Admiro a la ONU. La entiendo como un ente multinacional cargado de buenas intenciones; intenciones e incongruencias, como la ocurrida en la República Democrática del Congo. Una interminable e incontrolable guerra que requiere la presencia de las fuerzas de mantenimiento de la paz.
En prensa se denuncian violaciones a sus mujeres: expulsadas de su círculo social, humilladas ante sus hijos, condenadas a una muerte lenta en soledad… Pero allí están ellos, para ayudarlas.
Sin embargo, no cesan de abordarnos las dudas sobre las fuerzas de mantenimiento de la paz. Una de mis profesoras vivió en el Congo durante el conflicto: había cinco cascos azules en su zona. Entre ellos no compartían ni una lengua común, ¡como para compartir valores!
Unión de estados variopintos, enviados a mantener la paz fuera de sus fronteras, cuando en la mayoría de los casos, la situación que tienen en su territorio no es mucho más halagüeña. Pensemos en Afganistán, Iraq, Pakistán…
¿Quién está defendiendo a esas mujeres? Hombres que proceden de países donde no se reconocen los derechos del género femenino, que las humillan, y otros de sus propios países, que se limitan a abusar de su poder… Luego nos sorprendemos si pasa algo.
Mas debemos seguir admirando a la ONU… Sabemos que estas organizaciones viven de la contribución de cada país miembro, pero ha llegado el momento de plantearse hasta qué punto se valora una contribución que está manchada en origen, una retahíla de valores sucios…, porque ¿tiene sentido luchar contra algo con manos ensuciadas? Las ideas son buenas, pero muchas veces no son más que eso, ideas. La realidad es, por el contrario, mucho más dura.
Admiremos su contribución, pero vigilemos a la vez su actuación. Estamos allí para llevar la paz, no para sembrar el terror. No nos arrepintamos más tarde.
En prensa se denuncian violaciones a sus mujeres: expulsadas de su círculo social, humilladas ante sus hijos, condenadas a una muerte lenta en soledad… Pero allí están ellos, para ayudarlas.
Sin embargo, no cesan de abordarnos las dudas sobre las fuerzas de mantenimiento de la paz. Una de mis profesoras vivió en el Congo durante el conflicto: había cinco cascos azules en su zona. Entre ellos no compartían ni una lengua común, ¡como para compartir valores!
Unión de estados variopintos, enviados a mantener la paz fuera de sus fronteras, cuando en la mayoría de los casos, la situación que tienen en su territorio no es mucho más halagüeña. Pensemos en Afganistán, Iraq, Pakistán…
¿Quién está defendiendo a esas mujeres? Hombres que proceden de países donde no se reconocen los derechos del género femenino, que las humillan, y otros de sus propios países, que se limitan a abusar de su poder… Luego nos sorprendemos si pasa algo.
Mas debemos seguir admirando a la ONU… Sabemos que estas organizaciones viven de la contribución de cada país miembro, pero ha llegado el momento de plantearse hasta qué punto se valora una contribución que está manchada en origen, una retahíla de valores sucios…, porque ¿tiene sentido luchar contra algo con manos ensuciadas? Las ideas son buenas, pero muchas veces no son más que eso, ideas. La realidad es, por el contrario, mucho más dura.
Admiremos su contribución, pero vigilemos a la vez su actuación. Estamos allí para llevar la paz, no para sembrar el terror. No nos arrepintamos más tarde.
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