Friday, April 30, 2010

África: Basta de pesimismo

Ahora le toca a África. Desde los ochenta no han nacido más que teorías pesimistas sobre el gran continente. Fue en ese momento cuando África perdió el tren de la globalización. Se dice que fue culpa nuestra, de los occidentales, pero es una simplificación.

Emulando a Collier, generalicemos y digamos que África ha caído en cuatro trampas: los conflictos –interminables e insostenibles–, los recursos naturales –con gobiernos que viven de rentas–, los propios gobiernos –con países que consideran al Estado un ente desconocido– y la no salida al mar, unido a unos vecinos difíciles como en una comunidad de propietarios mal avenida, lo que hace imposible el acceso al comercio internacional.

Sin embargo, tampoco fue solo eso. Ojalá. Los africanos también adolecen de inversión extranjera directa, de un sistema financiero desarrollado, no saben sacar partido de las pocas remesas que les llegan, sufren de fuga de cerebros, carecen de derechos de propiedad y, además, crecen lentamente. Pero crecen. No lo olvidemos.

De ahí mi optimismo: son lentos (con una media de entre 0,5% y 1,7% anual) y nosotros, muy rápidos. Digamos que vamos en avión mientras ellos buscan cómo construir su bicicleta. Han sufrido un cúmulo de desgracias que han provocado el pesimismo y la desconfianza sobre su posible mejora. Pero todo llega.

Démosles tiempo. Se les presentan nuevas oportunidades: el Mundial de Sudáfrica, la búsqueda china de recursos… Veamos cómo evolucionan. Vivimos una crisis energética, el temor al fin de nuestras reservas y África posee todos estos recursos: gas, petróleo, carbón… pero también, diamantes, minerales o coltán.

Recordemos que China llegará a niveles occidentales. Necesitaremos otra nueva fábrica con mano de obra barata. Será entonces cuando volvamos a mirar a la olvidada África… Su momento está llegando.

Wednesday, April 28, 2010

La sociedad del bienestar

LOS CIUDADANOS saben que después de esta crisis nada va a ser igual que antes y saben también que se avecinan épocas duras en las que habrá grandes recortes en gastos y servicios. Lo decía el presidente de Europa, Herman Van Rompuy, que apelaba a la valentía de los gobiernos porque "nadie podrá escapar de hacer reformas impopulares en los años que v­ienen".

En el capítulo de recorte de gastos, los gallegos asistimos complacidos al desmantelamiento de los llamados "chiringuitos", no tanto por el ahorro económico que es poco significativo, como por el simbolismo que entraña acabar con una indecencia desmontando esa inútil administración paralela, concebida y creada más para habilitar despachos y pagar fidelidades que para mejorar la prestación de servicios.

Pero también nos inquieta saber en qué medida esas "reformas impopulares" a las que se refería Van Rompuy, y el recorte presupuestario de más de 200 millones del Gobierno gallego van afectar a los pilares más emblemáticos del Estado de bienestar, como son los servicios sociales, la educación y la sanidad.

No es por desanimar pero son ya muchas las personas, desde asalariados, autónomos, profesionales liberales o empresarios hasta los gurúes de la economía, que sostienen que estamos asistiendo al final de la sociedad del bienestar. La crisis económica impide mantener el nivel de gasto público para sostener muchos servicios que disfrutamos desde hace tiempo y casi creíamos eran derechos consolidados.

Por poner un ejemplo sensible: el modelo sanitario "universal y gratuito" arrastra viejos problemas y para que sea sostenible, además de recursos, necesita reformas profundas que los políticos conocen. Pero ningún Gobierno, ni el Bipartito ni este monocolor, se atreve a tomar en solitario esas medidas y los gestores que nombran solo se diferencian en la forma de contabilizar las listas de espera.

Por tanto, el debate no está solo en si es público o privado sino también en reformar ese servicio -y otros-, para que sea más eficiente, reforma que Gobierno y oposición deberían consensuar en lugar de zurrarse con la privatización, las listas o la defensa de su escasa calidad. Para evitar que el propio sistema s­anitario se hunda, que no es descartable.

Respeto a los ciudadanos

Grecia está al borde la suspensión de pagos y Europa no sabe cómo compaginar los intereses nacionales con el interés supranacional. El costillar de los ‘pigs’ está en adobe y muchos miran al resto del cerdo para ver cuándo se pone a la venta.

