“Ahora mismo en alguna parte hay un cargo público robando a saco”, reflexiona un personaje ante un pequeño auditorio. “¿Solo uno?”, preguntan los asistentes. Es una viñeta de humor que refleja la percepción general de que el país está instalado en un fangal de corrupción. Según un informe de la Fiscalía del Estado del pasado noviembre, la Justicia tiene abiertas 730 causas sin contar los cientos de casos menores, que afectan en distinta medida a todas las formaciones, lo que indica que el problema es transversal, llega a todos los partidos y a todos los territorios.
Es difícil recordar tantos casos para poder concluir cual es el más grave y escandaloso, aunque la trama Gürtel, esa pandilla de sinvergüenzas sin escrúpulos y de políticos corruptos -que también tuvo sucursal en Galicia- puede ocupar el primer puesto en el ranking de la corrupción política desde la restauración de la democracia, tanto por su volumen económico como por los políticos implicados.
A estas alturas deben haber sido leídos todos los folios del sumario y poco se puede añadir sobre el caso, salvo dos reflexiones. La primera para recordar que la democracia es el mejor de los sistemas políticos por ser perfectible, porque puede ser permanentemente corregido y mejorado. Por eso ahora, cuando los corruptos nos impiden ver el sol y la sociedad empieza a estar harta, partidos y políticos deberían ocuparse de mejorar nuestra democracia expulsando tanta indignidad para limpiar todas las administraciones.
Tienen los medios y saben por donde empezar, desde la iniciada reforma del Código Penal hasta la clarificación de la financiación de los partidos, la reforma electoral, la selección de candidatos y el establecimiento de controles rigurosos que certifiquen transparencia en la gestión. Deberían hacerlo con más energía y rapidez que las que mostró el PP en el caso Gürtel para que lleguen antes de que se desmorone el sistema.
La segunda reflexión es para constatar con orgullo que no hay muchos países tan fuertes como el nuestro que son capaces de soportar y sobrevivir con un gobierno tan mediocre, noqueado por la crisis, y con una oposición que, además de mediocre, está lastrada por la corrupción. Sin duda, en España lo mejor es la gente.
Es difícil recordar tantos casos para poder concluir cual es el más grave y escandaloso, aunque la trama Gürtel, esa pandilla de sinvergüenzas sin escrúpulos y de políticos corruptos -que también tuvo sucursal en Galicia- puede ocupar el primer puesto en el ranking de la corrupción política desde la restauración de la democracia, tanto por su volumen económico como por los políticos implicados.
A estas alturas deben haber sido leídos todos los folios del sumario y poco se puede añadir sobre el caso, salvo dos reflexiones. La primera para recordar que la democracia es el mejor de los sistemas políticos por ser perfectible, porque puede ser permanentemente corregido y mejorado. Por eso ahora, cuando los corruptos nos impiden ver el sol y la sociedad empieza a estar harta, partidos y políticos deberían ocuparse de mejorar nuestra democracia expulsando tanta indignidad para limpiar todas las administraciones.
Tienen los medios y saben por donde empezar, desde la iniciada reforma del Código Penal hasta la clarificación de la financiación de los partidos, la reforma electoral, la selección de candidatos y el establecimiento de controles rigurosos que certifiquen transparencia en la gestión. Deberían hacerlo con más energía y rapidez que las que mostró el PP en el caso Gürtel para que lleguen antes de que se desmorone el sistema.
La segunda reflexión es para constatar con orgullo que no hay muchos países tan fuertes como el nuestro que son capaces de soportar y sobrevivir con un gobierno tan mediocre, noqueado por la crisis, y con una oposición que, además de mediocre, está lastrada por la corrupción. Sin duda, en España lo mejor es la gente.
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