Este verano, como otros, no he pisado la playa. Me aburre ese afán insano por tostarse vuelta y vuelta hasta poblar las calles de una nueva y evanescente raza rojiza. Como me cansa el tóxico deseo de los cuerpos “danone” forjados a golpe de gimnasio. Quien le dedica tantas horas a machacarse los músculos dejando pasar la vida sin saborear las múltiples delicias de nuestra gastronomía es que no puede estar bien de la azotea. Así lo defiendo desde que no podía pasar del aprobado en Bachiller en la asignatura de gimnasia, que evitaba apuntándome a los campeonatos escolares de ajedrez, un deporte siempre menos doloroso para mis atributos que hacer el vaquero ante el potro o saltar ese odioso pinto encabritado. Es cierto que así también evito exhibir mi perfil “feliz” ante tanto maniquí de museo de cera. En eso me apunto a los fans del sillón ball, la caña fría y la siesta cobarde, cuyas virtudes médicas propugnamos los que no podemos lucir la tableta de chocolate. Afortunadamente, el verano es la sexta parte del año, por lo que siempre nos quedan las cinco partes de frío y hielo que disfrazan el cubata tropical con el que vamos tirando el resto del tiempo.
Artículos y reflexiones sobre la actualidad. Autores: José Castro López, Lito García Abad, Jennifer García Fuentes, Javier Arrieta Ferraz
Friday, August 28, 2009
Thursday, August 27, 2009
Constitución y sentido común
La sentencia del Constitucional sobre el Estatut catalán (ley orgánica), cuando se produzca, abrirá de nuevo el debate de la reforma de la Constitución ya sea para limar aquellos aspectos que son mejorables o que se han dejado a medio definir (y no sólo desde las posiciones nacionalistas sino también desde el Estado central), ya sea para rechazarla sin tapujos porque los intereses de cada uno no se acomodan al número de talla que cuelga de su vestido.
Pero toda reforma constitucional implica un gran riesgo si no se parte de una posición dialogada y lo más amplia posible para que la mayoría de la población se sienta cómoda en su seno. Como se hizo en su día y algo que en estos momentos no parece posible. De ahí que algunos preconicen que no se realice la reforma y se actúe vía interpretación del texto constitucional. Sin embargo, la interpretación jurídica (in claris non fit interpretatio) no se hace a criterio de cada uno, según convenga a sus intereses, sino que su aplicación también está contemplada en los textos legales. Y el máximo intérprete del texto constitucional es el Tribunal Constitucional, un órgano judicial pero también político, que se mueve no sólo por criterios jurídicos sino (y esa es su gran tragedia) ideológicos.
España es un país que se caracteriza por su pasión latina y mediterránea. Una pasión que, desde un punto de vista de representante público, debe modularse con la cabeza para no caer en radicalismos absurdos y vacíos. La lectura del artículo del consejero de Educación Ernest Maragall, titulado ‘Construir Cataluña’, apoyado inexplicablemente por el editorial del diario El País de ese mismo día, en el que se pueden leer desatinos como ‘el argumento de que una ley que haya sido refrendada por la ciudadanía no debería poder ser objeto de recurso de inconstitucionalidad es defendible’, no deja lugar a dudas del poco sentido común al que han llegado nuestros políticos. Es inimaginable en un representante público el lenguaje frentista utilizado por Maragall en su artículo, con joyas como esta: “¿Qué puede añadir la "interpretación" que hagan, por larga y enrevesada que sea, este grupo de ciudadanos tan sabios? ¿Amenazas de posibles legislaciones españolas invasoras o negadoras del pacto estatutario?” Vivimos, desafortunadamente, un momento histórico caracterizado por una clase política de un nivel miserable e indigno. No se puede utilizar el lenguaje democrático para hacer tabla rasa y desenterrar viejos fantasmas con una chulería imperdonable, que recuerda aquel lenguaje que preconizaban las funestas dictaduras, de uno y otro signo, que hemos padecido a lo largo del siglo XIX.
