Fiedler, subsecretario con Nixon, puso en duda la fiabilidad de los economistas como magos en el arte de su conocimiento cuando un día dijo que si preguntabas algo a cinco economistas, obtendrías cinco respuestas diferentes, seis si uno de ellos fue a Harvard. La opinión de un profesional como él, que desempeñó un papel de gestor en áreas económicas del gobierno más poderoso del mundo, referida en este caso a sus compañeros de profesión, era tan elocuente como lo fue la del académico canadiense Laurence Peter, quien definió al economista como aquel que te dirá mañana por qué lo que predijo ayer no se ha cumplido hoy.
Hace uno días asistí a una conferencia de Pankaj Ghemawat, profesor de Harvard, para comprobar, entre otras cosas, si su respuesta a la crisis valía por dos, cuestión para mí tan misteriosa como desentrañar la afirmación de Fiedler. Quería comprobar, así mismo, que la redefinición de los conceptos es una estrategia tan fructífera como la propia invención de los mecanismos que los articulan, cosa en la que sobresale el indio tras matizar el significado del término ‘globalización’. Para esta segunda cuestión he obtenido, como esperaba, una respuesta positiva. Para la primera, sobre el valor de cada contestación de un profesor de la acreditada universidad norteamericana, también: nadie como ellos sabe utilizar los principios más asentados para dejarte abiertas dos puertas (y más) por las que poder dar rienda suelta a tus dudas.
Posiblemente en estos días cada lector habrá conseguido no cinco sino una veintena de respuestas y opiniones diferentes sobre las nuevas medidas para resolver la crisis aportadas por el Gobierno Zapatero, tras las que se adivina a Miguel Sebastián como telonero de un sainete en la mejor tradición del teatro español.
La sensación final que nos ha quedado, al día siguiente de la sesión plenaria, es que las medidas de ayer de Zapatero no eran lo que todos esperábamos hoy: tenemos diecisiete mercados en la piel de toro; las soluciones de pandereta, por mucho ordenador que incluyan, acaban en fiesta verbenera cuando no hay un modelo educativo que las sustente; es mejor improvisar que definir actuaciones, y lo que es peor, tenemos una clase política que es la mejor definición de las aseveraciones de Fiedler y Peter.
Hace uno días asistí a una conferencia de Pankaj Ghemawat, profesor de Harvard, para comprobar, entre otras cosas, si su respuesta a la crisis valía por dos, cuestión para mí tan misteriosa como desentrañar la afirmación de Fiedler. Quería comprobar, así mismo, que la redefinición de los conceptos es una estrategia tan fructífera como la propia invención de los mecanismos que los articulan, cosa en la que sobresale el indio tras matizar el significado del término ‘globalización’. Para esta segunda cuestión he obtenido, como esperaba, una respuesta positiva. Para la primera, sobre el valor de cada contestación de un profesor de la acreditada universidad norteamericana, también: nadie como ellos sabe utilizar los principios más asentados para dejarte abiertas dos puertas (y más) por las que poder dar rienda suelta a tus dudas.
Posiblemente en estos días cada lector habrá conseguido no cinco sino una veintena de respuestas y opiniones diferentes sobre las nuevas medidas para resolver la crisis aportadas por el Gobierno Zapatero, tras las que se adivina a Miguel Sebastián como telonero de un sainete en la mejor tradición del teatro español.
La sensación final que nos ha quedado, al día siguiente de la sesión plenaria, es que las medidas de ayer de Zapatero no eran lo que todos esperábamos hoy: tenemos diecisiete mercados en la piel de toro; las soluciones de pandereta, por mucho ordenador que incluyan, acaban en fiesta verbenera cuando no hay un modelo educativo que las sustente; es mejor improvisar que definir actuaciones, y lo que es peor, tenemos una clase política que es la mejor definición de las aseveraciones de Fiedler y Peter.
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