Cuenta la leyenda que cuando Harry Truman enviaba a un colaborador a una reunión delicada le decía: “si no puedes convencerlos, confúndelos”. Eso mismo es lo que están haciendo los candidatos a la Xunta y sus teloneros que con tanto discurso no consiguen convencer a muchos ciudadanos que siguen confusos e indecisos, desencantados y escépticos porque perciben que los líderes que aspiran a conquistar el poder tienen pocos proyectos para gobernar el país.
En lo que va de campaña es verdad que han soltado propuestas grandilocuentes y promesas imposibles que son una mezcla entusiasta de buenas intenciones que no tienen recorrido más allá del día de reflexión. Pero falta un discurso programático serio, sostenible y convincente que traslade a esta sociedad atemorizada un mensaje de esperanza. Parecen agotados, faltos de ideas, perdidos en vaguedades y transmiten poca confianza para resolver los problemas y enfrentarse a la crisis que es lo que más preocupa a la mayoría que ahora piensa en su supervivencia económica. Seguramente no dan para más y aunque las tres fuerzas parlamentarias y sus líderes no merezcan el aprobado de los gallegos, según la encuesta de Anova que publicaba El Correo Gallego, son los candidatos por los que debemos votar para conformar una legislatura y un gobierno que serán clave para el progreso del país.
En cuanto a las formas, la campaña no es un ejemplo de elegancia pero tampoco se sale del guión de lo políticamente correcto aún contando con las denuncias cruzadas de despilfarros y otras corruptelas. Pero seguro que no será un referente en el futuro, quizá porque los mítines son un anacronismo en la era de la red.
Sí que pasará a la historia como la perla de la campaña esa leva de setecientos excursionistas que iban a Portugal y acabaron en Oia escuchando las prédicas del candidato del Bloque que reclamó su voto. Algunos políticos copian del pasado estas prácticas despreciables y repugnantes de manipular a los mayores abusando de su debilidad física y económica. Un engaño indecente por el que en lugar de pedirles el voto debería pedirles perdón. A ellos y a todo el país por manchar la imagen de esta Galicia que está por encima de sus políticos.
En lo que va de campaña es verdad que han soltado propuestas grandilocuentes y promesas imposibles que son una mezcla entusiasta de buenas intenciones que no tienen recorrido más allá del día de reflexión. Pero falta un discurso programático serio, sostenible y convincente que traslade a esta sociedad atemorizada un mensaje de esperanza. Parecen agotados, faltos de ideas, perdidos en vaguedades y transmiten poca confianza para resolver los problemas y enfrentarse a la crisis que es lo que más preocupa a la mayoría que ahora piensa en su supervivencia económica. Seguramente no dan para más y aunque las tres fuerzas parlamentarias y sus líderes no merezcan el aprobado de los gallegos, según la encuesta de Anova que publicaba El Correo Gallego, son los candidatos por los que debemos votar para conformar una legislatura y un gobierno que serán clave para el progreso del país.
En cuanto a las formas, la campaña no es un ejemplo de elegancia pero tampoco se sale del guión de lo políticamente correcto aún contando con las denuncias cruzadas de despilfarros y otras corruptelas. Pero seguro que no será un referente en el futuro, quizá porque los mítines son un anacronismo en la era de la red.
Sí que pasará a la historia como la perla de la campaña esa leva de setecientos excursionistas que iban a Portugal y acabaron en Oia escuchando las prédicas del candidato del Bloque que reclamó su voto. Algunos políticos copian del pasado estas prácticas despreciables y repugnantes de manipular a los mayores abusando de su debilidad física y económica. Un engaño indecente por el que en lugar de pedirles el voto debería pedirles perdón. A ellos y a todo el país por manchar la imagen de esta Galicia que está por encima de sus políticos.
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