Mientras, la clase política no sabe más que mirar a sus propios ombligos, incapaces de convencer a la ciudadanía que no ha esclavizado su voto. Ajenos a la crisis económica generalizada, a ese 20 por ciento insultante de paro, que suena más trágico cuando se dice que son más de cuatro millones y medio de almas que no tienen un euro que meter en la hucha, sólo se preocupan de hacer minusvaloraciones más propias de estudiantes de Secundaria que de regidores de la vida pública. Si unos pecan del irrealismo de los brotes verdes, otros adolecen de sus escasas aportaciones al bien público, y los de en medio sólo saben achacar a los demás los errores que ellos mismos han cometido, eso sí, consentidos por los restantes partidos políticos.

Desautorizan a los tribunales cuando fueron ellos quienes se metieron en un atolladero a todas luces palpable en su momento. Si achacan a las entidades financieras los males económicos actuales por su mala gobernanza en tiempos de prosperidad y expansión, ellos fueron los regidores de la economía y del sistema, y fueron ellos los que hicieron la vista gorda. Gobernaron fatal cuando la pujanza hacía que cualquier político malo fuera un buen político, y ahora en tiempos de vacas flacas, todos se rascan las pulgas.

Muchos ciudadanos tenemos la percepción de que en una época muy complicada nos ha tocado una clase política deplorable, muy lejos de las cualidades que requiere la época que vivimos. Enzarzados en disputas conceptuales propias de otras tribunas filosóficas, sobre si vivimos en un Estado federal o en un Estado autonómico como define nuestra Constitución, achacan a los tribunales las consecuencias de sus malas decisiones, al resto de los políticos su escaso respeto a las periferias; los partidos nacionales tienden al sol sus virtudes y defectos, y digámoslo claro, los españoles no nos merecemos una clase política nacional y autonómica tan miope. O quizá sí, pero al menos no estamos dispuestos a seguir oyendo a tanto mediocre con corbata con discurso tan barato.

Pero no nos deprimamos. Nos queda el fútbol y en breve el Mundial. Nos queda Fernando Alonso y sus pulgares millonarios, y, ¡cómo no!, la Belén Esteban como princesa del pueblo. ¡Qué más queremos!

Islandia, el azote europeo

La nube islandesa del volcán Eyjafjällajokull nos costará más de 1.200 millones de euros, sin pensar en lo que puede pasar si erupciona finalmente su hermano Katla.

Europa se sume en el caos provocado por algo ajeno a nosotros: un volcán. Una Europa globalizada y desarrollada que pocas veces cree que haya algo que pueda escapar de su control. Ahora mira a Islandia: ese pequeño desconocido.

País joven que rechazó su adhesión a la UE y que posee de las mejores calidades de vida: alfabetización del 99%, sistema sanitario envidiable (destina el 50% de su presupuesto a este ámbito y está cubierto en un 87%)…, y sumergido en una crisis desde el estallido de la burbuja financiera en 2008. Burbuja que le abocó a recurrir al FMI para pedir un préstamo de 2.100 millones de dólares y a sus socios de la EFTA, para obtener 2.500 millones más.

Todo tiene un porqué: se centró en el sector financiero desde los noventa. Ofreció préstamos al extranjero para financiar el bienestar social de los ciudadanos. Contribuyó a fomentar ese ritmo de vida insostenible, ese gasto sin mesura… Y la burbuja estalló en sus narices; una víctima más. Parece que hoy la naturaleza nos devuelve su venganza.

Ahora nosotros somos las víctimas: millones en medidas de apoyo, millones en pérdidas por vuelos cancelados, críticas a gestión de crisis, caos. Vivimos en un mundo plenamente interconectado donde todo está a nuestro alcance, pero hay un elemento que se nos escapa: la naturaleza. Buena llamada de atención, Islandia.

Sin embargo, seguiremos con nuestro ritmo de vida, al igual que lo haremos tras superar la crisis. El enfado pasará, los planes de apoyo se amortizarán, habrá quejas por impuestos, habrá luchas por indemnizaciones…, pero se superará, como se superó el 29, como se superó el Tambora que nos ofreció un 1816 sin verano. Sólo nos queda la prevención: la naturaleza seguirá su ritmo, nosotros podemos controlar el nuestro.