No voy a argumentar lo que creo desafortunado en el Estatuto a la luz de nuestra Constitución actual. Simplemente recomiendo que se lea, porque no hay nada más terrible que opinar sin leer previamente sobre lo que se opina. Y cuando se lea, háganlo al mismo tiempo con el texto constitucional a su lado que, se quiera o no, es la máxima norma jurídica del Estado español, y todas las demás han de subordinarse a ella.
La primera norma de la que nos hemos dotado todos los españoles ha sido la Constitución, que hemos votado y aprobado todos, a pesar de que algunos lo nieguen manejando las cifras como los medios de comunicación hacen con los datos de audiencia. Incluyendo a esos partidos políticos que ahora reniegan de ella. Del texto constitucional se han ido desgranando incluso los propios estatutos de autonomía. Cualquier cosa que contravenga lo que dice aquella está en su contra, y la única manera de solventar ese tipo de enfrentamientos es modificar la Constitución.
Lo demás, sobra. Todo lo que se puede hacer, y allí donde es posible, es interpretar algunos párrafos de carácter más abierto. Pero incluso la interpretación, como he dicho, está regulada jurídicamente, así que hay que dejarse de tonterías y opiniones absurdas. El único método para ir más allá es a través de la reforma constitucional. Seamos sensatos, señores, y no intentemos manejar la opinión pública con tretas que nadie sabe a dónde nos van a llevar. Las casas se construyen desde los cimientos, no empezando por el tejado, y si es necesaria la reforma constitucional, hagámosla, pero no nos saltemos las normas jurídicas, porque eso sería como decir públicamente que las leyes no valen para nada.
Lo malo del Tribunal Constitucional es que es el único órgano facultado para interpretar la Constitución y convertir esa interpretación en guías jurídicas para el resto de los juzgados y tribunales. Pero también es un órgano político con una forma de elección muy poco lógica, y los últimos años han dejado buena constancia del maquiavelismo político a la hora de intentar sojuzgar a un órgano jurisdiccional, cosa inadmisible en un Estado de Derecho. De ahí que lo primero que debamos preguntarnos ante una posible reforma constitucional es si realmente es necesario un Tribunal Constitucional.
Y después vendrán el resto de las preguntas que la gente sí se hace en la calle, pero que muchos políticos no son tan valientes como para plantearlas abiertamente. Son más bravucones cuando se trata de respaldarse en la lógica del sistema para negar al propio sistema. Mientras, se desgañitan en cuestiones que desentierran viejas heridas de una forma burda e incomprensible. Son por ejemplo, la forma del Estado, el tema sucesorio en su caso, las competencias exclusivas del Estado y, en contraposición, las autonómicas (artículos 148 y 149), el sistema electoral, la reforma del Senado, etcétera. Temas de mucho más calado que estar intentando vacilarnos con defensores autonómicos que no se subordinen al defensor del pueblo y necedades parecidas.
Pero toda reforma constitucional implica un gran riesgo si no se parte de una posición dialogada y lo más amplia posible para que la mayoría de la población se sienta cómoda en su seno. Como se hizo en su día y algo que en estos momentos no parece posible. De ahí que algunos preconicen que no se realice la reforma y se actúe vía interpretación del texto constitucional. Sin embargo, la interpretación jurídica (in claris non fit interpretatio) no se hace a criterio de cada uno, según convenga a sus intereses, sino que su aplicación también está contemplada en los textos legales. Y el máximo intérprete del texto constitucional es el Tribunal Constitucional, un órgano judicial pero también político, que se mueve no sólo por criterios jurídicos sino (y esa es su gran tragedia) ideológicos.
