En plena transición un diputado de la oposición se quejaba de que la UCD que apoyaba al Gobierno aplicara con frecuencia el rodillo de su mayoría absoluta porque "ya no sabemos qué hacer ante el rechazo sistemático de muchas de nuestras propuestas". Una joven andaluza que participaba en la conversación, con el gracejo propio de su tierra le contestó: "Ustedes lo que tienen que hacer es oposición y, si pueden, deben hacer un trabajo de oposición al menos tan bueno como el que hace el Gobierno".
Que ejercer y apoyar la acción de gobierno y hacer oposición son las funciones que deben desempeñar parecen tenerlo claro los diputados gallegos que hace ocho días tomaron posesión de sus escaños. Todos fueron elegantes en sus deseos de una legislatura de "mano tendida" y los portavoces de la oposición prometieron una oposición dura, seria e intensa pero responsable, rigurosa y constructiva en el control permanente al ejecutivo y la propuesta de alternativas para la resolución de los problemas del país. Es la forma adecuada para que la sociedad vea en sus ideas, propuestas y discrepancias una alternativa válida a la que se le pueda encomendar de nuevo el gobierno.
Hasta se obró el milagro de que el presidente en funciones rebajara la tensión en su último encuentro con su sucesor al frente de la Xunta, que también promete no aplicar una política sectaria y gobernar para todos -incluidos los 750.000 que no le votaron- haciendo que se desvanezcan las siglas de su partido para que aparezcan las de Galicia.
Por tanto, el comienzo de la legislatura pinta bien. Porque los diputados parecen predispuestos a la búsqueda de amplios consensos y pactos para resolver los problemas del país y afrontar sus retos de futuro. Pero también cabe la posibilidad de que fueran presa de la emoción al entrar en el Parlamento y en poco tiempo busquen los llamados "réditos políticos" y reaparezcan las discrepancias viscerales y los brotes de crispación que desde la Cámara pueden trasladarse a la calle.
En principio merecen un voto de confianza. Pero que sepan unos y otros que tienen cuatro años para desempeñar sus funciones y ejercer sus responsabilidades, que será la materia de su evaluación permanente.
Que ejercer y apoyar la acción de gobierno y hacer oposición son las funciones que deben desempeñar parecen tenerlo claro los diputados gallegos que hace ocho días tomaron posesión de sus escaños. Todos fueron elegantes en sus deseos de una legislatura de "mano tendida" y los portavoces de la oposición prometieron una oposición dura, seria e intensa pero responsable, rigurosa y constructiva en el control permanente al ejecutivo y la propuesta de alternativas para la resolución de los problemas del país. Es la forma adecuada para que la sociedad vea en sus ideas, propuestas y discrepancias una alternativa válida a la que se le pueda encomendar de nuevo el gobierno.
Hasta se obró el milagro de que el presidente en funciones rebajara la tensión en su último encuentro con su sucesor al frente de la Xunta, que también promete no aplicar una política sectaria y gobernar para todos -incluidos los 750.000 que no le votaron- haciendo que se desvanezcan las siglas de su partido para que aparezcan las de Galicia.
Por tanto, el comienzo de la legislatura pinta bien. Porque los diputados parecen predispuestos a la búsqueda de amplios consensos y pactos para resolver los problemas del país y afrontar sus retos de futuro. Pero también cabe la posibilidad de que fueran presa de la emoción al entrar en el Parlamento y en poco tiempo busquen los llamados "réditos políticos" y reaparezcan las discrepancias viscerales y los brotes de crispación que desde la Cámara pueden trasladarse a la calle.
En principio merecen un voto de confianza. Pero que sepan unos y otros que tienen cuatro años para desempeñar sus funciones y ejercer sus responsabilidades, que será la materia de su evaluación permanente.
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