Wednesday, April 21, 2010

Capitalismo de hojalata

Parafraseando a Don Quijote en su discurso a los Cabreros, dichosa edad y felices tiempos aquellos en los que una empresa compraba “amistosamente” otra del mismo sector cuando buscaba más dimensión y fortaleza. Así se realizaban hasta hace unos años las transacciones en los mercados organizados y razonablemente transparentes. Ahora son los fondos de capital riesgo, que manejan ingentes cantidades de dinero, los que compran y venden empresas que consideran atractivas seduciendo a los accionistas que entregan sus participaciones rendidos a una oferta irresistible.

Uno de esos fondos, el británico CVC Capital Partners, compró la semana pasada el 35% de R a un grupo de accionistas gallegos que hicieron caja y se van con la satisfacción de haber apostado por una empresa galaica desde sus comienzos. A su vez, los compradores adquieren también una opción de compra sobre otro paquete accionarial, ahora en posesión de Caixanova, que les dará el control de la compañía para “traficar” con ella en el mercado, que es lo que suelen hacer estos fondos que no tienen entrañas ni vinculación con territorio alguno. Nada que objetar, por tanto, a esta compra -efecto colateral de la fusión de las cajas- que responde a la lógica de la libre circulación de capitales en un mercado globalizado.

Pero causa una nueva decepción que la gran derrotada en esta operación sea Galicia al perder una empresa de referencia, tecnológicamente puntera y muy competitiva, que se suma a los fiascos de FENOSA, Fadesa, Ence o San Luis, por citar tan solo algunas de las últimas pérdidas empresariales. Parafraseando también al ministro José Blanco, en este caso se puede hablar de “capitalismo de hojalata” para describir metafóricamente la debilidad del capital gallego que, una vez más, es incapaz de retener a una de sus empresas de referencia con un gran valor estratégico para la economía y sociedad del país.

La pregunta es ¿está condenada Galicia a tener que convivir con el destino fatal de la emigración que, cuando éramos pobres, se llevó a los hombres y mujeres y ahora, cuando somos ricos, se lleva a las empresas? En fin, citando de nuevo a Don Quijote en el relato de su visión en la cueva de Montesinos, “paciencia y barajar”.

Friday, April 16, 2010

Sinvergüenzas

“Ahora mismo en alguna parte hay un cargo público robando a saco”, reflexiona un personaje ante un pequeño auditorio. “¿Solo uno?”, preguntan los asistentes. Es una viñeta de humor que refleja la percepción general de que el país está instalado en un fangal de corrupción. Según un informe de la Fiscalía del Estado del pasado noviembre, la Justicia tiene abiertas 730 causas sin contar los cientos de casos menores, que afectan en distinta medida a todas las formaciones, lo que indica que el problema es transversal, llega a todos los partidos y a todos los territorios.

Es difícil recordar tantos casos para poder concluir cual es el más grave y escandaloso, aunque la trama Gürtel, esa pandilla de sinvergüenzas sin escrúpulos y de políticos corruptos -que también tuvo sucursal en Galicia- puede ocupar el primer puesto en el ranking de la corrupción política desde la restauración de la democracia, tanto por su volumen económico como por los políticos implicados.

A estas alturas deben haber sido leídos todos los folios del sumario y poco se puede añadir sobre el caso, salvo dos reflexiones. La primera para recordar que la democracia es el mejor de los sistemas políticos por ser perfectible, porque puede ser permanentemente corregido y mejorado. Por eso ahora, cuando los corruptos nos impiden ver el sol y la sociedad empieza a estar harta, partidos y políticos deberían ocuparse de mejorar nuestra democracia expulsando tanta indignidad para limpiar todas las administraciones.

Tienen los medios y saben por donde empezar, desde la iniciada reforma del Código Penal hasta la clarificación de la financiación de los partidos, la reforma electoral, la selección de candidatos y el establecimiento de controles rigurosos que certifiquen transparencia en la gestión. Deberían hacerlo con más energía y rapidez que las que mostró el PP en el caso Gürtel para que lleguen antes de que se desmorone el sistema.

La segunda reflexión es para constatar con orgullo que no hay muchos países tan fuertes como el nuestro que son capaces de soportar y sobrevivir con un gobierno tan mediocre, noqueado por la crisis, y con una oposición que, además de mediocre, está lastrada por la corrupción. Sin duda, en España lo mejor es la gente.