España es un país que se caracteriza por su pasión latina y mediterránea. Una pasión que, desde un punto de vista de representante público, debe modularse con la cabeza para no caer en radicalismos absurdos y vacíos. La lectura del artículo del consejero de Educación Ernest Maragall, titulado ‘Construir Cataluña’, apoyado inexplicablemente por el editorial del diario El País de ese mismo día, en el que se pueden leer desatinos como ‘el argumento de que una ley que haya sido refrendada por la ciudadanía no debería poder ser objeto de recurso de inconstitucionalidad es defendible’, no deja lugar a dudas del poco sentido común al que han llegado nuestros políticos. Es inimaginable en un representante público el lenguaje frentista utilizado por Maragall en su artículo, con joyas como esta: “¿Qué puede añadir la "interpretación" que hagan, por larga y enrevesada que sea, este grupo de ciudadanos tan sabios? ¿Amenazas de posibles legislaciones españolas invasoras o negadoras del pacto estatutario?” Vivimos, desafortunadamente, un momento histórico caracterizado por una clase política de un nivel miserable e indigno. No se puede utilizar el lenguaje democrático para hacer tabla rasa y desenterrar viejos fantasmas con una chulería imperdonable, que recuerda aquel lenguaje que preconizaban las funestas dictaduras, de uno y otro signo, que hemos padecido a lo largo del siglo XIX.
No voy a argumentar lo que creo desafortunado en el Estatuto a la luz de nuestra Constitución actual. Simplemente recomiendo que se lea, porque no hay nada más terrible que opinar sin leer previamente sobre lo que se opina. Y cuando se lea, háganlo al mismo tiempo con el texto constitucional a su lado que, se quiera o no, es la máxima norma jurídica del Estado español, y todas las demás han de subordinarse a ella.
La primera norma de la que nos hemos dotado todos los españoles ha sido la Constitución, que hemos votado y aprobado todos, a pesar de que algunos lo nieguen manejando las cifras como los medios de comunicación hacen con los datos de audiencia. Incluyendo a esos partidos políticos que ahora reniegan de ella. Del texto constitucional se han ido desgranando incluso los propios estatutos de autonomía. Cualquier cosa que contravenga lo que dice aquella está en su contra, y la única manera de solventar ese tipo de enfrentamientos es modificar la Constitución.
Lo demás, sobra. Todo lo que se puede hacer, y allí donde es posible, es interpretar algunos párrafos de carácter más abierto. Pero incluso la interpretación, como he dicho, está regulada jurídicamente, así que hay que dejarse de tonterías y opiniones absurdas. El único método para ir más allá es a través de la reforma constitucional. Seamos sensatos, señores, y no intentemos manejar la opinión pública con tretas que nadie sabe a dónde nos van a llevar. Las casas se construyen desde los cimientos, no empezando por el tejado, y si es necesaria la reforma constitucional, hagámosla, pero no nos saltemos las normas jurídicas, porque eso sería como decir públicamente que las leyes no valen para nada.
Lo malo del Tribunal Constitucional es que es el único órgano facultado para interpretar la Constitución y convertir esa interpretación en guías jurídicas para el resto de los juzgados y tribunales. Pero también es un órgano político con una forma de elección muy poco lógica, y los últimos años han dejado buena constancia del maquiavelismo político a la hora de intentar sojuzgar a un órgano jurisdiccional, cosa inadmisible en un Estado de Derecho. De ahí que lo primero que debamos preguntarnos ante una posible reforma constitucional es si realmente es necesario un Tribunal Constitucional.
Y después vendrán el resto de las preguntas que la gente sí se hace en la calle, pero que muchos políticos no son tan valientes como para plantearlas abiertamente. Son más bravucones cuando se trata de respaldarse en la lógica del sistema para negar al propio sistema. Mientras, se desgañitan en cuestiones que desentierran viejas heridas de una forma burda e incomprensible. Son por ejemplo, la forma del Estado, el tema sucesorio en su caso, las competencias exclusivas del Estado y, en contraposición, las autonómicas (artículos 148 y 149), el sistema electoral, la reforma del Senado, etcétera. Temas de mucho más calado que estar intentando vacilarnos con defensores autonómicos que no se subordinen al defensor del pueblo y necedades parecidas.
