Se suele decir que las épocas de crisis son un buen momento para aprovechar nuevas oportunidades. Es cierto: creo en ello más de lo que creen muchos de nuestros empresarios. Pero hoy escribo para los más jóvenes, recién titulados o próximos a serlo: vuestra oportunidad quizá esté en acrecentar la formación, vuestro auténtico valor diferencial. Teorizar es fácil, y estáis cansados de teorías. Dejadme, por eso, contaros experiencias.
Hace unos años hablé con un amigo de una multinacional con oficina en Madrid para pedirle que evaluaran a un joven recién titulado al que conocía para, en su caso, incorporarlo a su organización en la capital de España. Acostumbrado a viajar por todo el mundo, incluso por países que en principio ninguno de nosotros elegiríamos para nuestros primeros viajes, había recorrido varias universidades, alguna de ellas en el norte de Europa, y quería establecerse en Madrid. Tenía un buen potencial y no necesitó más que la primera presentación a ese buen amigo, hoy director mundial de Comunicación de esa misma organización desde Nueva York, para ganarse el puesto.
Con el tiempo, la tradicional morriña de los gallegos, y a pesar de su amplio mundo, le quiso traer a Galicia de regreso, y se colocó en nuestro grupo empresarial más conocido, pero no terminó de resignarse a nuestra cultura terruña y minifundista, que también es la suya. Así que, hace escasos días, decidió aprovechar la oportunidad que le brindaba esta nueva época. Se despidió de su empresa y se fue a preparar intensamente la oposición para la Escuela Diplomática, una opción seria y contundente donde las haya.
Otra. Cuando yo estudiaba en Madrid tenía un compañero con el que mantenía una gran amistad. Él era empleado del Sanwa Bank, hoy Banco de Tokyo, y llevaba en España dos años estudiando español y la realidad socioeconómica de nuestro país para luego volver a su puesto en la capital nipona. Su formación estaba financiada por el banco, lo que para mí era una apuesta magnífica de una organización que creía en el talento y que formaba a su personal con visión a medio y largo plazo. Él aprovechó su oportunidad.
Y por último, un caso personal. Mi hija estudia en Bruselas. Acabará este verano su licenciatura y ha decidido aprovechar este bache del mercado de empleo para replantearse nuevas alternativas para el año que viene, aumentando las opciones que ya barajaba con estudios o becas en otras capitales europeas. ¡Adelante! Hay ocasiones en las que vale la pena lanzarse a un sueño porque el coste de oportunidad ha cambiado los escenarios posibles y manejables.
Hace unos años hablé con un amigo de una multinacional con oficina en Madrid para pedirle que evaluaran a un joven recién titulado al que conocía para, en su caso, incorporarlo a su organización en la capital de España. Acostumbrado a viajar por todo el mundo, incluso por países que en principio ninguno de nosotros elegiríamos para nuestros primeros viajes, había recorrido varias universidades, alguna de ellas en el norte de Europa, y quería establecerse en Madrid. Tenía un buen potencial y no necesitó más que la primera presentación a ese buen amigo, hoy director mundial de Comunicación de esa misma organización desde Nueva York, para ganarse el puesto.
Con el tiempo, la tradicional morriña de los gallegos, y a pesar de su amplio mundo, le quiso traer a Galicia de regreso, y se colocó en nuestro grupo empresarial más conocido, pero no terminó de resignarse a nuestra cultura terruña y minifundista, que también es la suya. Así que, hace escasos días, decidió aprovechar la oportunidad que le brindaba esta nueva época. Se despidió de su empresa y se fue a preparar intensamente la oposición para la Escuela Diplomática, una opción seria y contundente donde las haya.
Otra. Cuando yo estudiaba en Madrid tenía un compañero con el que mantenía una gran amistad. Él era empleado del Sanwa Bank, hoy Banco de Tokyo, y llevaba en España dos años estudiando español y la realidad socioeconómica de nuestro país para luego volver a su puesto en la capital nipona. Su formación estaba financiada por el banco, lo que para mí era una apuesta magnífica de una organización que creía en el talento y que formaba a su personal con visión a medio y largo plazo. Él aprovechó su oportunidad.
Y por último, un caso personal. Mi hija estudia en Bruselas. Acabará este verano su licenciatura y ha decidido aprovechar este bache del mercado de empleo para replantearse nuevas alternativas para el año que viene, aumentando las opciones que ya barajaba con estudios o becas en otras capitales europeas. ¡Adelante! Hay ocasiones en las que vale la pena lanzarse a un sueño porque el coste de oportunidad ha cambiado los escenarios posibles y manejables.
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