gota que colmó el vaso fue la polémica Ley Sinde y su consecuente #nolesvotes. ¿Y por qué? Siempre se dijo que en España no luchábamos, en España nos quejábamos y no cambiábamos las cosas… Eso ha cambiado, pero ¿no nos damos cuenta de que fue necesario que nos quitaran nuestro ocio, que se cuestionase nuestro tiempo de placer para reaccionar? La situación política antes de la Ley Sinde ya era así, el paro estaba ahí, la mala gestión gubernamental era una evidencia, los problemas del sistema electoral ya habían sido analizados... Pero parece que no era suficiente. Me parece sorprendente y debo reconocer que incluso me ofende un poco.

Y luego sigo pensando, como todos estos días, en las revueltas del mundo árabe, con las que tantos paralelismos han desarrollado, y tienen un objetivo básico: un cambio de gobierno, una vuelta de tuerca al sistema… y una vez obtenido, la revolución llega a su fin y la recuperación social se pone en marcha. ¿Y en España qué pasa? ¿Cuándo llega el fin de esta acampada? Me cuesta imaginarlo, por el mero hecho de que es un totum revolutum de ideas, entre las que podemos destacar: un cambio de sistema electoral, un cambio de gobierno, una mejora social, la consecución de una administración pública transparente, la mejora educativa, la mejora laboral… ¿Y todo para cuándo? ¿No nos vamos a levantar hasta que España cambie?

Admiro que cada uno luche por lo suyo; desprecio el pedir, por el mero hecho de que cada uno lucha por lo suyo, y la vida no es más que una sucesión de pasos que nos conducen a nuestro destino. Por ahora, si hacemos balance, contamos con: un voto de castigo al PSOE, la victoria del PP, el enfado generalizado y un exceso del uso de la fuerza por parte de las autoridades… ¿Acaso no es el ciudadano español, el enfadado y el escéptico el que lo ha permitido? Faltan propuestas, propuestas reales, que puedan tener un peso; pero sobre todo, falta lucha: hubo un día que emigramos, y hasta que España no cambió, nadie volvía.

¿Qué pasa ahora? Algunos nos movemos, otros nos quejamos. ¿La generación más preparada es acaso la que menos riesgos corre? Puede ser, porque la comodidad, aunque nos quejamos porque no es perfecta, nos ha quitado el espíritu de lucha.

Repito, apoyo la lucha, apoyo la búsqueda de cambios, pero quizá, los primeros que tengan que cambiar seamos todos y cada uno de nosotros. Luchemos por lo nuestro, luchemos con ideales, simplemente luchemos. Las cosas nunca vienen solas, quien no arriesga no gana, y los que ya tienen su vida solucionada, jamás moverán un dedo por el resto.

"Pública cúrate"

Dubrovnik, la bella ciudad croata asentada en la costa oriental del Adriático, fue república independiente entre los siglos XIV y XIX y ejemplo de democracia con tres Consejos que administraban de forma independiente los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, antes que el Barón de Montesquieu articulara su famosa teoría de la división de poderes.

En el dintel de la puerta del Palacio Rector, sede del Senado, aún hoy se puede leer la inscripción que contenía la norma de comportamiento para los senadores y demás cargos públicos de la república: “obliti privatorum, pública curate”, que en versión libre quiere decir “olvidaos de los asuntos privados, ocupaos de los públicos”.

La riqueza expresiva de la lengua latina resume en cuatro palabras la línea de conducta para los alcaldes y concejales que el domingo resultaron elegidos para regir los destinos de nuestras pequeñas repúblicas autónomas, que son los concellos, tanto desde el gobierno y como desde la oposición.

El primer mandato de las urnas es “pública curate”, dedicaros a los asuntos públicos. Unos, los vencedores, administrando la victoria para gobernar sin la arrogancia de las mayorías absolutas donde las haya y sin las incoherencias que a veces se perciben en los gobiernos de coalición. Gobernar es organizar la convivencia colectiva y ocuparse, en un tiempo económico difícil, de los asuntos que conciernen a la calidad de vida de los ciudadanos: el tráfico y el transporte, el suelo industrial y el fomento del empleo, la educación, la sanidad, la dependencia, los problemas del pequeño comercio… Por su parte, los perdedores han de ejercer una oposición razonable y sensata, constructiva y leal, que es el mejor aval para ganar la confianza en próximos comicios.

La segunda norma de conducta es “obliti privatorunm”. Deben olvidarse de utilizar el cargo en beneficio propio, de las redes clientelares, del tráfico de influencias, de la corrupción en cualquiera de sus manifestaciones y servir al pueblo con honestidad y transparencia. Tienen que sanear la vida pública, desinfectar la democracia de tanta demagogia e indecencia adheridas y dejar de ser un problema para la ciudadanía.

En fin, les hemos encomendado el gobierno municipal. Ahora, que se pongan de acuerdo y trabajen juntos por el bien de todos para arreglar los concellos, que son nuestro pequeño mundo.

Es nuestro turno

La campaña electoral entra ya en su recta final y, por lo visto hasta ahora, es una de las más pobre en ideas, austera en el despliegue de medios materiales -cartelería, megafonía callejera, cuñas publicitarias- y comedida en ofertas de los candidatos, muy remisos a la hora de prometer, conscientes de que las cuentas están escuálidas, la mayoría de los ayuntamientos en quiebra y las autonomías endeudadas, sin un euro en sus arcas.

Pese a tratarse de elecciones locales, la impresión es que la batalla se está librando a nivel nacional -en Galicia también en clave autonómica- porque así lo han querido los partidos mayoritarias que afrontan la campaña como hacen los equipos de fútbol en los partidos trascendentales que salen al campo tanteándose y, más que confiar en sus propias fuerzas, esperan que el rival cometa algún fallo para inclinar el resultado a su favor.

En los mítines unos presumen de política social y otros venden fórmulas mágicas para arreglar los problemas del país y se demonizan mutuamente para estimular el “voto del miedo”, alertando sobre el apocalipsis que traerá votar a la formación contraria. Dice I. Camacho que parecen “locuaces muñecos de feria” emitiendo mensajes exaltados ante los que nadie se siente concernido, salvo sus fans, incapaces de pensar por su cuenta.

No se si será por la escasez de ideas y por tanta descalificación, pero la gente de la calle no está enganchada a esta campaña ni confía mucho en las elecciones del domingo. Los ciudadanos están más preocupados ahora por el estado de la economía -y de su propia economía- que está enferma, muy enferma. Los datos -crecimiento muy débil, cifras de paro, inflación y otros- son malos y las previsiones para el futuro inmediato nada halagüeñas, lo que indica que la crisis está bien enraizada y necesitará nuevas medidas de ajuste que nos ocultan.

El humorista Máximo dibujó un mapa de España con esta leyenda en su interior: “si hay algún médico en la sala que se presente”. En democracia, el mejor médico de la sala es el hecho sustantivo de las elecciones, que nos dan la oportunidad de elegir aquella oferta que cada cual considere va a defender mejor los intereses generales y los suyos propios a través de la acción de gobierno de los políticos. Por tanto, pese a su mediocridad y al desencanto dominante, el domingo toca votar, es nuestro turno.