Wednesday, August 26, 2009
Vuelve el fútbol
El próximo fin de semana vuelve el fútbol, la liga más espectacular que seguramente dirimirán dos equipos, Madrid y Barcelona, con sus rutilantes fichajes. Corre por Madrid el dicho "Dios creó el cielo y Florentino puso las estrellas" para recordar la orgía compradora de este Club de la capital con el record de 94 millones pagados por un solo jugador que causó gran asombro planetario, como diría Leire Pajín. El club catalán tampoco queda a la zaga en este desmadre comprador.
Líbreme Dios de cuestionar la legalidad de esas operaciones en el marco del libre mercado en el que esas entidades pueden invertir sus dineros como consideren oportuno. Pero sorprende que se acepte con tanta naturalidad que esos clubes -y casi todos menos los gallegos- gasten cantidades tan desorbitadas en un país que vive la mayor crisis de su historia moderna, con un sistema productivo en descomposición; con miles de empresarios y autónomos a los que se les niega un crédito para subsistir o invertir en sus procesos productivos; con más de cuatro millones de parados que no caben en todos los estadios, muchos sin la cobertura de los 420 euros; con el bajo nivel de sueldos y pensiones y con un montón más de carencias, necesidades y problemas.
También cuesta entender, aún siendo aficionado a este deporte, que esos y otros dispendios los realicen algunos clubes económicamente arruinados, otros que sobreviven gracias a puntuales pelotazos recalificadores y casi todos deudores con la seguridad social y morosos con las entidades financieras que, incomprensiblemente, les siguen dando créditos. El escándalo se agranda con los sueldos que asignan a los jugadores que en el caso de los extranjeros gozan del extraño privilegio de tributar a Hacienda al tipo impositivo de mileuristas, mientras el Gobierno amenaza a los demás mortales con una subida general de impuestos.
En fin que, en palabras de Vujadin Boskov, "fútbol es fútbol", todo un fenómeno social analizable desde muchos puntos de vista, que hoy sobrevive en un entorno proceloso sorteando peligrosos desafíos legales y financieros. Seguramente son necesarios esos excesos para que la gente se desahogue y entretenga en las tardes del domingo para olvidar la realidad prosaica.
Líbreme Dios de cuestionar la legalidad de esas operaciones en el marco del libre mercado en el que esas entidades pueden invertir sus dineros como consideren oportuno. Pero sorprende que se acepte con tanta naturalidad que esos clubes -y casi todos menos los gallegos- gasten cantidades tan desorbitadas en un país que vive la mayor crisis de su historia moderna, con un sistema productivo en descomposición; con miles de empresarios y autónomos a los que se les niega un crédito para subsistir o invertir en sus procesos productivos; con más de cuatro millones de parados que no caben en todos los estadios, muchos sin la cobertura de los 420 euros; con el bajo nivel de sueldos y pensiones y con un montón más de carencias, necesidades y problemas.
También cuesta entender, aún siendo aficionado a este deporte, que esos y otros dispendios los realicen algunos clubes económicamente arruinados, otros que sobreviven gracias a puntuales pelotazos recalificadores y casi todos deudores con la seguridad social y morosos con las entidades financieras que, incomprensiblemente, les siguen dando créditos. El escándalo se agranda con los sueldos que asignan a los jugadores que en el caso de los extranjeros gozan del extraño privilegio de tributar a Hacienda al tipo impositivo de mileuristas, mientras el Gobierno amenaza a los demás mortales con una subida general de impuestos.
En fin que, en palabras de Vujadin Boskov, "fútbol es fútbol", todo un fenómeno social analizable desde muchos puntos de vista, que hoy sobrevive en un entorno proceloso sorteando peligrosos desafíos legales y financieros. Seguramente son necesarios esos excesos para que la gente se desahogue y entretenga en las tardes del domingo para olvidar la realidad prosaica.
