Saturday, May 16, 2009

Reformas

El éxito en la economía, como en otros campos de la vida, está en la planificación y la constancia, no en el mimetismo. Cuando el pasado domingo escribía en este periódico que dudaba de que ciertas reformas en el mercado laboral consiguieran el propósito que algunos aducían, lo hacía con el convencimiento de que primar el corto plazo sobre el largo plazo es un error tan grave como no hacer nada.

Pero mi crítica fundamental estaba en la oportunidad de las reformas: ¿por qué cuando las cosas van mal es cuando todo el mundo se acuerda de santa Bárbara? Tenemos la mala costumbre, incentivada por la miopía política de los periodos electorales, de que no aprovechamos cuando las cosas van bien para implantar aquellas medidas que nos permitan en un futuro afrontar épocas más duras. Es decir, en economía la teoría de los ciclos se ha visto reiteradamente corroborada. Detrás de los buenos tiempos vienen los malos, y no hay mal que cien años dure. Pues entonces, aprovechemos la bonanza para hacer los cambios necesarios para acometer con garantías los días malos, que sin duda vendrán de nuevo cuando salgamos de los actuales y retomemos el horizonte.

El catedrático de la Universidad de Barcelona Antón Costas se refirió a este sustrato teórico en un reciente artículo en el que recogía cuatro premisas fundamentales. En primer lugar, que la crisis dificulta las reformas, porque las clases populares sólo perciben que éstas sirven para favorecer a los de siempre.

En segundo lugar, que a veces no se necesitan grandes reformas, sino mucha innovación e imaginación por parte de las instituciones, y eso es un maná que no abunda en ninguna parte del tejido social y productivo.

En tercer lugar, cualquier reforma siempre implica que uno gana y otro pierde a corto plazo, aunque el beneficio haya que contemplarlo en periodos más extensos. Y cuando estamos inmersos en la crisis, la pérdida se hace aún mucho más dura para quien ha de soportarla.

Y cuarto, la eterna manía de querer copiar las soluciones que adoptan otros. Las soluciones que funcionan en un contexto social y económico distinto no tienen por qué funcionar cuando cambian las variables. Lo que hay que buscar son ideas, no recetas, y esa es la auténtica tragedia en los momentos como los actuales.

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