Escuché en una emisora de radio que en una cafetería de Valladolid, además de los lugares destinados a fumadores y no fumadores, habilitaron un tercer espacio bajo el rótulo “prohibido hablar de la crisis” para aquellos clientes que no quieran conversar sobre la situación económica.
Me parece una iniciativa genial. Es verdad que la crisis se introdujo de tal forma en las entrañas de la sociedad y en nuestras propias vidas que no hay reunión de trabajo, tertulia de café o encuentro programado o casual en que no sea el primero y a veces el único tema de conversación. Ahora ha dejado de ser asunto debatido por especialistas para pasar a formar parte de los comentarios de la gente corriente.
Pero este climax de preocupación satura y genera un estado de ánimo de pesimismo generalizado, de inseguridad y miedo ante el futuro. Y determina el tránsito de la crisis económica a la sicológica que nos sumerge a todos a una profunda depresión donde la desconfianza es total.
También es verdad que a veces es imposible sustraerse a tanto decaimiento de ánimo que con frecuencia estimulan muchas noticias económicas negativas y sobre todo los debates parlamentarios en los que quienes gobiernan exhiben tanto optimismo que ocultan la realidad de los hechos y la oposición muestra una cara tan pesimista que no deja lugar para esperanza alguna. Esa actitud de unos y otros, más que subir la moral, aumenta la incertidumbre y la percepción de que o bien la crisis no tiene solución o esta se busca por caminos equivocados.
Por eso, la iniciativa de la cafetería vallisoletana es muy oportuna y, además, está en línea de lo que predican los gurús de la dirección de empresas para los que la salida de la crisis es una cuestión de confianza. Como primera medida proponen escapar de ese estado de postración, abandonar la tristeza, actuar desde el pensamiento más creativo y optimista y no amargarse la vida, porque vendrán tiempos mejores.
Mientras vengan mal dadas hay que abrigarse contando siempre con paraguas mentales alternativos. El primero para dejar de martirizarnos con pensamientos negativos y recobrar la confianza en nosotros mismos que es una premisa de partida para superar las dificultades.
Me parece una iniciativa genial. Es verdad que la crisis se introdujo de tal forma en las entrañas de la sociedad y en nuestras propias vidas que no hay reunión de trabajo, tertulia de café o encuentro programado o casual en que no sea el primero y a veces el único tema de conversación. Ahora ha dejado de ser asunto debatido por especialistas para pasar a formar parte de los comentarios de la gente corriente.
Pero este climax de preocupación satura y genera un estado de ánimo de pesimismo generalizado, de inseguridad y miedo ante el futuro. Y determina el tránsito de la crisis económica a la sicológica que nos sumerge a todos a una profunda depresión donde la desconfianza es total.
También es verdad que a veces es imposible sustraerse a tanto decaimiento de ánimo que con frecuencia estimulan muchas noticias económicas negativas y sobre todo los debates parlamentarios en los que quienes gobiernan exhiben tanto optimismo que ocultan la realidad de los hechos y la oposición muestra una cara tan pesimista que no deja lugar para esperanza alguna. Esa actitud de unos y otros, más que subir la moral, aumenta la incertidumbre y la percepción de que o bien la crisis no tiene solución o esta se busca por caminos equivocados.
Por eso, la iniciativa de la cafetería vallisoletana es muy oportuna y, además, está en línea de lo que predican los gurús de la dirección de empresas para los que la salida de la crisis es una cuestión de confianza. Como primera medida proponen escapar de ese estado de postración, abandonar la tristeza, actuar desde el pensamiento más creativo y optimista y no amargarse la vida, porque vendrán tiempos mejores.
Mientras vengan mal dadas hay que abrigarse contando siempre con paraguas mentales alternativos. El primero para dejar de martirizarnos con pensamientos negativos y recobrar la confianza en nosotros mismos que es una premisa de partida para superar las dificultades.
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