Friday, August 21, 2009
Política y Justicia
El ministro de Justicia se preocupa por la sentencia del Constitucional respecto al Estatuto de Catalunya y Artur Mas pide a los políticos catalanes que preparen una posición común si tal sentencia fuera contraria a sus intereses. Carod-Rovira, por supuesto, quiere levantar las barricadas antes de conocerse. Caamaño añade que tras estos años de aplicación de la reforma, no ha pasado nada (¿qué esperaba que pasase?)… Política y Justicia, como siempre, como el perro y el gato: los políticos quieren quitarle a la Justicia el vendaje que la ha condenado a la ceguera perpetua para colocarle en su sitio las gafas graduadas de su propia miopía. Lo triste es que esto no sucede solo en Justicia, después del lamentable espectáculo del Tribunal Constitucional, sino también en economía, con unas continuas injerencias en el mundo económico que van más allá de su papel de regulador de los intereses públicos y de la transparencia del mercado. Hoy cualquier representante público de tres al cuarto se erige en portavoz de la verdad para invocar los intereses del pueblo soberano y la nación eterna como sinónimos de los que defienden sus proclamas espurias e interesadas.
Wednesday, August 19, 2009
Más culpables que la crisis
La crisis lleva la culpa de todo, parece la causante de todos nuestros males económicos y no es del todo cierto. Es verdad que esta "madre de todas las crisis" es la responsable de que el país lleve varios meses en recesión, de las escalofriantes cifras de paro y de muchos otros desequilibrios económico-financieros, empresariales, familiares y personales. Pero antes de las hipotecas subprime, antes de que estallara la burbuja inmobiliaria y antes de que aparecieran los graves problemas financieros que condujeron a esta "desconfianza total" ya había mucha gente que lo estaba pasando muy mal.
Un informe de la OCDE presentado el año pasado concluía que la brecha entre ricos y pobres se amplió en la mayoría de los países industrializados desde los años ochenta y las diferencias de ingresos crecieron de manera notable desde el año 2000. Y el VI Informe FOESSA sobre Exclusión y Desarrollo Social revela que España tienen ahora los mismos pobres y desigualdades económicas que hace veinte años a pesar del crecimiento económico sostenido que se ha registrado en el país en la última década.
En lo que concierne a Galicia, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) referidos al año 2007, cuando la crisis oficialmente no existía, nuestros salarios y pensiones eran los más bajos de España y la renta estaba catorce puntos por debajo de la media española y veinte por debajo de la europea; el 16 por ciento de los hogares gallegos tenían graves dificultades económicas para llegar a fin de mes; en torno a quinientos mil personas no superaban el umbral de la pobreza y la temporalidad y baja calidad del empleo o la permanente fuga de cabezas y brazos jóvenes eran algunas de las debilidades permanentes de la economía gallega.
Por tanto, para esta gente más desfavorecida los problemas económicos vienen de lejos y no derivan solo de esta sacudida económica que, sin duda, empeora la situación de los excluidos y aumenta la nómina de los pobres, pero no es la única culpable de sus males. Gran parte de ellos desaparecerán cuando se corrijan los desequilibrios estructurales de nuestra economía que siguen ahí gobierno tras gobierno e impiden la necesaria mejoría para que el país abandone el pelotón económico de los torpes.
Un informe de la OCDE presentado el año pasado concluía que la brecha entre ricos y pobres se amplió en la mayoría de los países industrializados desde los años ochenta y las diferencias de ingresos crecieron de manera notable desde el año 2000. Y el VI Informe FOESSA sobre Exclusión y Desarrollo Social revela que España tienen ahora los mismos pobres y desigualdades económicas que hace veinte años a pesar del crecimiento económico sostenido que se ha registrado en el país en la última década.
