Saturday, February 09, 2008

Los carteros del rural

Cuando uno llega a las aldeas de la Galicia del interior puede ser presa de la emoción como lo fue el poeta utrerano Rodrigo Caro ante las ruinas de Itálica: Estos, Fabio, ¡ay dolor! que ves ahora campos de soledad, fueron un tiempo "aldeas habitadas y campos trabajados". Paisaje tan desolador lo ofrecen alguna explotación que quiere ser moderna, las casas de ademán severo, unas habitadas por "almas rendidas" y otras muchas abandonadas cubiertas por la maleza, y el baldío que se instaló en campos que antes eran cultivados.

Pero más tristeza que el agro abandonado produce el grupo humano: efectivos escasos y mayores, que son la genuina muestra de que la vieja sociedad agraria no resiste cambios tan intensos y profundos y se está deslizando por el camino de la desaparición. Según Unións Agrarias, el año pasado abandonaron el campo cada día ocho trabajadores agrarios y de las 90.000 personas ocupadas más de la mitad superan los 55 años.

Hace unos días, un lector de A Laracha justificaba en un periódico tanta deserción: "Donde vivo no tenemos traída municipal de agua, tampoco alcantarillado, no llega el ADSL, no hay transporte público, se recoge la basura una vez por semana y ahora ya ni nos van a traer las cartas". Tiene razón, porque estas aldeas que siguen siendo "unha mestura de lama e fume" ya no van a recibir la visita diaria del cartero para el reparto "puerta a puerta" del correo, pese a los desmentidos que exige la campaña electoral.

Seguramente Correos debe modernizarse, definir su estrategia y reajustar su estructura para prestar un buen servicio y obtener beneficios. Pero la reconversión no debería cebarse con nuestras aldeas dispersas, una de las señas de identidad que nos quedan, suprimiendo el servicio que las mantuvo comunicadas con el mundo a través de los entrañables carteros del rural que son figuras muy queridas. Porque además de cumplir con su función de reparto de correspondencia, llevan noticias, ejercen de asesores, confidentes, lectores y hasta de protectores de aquel mundo que fenece. Pero cuando planifican desde Madrid siempre pagan los mismos.