El ministro Blanco retomó la alta velocidad a Galicia firmando el “Pacto del Obradoriro”, fijó la fecha de llegada del tren en 2015, comprometió plazos y recursos para cumplir con los compromisos, empeñó su palabra y su cargo… Esta era la “poderosa escuadra” que armó don José Blanco para traer el AVE y saldar una deuda histórica con su país.
Parecía que todo estaba encauzado para licitar en este mes que acaba los 6.000 millones del tramo Olmedo-Ourense. Pero aparecieron una serie de “elementos” con los que el ministro no contaba que pueden acabar derrotando la escuadra de su correcta programación y previsiones para el AVE, como le sucediera a Felipe II con la Armada Invencible.
La primera tormenta procede de poderosos grupos mediáticos madrileños que tienen potentes altavoces en algunos tertulianos que escriben o hablan al dictado de los intereses políticos. El segundo vendaval nace en Cataluña, en el seno de dos partidos nacionalistas cuya arrogante suficiencia les lleva a decidir lo que es estratégico y competitivo para el país. Para Pere Macías, de la derechista CiU, y para Joan Ridao de ERC, Galicia sigue siendo, además de una reserva de marisco, aquella tierra pobre que enviaba emigrantes para enriquecer a Cataluña.
Otro “elemento” que puede dificultar la llegada del AVE vendrá del ministerio de Economía, que estos días está analizando los pliegos de la licitación pendiente. Visto el cariño que su titular profesa a esta tierra, no hay que descartar que la vicepresidenta destine los recursos a otras zonas con más peso electoral.
Pero el atranco más serio para el AVE es la división que se percibe en Galicia en donde los partidos, los empresarios y los agentes sociales, parafraseando al ministro Blanco, miran a su ombligo y no se ocupan de hacer equipo para afrontar este asunto de interés general.
Antes, cuando aquí había políticos que pensaban en clave de país, ante desafíos históricos se hacía un frente común para evitar que Galicia fuese marginada y la unión de todos dio buenos resultados. Ahora ese frente común pasa por olvidar intereses partidarios y privados para arropar entre todos al ministro Blanco en la lucha que libra por el AVE.
Pero para ello hay que estar convencidos de que Galicia, en lugar de llorar resignada, tiene que exigir con todas sus fuerzas, que son muchas, lo que en justicia le pertenece.