En lo que concierne a Galicia, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) referidos al año 2007, cuando la crisis oficialmente no existía, nuestros salarios y pensiones eran los más bajos de España y la renta estaba catorce puntos por debajo de la media española y veinte por debajo de la europea; el 16 por ciento de los hogares gallegos tenían graves dificultades económicas para llegar a fin de mes; en torno a quinientos mil personas no superaban el umbral de la pobreza y la temporalidad y baja calidad del empleo o la permanente fuga de cabezas y brazos jóvenes eran algunas de las debilidades permanentes de la economía gallega.
Por tanto, para esta gente más desfavorecida los problemas económicos vienen de lejos y no derivan solo de esta sacudida económica que, sin duda, empeora la situación de los excluidos y aumenta la nómina de los pobres, pero no es la única culpable de sus males. Gran parte de ellos desaparecerán cuando se corrijan los desequilibrios estructurales de nuestra economía que siguen ahí gobierno tras gobierno e impiden la necesaria mejoría para que el país abandone el pelotón económico de los torpes.
Friday, August 14, 2009
Los multamóviles
Recibo un aviso del Ayuntamiento de Vigo para que identifique al conductor de mi vehículo por haberlo dejado aparcado en doble fila, sin conductor, en la calle Brasil un día de julio. ¡Horror! Jamás en mi vida he realizado tal. Abomino de quienes hacen gala de semejante desprecio a la conducta ajena bloqueándoles los coches cuando quieren salir. En más de una ocasión me he enfrentado a estos desalmados por motivos semejantes. ¡Jamás! Aturdido, hago memoria, y recuerdo que el día de autos dejé el coche en la calle Brasil, efectivamente, justo en la zona azul, tras pagar reglamentariamente, pegado al semáforo que desemboca en la Gran Vía. A la hora que dice la notificación solo cabe pensar que fue cuando dejaba mi aparcamiento, después de haber pagado varias horas de estancia, y esperaba a que se pusiera en verde el semáforo para irme de la ciudad. Llamo al Ayuntamiento: me hablan de defecto de forma, pero tengo que continuar el procedimiento. ¡No, señor! No se puede amparar que la policía mantenga su culo pegado al asiento sin notificar una supuesta infracción en el mismo momento en que se comete a costa de que el ciudadano tenga que estar demostrando los errores del sistema.
Wednesday, August 12, 2009
Fiestas y romerías
En la soledad de las aldeas o en el bullicio de las villas y ciudades Galicia siempre está presidida por una ermita o un santuario consagrado a la divinidad o bajo una advocación de la Virgen o de los santos. Son cientos los lugares considerados sagrados visitados por romeros y peregrinos, por devotos y curiosos que, con las reuniones gastronómico-culturales, configuran la personalidad de un país festeiro.
Tras las reuniones hogareñas en torno a Navidad, el ciclo de las fiestas y romerías populares empieza por San Blas y tiene su máxima expresión en el estío por San Juan, San Pedro y el Carmen. El sábado y domingo próximos Nuestra Señora y San Roque marcan el final de las fiestas más relevantes del verano.
En torno a la ermita, escribió José María Alvarez Blázquez, toda clase de humanos afanes tiene su asiento: el piadoso anhelar de la ofrecida que camina de hinojos y el turbio maniobreo del moinante que acecha; el devoto recogimiento de la campesina santidad del templo y la dislocada suelta de los instintos? es el expresivo cara y cruz de la romería, su encanto supremo y también su riesgo seguro. Pero quien quiera conocer y profundizar en esta dimensión del país en fiestas deberá consultar Tempos de Festa en Galicia, una publicación de la Fundación Caixa Galicia coordinada por el periodista y escritor Benxamin Vázquez. Están publicados dos tomos en los que un numeroso grupo de antropólogos, etnógrafos, historiadores y otros expertos estudian y describen con todo detalle las fiestas "Entre os reis e o mes de maio" en el tomo I, y "Entre o Corpus e o mes de agosto", en el tomo II. Está en imprenta el tercero y último tomo, que recoge "As últimas de agosto ata reis".