Sunday, April 11, 2010

Hacienda y el fraude

El primer día hábil después de Semana Santa, la Agencia Tributaria vuelve a cumplir con el rito de recordarnos que ya se puede solicitar el borrador para la declaración de la renta correspondiente al año pasado. Es un aviso para los contribuyentes "más fieles", los asalariados que, con borrador o sin él, cumplirán escrupulosamente con sus obligaciones fiscales.

Pero la nota de la Agencia es, a la vez, un tanto insultante para esos miles de ciudadanos cumplidores porque son los verdaderos "paganos" mientras aumenta la llamada economía sumergida, que origina una bolsa inmensa de fraude fiscal, que es el gran problema de la hacienda pública. En enero el ministro Corbacho estimaba -a la baja- que esa economía se sitúa en España entre el 16% y el 20% del PIB, porcentaje que los técnicos del Ministerio de Hacienda elevan al 23,3% en el último Informe de Economía Sumergida, hasta alcanzar los 244.918 millones de euros en 2009. Según este Informe, Galicia supera la media estatal y su economía oculta llega ya al 26,3%.

Cualquier mortal, sin pertenecer al cuerpo de los Inspectores de Hacienda, conoce casos de actividad económica que escapan a todo control del Estado y sabe de individuos que declaran unos ingresos mileuristas mientras viven en la abundancia disfrutando de numerosos "signos externos" de riqueza que obtuvieron burlando la legalidad.

Un país serio, y España lo parece, no debería permitir tanto fraude fiscal. Quizá por eso el presidente anunció en febrero un plan ambicioso de lucha contra la evasión de tributos, aunque las medidas que presentó después la ministra de Economía para evitarla son tan generalistas que los mismos inspectores de Hacienda estiman que solo conseguirán aflorar un 0,4% de esa economía oculta. Es decir, no llegan al meollo de un problema cuya solución requiere mucha firmeza y más medios técnicos y humanos. Se dice que las altas cifras de economía sumergida son las que explican que España conviva con un paro del 19% sin convulsión social alguna. Pero ni este aspecto positivo, el único, justifica esta lacra que hay que erradicar porque, además de generar muchos agravios comparativos, puede llevar al país al naufragio económico. Que se lo pregunten a Grecia.

Thursday, April 01, 2010

Agonía económica

Pocos se acuerdan ahora del debate sobre la crisis económica del mes de febrero cuando el presidente del Gobierno sacó de su chistera la creación de una comisión "c­opresidida" por tres ministros para negociar con los grupos políticos medidas económicas para salir de la crisis. El objetivo era alcanzar un pacto global o, si este no fuera posible, acuerdos puntuales con las distintas formaciones de la Cámara. Pero no fue posible, ni lo uno ni lo otro. Tras mes y medio de diálogo, la comisión elaboró un paquete de medidas anticrisis, 54 en total, que no obtuvo el visto bueno de los partidos políticos. Unos por unas razones y otros por otras, todos declinaron dar su aval al Gobierno que les haría corresponsables de unas medidas que, dada la magnitud de la crisis, son insuficientes. En palabras de un dirigente de CiU, las propuestas del documento, que podía haber aprobado el Gobierno sin la parafernalia del Palacio de Zurbano, "son muy superficiales y carecen de trascendencia económica y social".

Todo indica que las propuestas de esa comisión eran como un tratamiento paliativo cuando la enfermedad económica del país -también la de Galicia- requiere intervenir con cirugía rápida e intensiva para arreglar la sostenibilidad de las finanzas públicas, la reducción del déficit y el paro, la reforma del mercado laboral y las pensiones o el cambio progresivo del modelo productivo. La semana pasada el ex ministro Solchaga fue muy crítico con la débil actuación gubernamental frente a la crisis y The Economist volvió a la carga advirtiendo que ante "la falta de voluntad del Gobierno para aplicar una cirugía radical existen temores de que España quede rezagada con respecto a sus vecinos".

La percepción popular, tras tantos meses en recesión y decenas de remedios contra la crisis, es que tanto el Gobierno como la oposición saben lo que hay que hacer, pero ninguno quiere asumir el coste de tomar -y pactar en el caso de la oposición- medidas que, además de dolorosas, serán muy impopulares y tendrán su coste electoral.

Pero gobernar y ejercer la oposición es decidir y compartir los ajustes inevitables y urgentes que requiere la situación del país. Mientras no lo hagan seguiremos inmersos en la agonía económica.