Wednesday, July 21, 2010

Adiós a las cajas

Cuando el paÍs celebraba el triunfo de la Roja, el BOE publicaba el Real Decreto-ley del régimen jurídico de las Cajas de Ahorros que marca el camino de la desaparición, por la vía de la privatización, del modelo de cajas que conocemos. El decreto marca también un antes y un después en el sistema financiero y merecería ser analizado en profundidad. Pero el espacio de esta modesta columna solo da para un par de reflexiones.

La primera, que es verdad que en los últimos años varias cajas cambiaron su ideario fundacional por la apuesta desbocada por el sector inmobiliario. En esa deriva les sorprendió la crisis y tras ella llegó la necesidad de la reforma de su marco jurídico para hacerlas más fuertes por la vía de captación de capital a través de las cuotas participativas en un imparable proceso de bancarización privatizadora.

Sin cuestionar la necesidad de su cambio estructural, no es fácil entender que esta forma de privatización sea el único camino posible para "salvar" a las cajas. Y se entiende menos que la reforma se haga a costa de las familias, los pequeños ahorradores, los profesionales o las PYMES, titulares de las emblemáticas libretas de ahorro, de las cuentas corrientes o de los préstamos que eran las "cuotas participativas" que les hacían dueños de las cajas y de su inmenso patrimonio material y social que ahora les arrebatan por decreto ley.

Por eso tampoco es fácil de entender que no haya reacción alguna en el país, salvo una tímida proclama sindical, cuando un Gobierno socialdemócrata pacta con la derecha, con el impulso de la gran banca, acabar con unas entidades financieras profundamente arraigadas en sus territorios y con un marcado carácter social.

La segunda reflexión es qué va a pasar en Galicia. Probablemente la caja resultante de la fusión, que será muy traumática, acabará en manos privadas por la moda imperante o por necesidades de capitalización y es seguro que con la entrada del capital privado, sea autóctono o foráneo, se acabará su galleguidad porque ya se sabe que el capital no tiene patria sino un cúmulo de intereses.

Es el peor final para la caja que se está gestando y, la verdad, para este viaje no hacía falta la ley recurrida ni tantas polémicas, apasionadas casi todas y algunas maleducadas.

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