Tempos de festa es un tratado de etnografía que reúne y compendia en relatos cortos de fácil y amena lectura todas las fiestas y las documenta con espléndidas fotografías. Es ya una obra de referencia para conocer en profundidad esta vertiente alegre de Galicia que mientras conserve sus fiestas y romerías, mientras los cohetes y la música susciten alguna emoción y sigan convocando a reuniones familiares y sociales al pie de las ermitas o en las plazas de los pueblos, está conservando una de sus mejores señas de identidad.
Tras las reuniones hogareñas en torno a Navidad, el ciclo de las fiestas y romerías populares empieza por San Blas y tiene su máxima expresión en el estío por San Juan, San Pedro y el Carmen. El sábado y domingo próximos Nuestra Señora y San Roque marcan el final de las fiestas más relevantes del verano.
En torno a la ermita, escribió José María Alvarez Blázquez, toda clase de humanos afanes tiene su asiento: el piadoso anhelar de la ofrecida que camina de hinojos y el turbio maniobreo del moinante que acecha; el devoto recogimiento de la campesina santidad del templo y la dislocada suelta de los instintos? es el expresivo cara y cruz de la romería, su encanto supremo y también su riesgo seguro. Pero quien quiera conocer y profundizar en esta dimensión del país en fiestas deberá consultar Tempos de Festa en Galicia, una publicación de la Fundación Caixa Galicia coordinada por el periodista y escritor Benxamin Vázquez. Están publicados dos tomos en los que un numeroso grupo de antropólogos, etnógrafos, historiadores y otros expertos estudian y describen con todo detalle las fiestas "Entre os reis e o mes de maio" en el tomo I, y "Entre o Corpus e o mes de agosto", en el tomo II. Está en imprenta el tercero y último tomo, que recoge "As últimas de agosto ata reis".
Tempos de festa es un tratado de etnografía que reúne y compendia en relatos cortos de fácil y amena lectura todas las fiestas y las documenta con espléndidas fotografías. Es ya una obra de referencia para conocer en profundidad esta vertiente alegre de Galicia que mientras conserve sus fiestas y romerías, mientras los cohetes y la música susciten alguna emoción y sigan convocando a reuniones familiares y sociales al pie de las ermitas o en las plazas de los pueblos, está conservando una de sus mejores señas de identidad.
Saturday, August 08, 2009
De puño y letra
Como la mayoría de los españoles que cuentan con una librería producto de unos cuantos años de pasión por la lectura, siento cada día los enormes inconvenientes del poco espacio, los muchos años de estudios y las no menos lecturas pendientes. No sabría decir cuántos libros se esconden de mis manos en los más variados rincones de la casa, pero seguro que muchos más que esa triste media de los hogares españoles, donde menos de uno de cada cuatro dice tener más de cincuenta libros. En mi caso, posiblemente alcance tal cantidad sólo la obra de Unamuno, atesorada en años de juventud y ediciones de bolsillo, cuando antes de entrar en la universidad ya había catalogado, a costa de mi paga semanal, seiscientas obras en mi habitación.
Ahora que comienza el descanso de agosto, esperemos que la lectura de al menos un solo libro acreciente, porcentualmente hablando, unas décimas más de nuestra puntuación total, y eso ayude a alcanzar al fin ese ridículo 25 por ciento. Al menos, que no sea la cultura de la barra libre que se enseña en nuestras televisiones el rasgo más característico de la juventud española en los arenales de nuestras costas un verano más.
Ahora que comienza el descanso de agosto, esperemos que la lectura de al menos un solo libro acreciente, porcentualmente hablando, unas décimas más de nuestra puntuación total, y eso ayude a alcanzar al fin ese ridículo 25 por ciento. Al menos, que no sea la cultura de la barra libre que se enseña en nuestras televisiones el rasgo más característico de la juventud española en los arenales de nuestras costas un verano más.
