¿Cómo está la nación? Depende. Si se mira y analiza desde las gradas virtuales del inmenso estadio que fue hasta el domingo, España es un país eufórico y cohesionado gracias a esos “diestros y aventajados atletas” que, olvidando estrellatos individuales y las rivalidades de sus clubes de procedencia, dieron una soberana lección de cómo se trabaja en equipo para generar un espectáculo pleno de clase y elegancia, de casta y pundonor. Ese buen juego del equipo ilusionó al país que se enfundó “la roja” para celebrar los triunfos con entusiasmo y emoción, dos valores que reflejan el estado de ánimo de la nación que disfruta de un sueño fantástico hecho realidad con el título logrado.
Pero si se mira desde los palcos del Parlamento, cuando hoy escuchemos al presidente del Gobierno y los líderes de las fuerzas políticas liados a garrotazos volveremos a la realidad prosaica de una España política tensa, desgarrada, desunida y tosca, en la que no hay posibilidad alguna de “jugar en equipo” para lograr el entendimiento y los pactos que necesita el país para ganar el partido contra la crisis.
Salvo sorpresas, el debate del Estado de la Nación será una reiteración de años anteriores. De fondo, la crisis económica y la más reciente crisis catalana. En la tribuna, un presidente “transformado” que no supo gestionar la primera y ayudó a generar la segunda, que será contestado con dureza por la oposición que desconfía de sus medidas y sobre todo de su capacidad para dirigir al país. La reunión escenificará de nuevo el divorcio entre la clase política, que anda a su bola, y la ciudadanía y solo servirá para constatar públicamente sus diferencias en un contexto de broncas y encontronazos. No son previsibles acuerdos sobre algún plan nuevo y de calado para gestionar la crisis.
Quien más, quien menos ya sabe cual es el estado de la nación por la incertidumbre que invade su propio estado de ánimo, sobre todo si es parado, mileurista, funcionario, pensionista, o empresario en dificultades. Por eso, Sus Señorías podrían ahorrarse esta refriega parlamentaria y dejarnos seguir instalados en la canícula estival y en el desbordante entusiasmo con “La Roja”. Porque el debate en su formato actual es totalmente prescindible. Mejor nos quedamos con el fútbol.
Pero si se mira desde los palcos del Parlamento, cuando hoy escuchemos al presidente del Gobierno y los líderes de las fuerzas políticas liados a garrotazos volveremos a la realidad prosaica de una España política tensa, desgarrada, desunida y tosca, en la que no hay posibilidad alguna de “jugar en equipo” para lograr el entendimiento y los pactos que necesita el país para ganar el partido contra la crisis.
Salvo sorpresas, el debate del Estado de la Nación será una reiteración de años anteriores. De fondo, la crisis económica y la más reciente crisis catalana. En la tribuna, un presidente “transformado” que no supo gestionar la primera y ayudó a generar la segunda, que será contestado con dureza por la oposición que desconfía de sus medidas y sobre todo de su capacidad para dirigir al país. La reunión escenificará de nuevo el divorcio entre la clase política, que anda a su bola, y la ciudadanía y solo servirá para constatar públicamente sus diferencias en un contexto de broncas y encontronazos. No son previsibles acuerdos sobre algún plan nuevo y de calado para gestionar la crisis.
Quien más, quien menos ya sabe cual es el estado de la nación por la incertidumbre que invade su propio estado de ánimo, sobre todo si es parado, mileurista, funcionario, pensionista, o empresario en dificultades. Por eso, Sus Señorías podrían ahorrarse esta refriega parlamentaria y dejarnos seguir instalados en la canícula estival y en el desbordante entusiasmo con “La Roja”. Porque el debate en su formato actual es totalmente prescindible. Mejor nos quedamos con el fútbol.
No comments:
Post a Comment