La nube islandesa del volcán Eyjafjällajokull nos costará más de 1.200 millones de euros, sin pensar en lo que puede pasar si erupciona finalmente su hermano Katla.
Europa se sume en el caos provocado por algo ajeno a nosotros: un volcán. Una Europa globalizada y desarrollada que pocas veces cree que haya algo que pueda escapar de su control. Ahora mira a Islandia: ese pequeño desconocido.
País joven que rechazó su adhesión a la UE y que posee de las mejores calidades de vida: alfabetización del 99%, sistema sanitario envidiable (destina el 50% de su presupuesto a este ámbito y está cubierto en un 87%)…, y sumergido en una crisis desde el estallido de la burbuja financiera en 2008. Burbuja que le abocó a recurrir al FMI para pedir un préstamo de 2.100 millones de dólares y a sus socios de la EFTA, para obtener 2.500 millones más.
Todo tiene un porqué: se centró en el sector financiero desde los noventa. Ofreció préstamos al extranjero para financiar el bienestar social de los ciudadanos. Contribuyó a fomentar ese ritmo de vida insostenible, ese gasto sin mesura… Y la burbuja estalló en sus narices; una víctima más. Parece que hoy la naturaleza nos devuelve su venganza.
Ahora nosotros somos las víctimas: millones en medidas de apoyo, millones en pérdidas por vuelos cancelados, críticas a gestión de crisis, caos. Vivimos en un mundo plenamente interconectado donde todo está a nuestro alcance, pero hay un elemento que se nos escapa: la naturaleza. Buena llamada de atención, Islandia.
Sin embargo, seguiremos con nuestro ritmo de vida, al igual que lo haremos tras superar la crisis. El enfado pasará, los planes de apoyo se amortizarán, habrá quejas por impuestos, habrá luchas por indemnizaciones…, pero se superará, como se superó el 29, como se superó el Tambora que nos ofreció un 1816 sin verano. Sólo nos queda la prevención: la naturaleza seguirá su ritmo, nosotros podemos controlar el nuestro.
Europa se sume en el caos provocado por algo ajeno a nosotros: un volcán. Una Europa globalizada y desarrollada que pocas veces cree que haya algo que pueda escapar de su control. Ahora mira a Islandia: ese pequeño desconocido.
País joven que rechazó su adhesión a la UE y que posee de las mejores calidades de vida: alfabetización del 99%, sistema sanitario envidiable (destina el 50% de su presupuesto a este ámbito y está cubierto en un 87%)…, y sumergido en una crisis desde el estallido de la burbuja financiera en 2008. Burbuja que le abocó a recurrir al FMI para pedir un préstamo de 2.100 millones de dólares y a sus socios de la EFTA, para obtener 2.500 millones más.
Todo tiene un porqué: se centró en el sector financiero desde los noventa. Ofreció préstamos al extranjero para financiar el bienestar social de los ciudadanos. Contribuyó a fomentar ese ritmo de vida insostenible, ese gasto sin mesura… Y la burbuja estalló en sus narices; una víctima más. Parece que hoy la naturaleza nos devuelve su venganza.
Ahora nosotros somos las víctimas: millones en medidas de apoyo, millones en pérdidas por vuelos cancelados, críticas a gestión de crisis, caos. Vivimos en un mundo plenamente interconectado donde todo está a nuestro alcance, pero hay un elemento que se nos escapa: la naturaleza. Buena llamada de atención, Islandia.
Sin embargo, seguiremos con nuestro ritmo de vida, al igual que lo haremos tras superar la crisis. El enfado pasará, los planes de apoyo se amortizarán, habrá quejas por impuestos, habrá luchas por indemnizaciones…, pero se superará, como se superó el 29, como se superó el Tambora que nos ofreció un 1816 sin verano. Sólo nos queda la prevención: la naturaleza seguirá su ritmo, nosotros podemos controlar el nuestro.
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