Wednesday, August 05, 2009
Volverán en otoño
Ayer aparecían pequeños "brotes verdes" con el aumento de la confianza de los consumidores y una ligera mejora del empleo, sobre todo en Galicia. Pero la semana pasada, antes de que medio país se fuera a descansar, fue pródiga en "líneas rojas", con noticias inquietantes, desde el deterioro de las cuentas públicas, el déficit desbocado o la caída del consumo y la inversión hasta la amenaza de deflación. Con este clima de incertidumbre económica las tres partes del llamado diálogo social se levantaron de la mesa negociadora en medio de una gran representación.
El presidente del Gobierno, más parte que árbitro, escenificó la ruptura con cierta virulencia y mal talante culpando a la patronal. Amenaza con gobernar, aunque parece que solo confía en que el destino resuelva la crisis. Los sindicatos, crecidos, mantuvieron sus posiciones de más subsidio y prestaciones para presentarse ante sus afiliados con más avance social. Da la impresión que ponen más empeño en defender a los empleados fijos que en tender la mano a alguna reforma que abra el mercado laboral a miles de trabajadores condenados a la temporalidad, a la precariedad o al subsidio. La patronal pasa por ser la culpable de la ruptura. Su exigencia de reforma laboral y rebaja fiscal fue la gota que rebasó el vaso de lo negociable al poner en peligro, según la versión oficial, las cuentas de la seguridad social y las pensiones.
En fin, que "entre todos lo mataron y el solito se murió" y Gobierno, Sindicatos y Patronal se fueron de vacaciones. Es verdad que tampoco resolverían la crisis con la rebaja de unos puntos en las cotizaciones empresariales a la seguridad social o con unos meses más de protección a los parados, porque esta situación de "emergencia económica" requiere mucho más diálogo y un gran Pacto de Estado entre las fuerzas económicas, sindicales y políticas, incluidas las autonomías, cuya Conferencia de Presidentes echa de menos el presidente Feijóo.
Ese pacto no parece posible. Pero cuando en otoño vuelvan a la mesa negociadora, puede que sea para continuar sus peleas en la cubierta de sus posiciones mientras el temporal económico amenaza con hundir el navío del país. Por decirlo suavemente, parecen poco responsables.
El presidente del Gobierno, más parte que árbitro, escenificó la ruptura con cierta virulencia y mal talante culpando a la patronal. Amenaza con gobernar, aunque parece que solo confía en que el destino resuelva la crisis. Los sindicatos, crecidos, mantuvieron sus posiciones de más subsidio y prestaciones para presentarse ante sus afiliados con más avance social. Da la impresión que ponen más empeño en defender a los empleados fijos que en tender la mano a alguna reforma que abra el mercado laboral a miles de trabajadores condenados a la temporalidad, a la precariedad o al subsidio. La patronal pasa por ser la culpable de la ruptura. Su exigencia de reforma laboral y rebaja fiscal fue la gota que rebasó el vaso de lo negociable al poner en peligro, según la versión oficial, las cuentas de la seguridad social y las pensiones.
En fin, que "entre todos lo mataron y el solito se murió" y Gobierno, Sindicatos y Patronal se fueron de vacaciones. Es verdad que tampoco resolverían la crisis con la rebaja de unos puntos en las cotizaciones empresariales a la seguridad social o con unos meses más de protección a los parados, porque esta situación de "emergencia económica" requiere mucho más diálogo y un gran Pacto de Estado entre las fuerzas económicas, sindicales y políticas, incluidas las autonomías, cuya Conferencia de Presidentes echa de menos el presidente Feijóo.
Ese pacto no parece posible. Pero cuando en otoño vuelvan a la mesa negociadora, puede que sea para continuar sus peleas en la cubierta de sus posiciones mientras el temporal económico amenaza con hundir el navío del país. Por decirlo suavemente, parecen poco responsables.
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