Wednesday, July 20, 2011

El caos está aquí

''¡HAY QUE VER lo que se está haciendo esperar el caos!", decía el personaje de una viñeta alarmado por el avance del gran tsunami de la crisis, ahora en forma de deuda gigantesca, que amenaza los cimientos económicos y políticos de occidente, sobre todo de la vieja Europa. No hay día sin convulsiones y en el fondo siempre están las dudas sobre la solvencia de algunos países. Las agencias de calificación se reparten el juego en esa carrera de relevos para agitar a los mercados, el sobrecoste de la deuda alcanza porcentajes alarmantes, caen las bolsas, los países no pueden sostener el ritmo de vida que llevan e implantan medidas de ajuste brutales -las últimas en Italia- y parece que caminamos hacia el abismo. Todo indica que el caos ya está aquí. La vieja Europa, que no fue capaz de articularse en una unión política y fiscal, se muestra hoy desunida y torpe para dar respuestas firmes y rápidas para rescatar a pequeños países en dificultades y, de seguir por este camino, va a tener que rescatarse a sí misma si quiere salvar la unidad económica y monetaria y mantener el sueño de alcanzar algún día la unidad política. Está en juego todo el entramado de la Unión, desde la estabilidad del euro hasta el mercado único. Europa es simpática, aburrida e irrelevante, no es lo suficientemente peligrosa para llamar la atención ni lo suficientemente dinámica e influyente para atraerla, como ocurre con China, escribía en octubre de 2009 Timothy Garton Ash, que ya entonces, en circunstancias bien distintas, decía que el viejo continente es como una gran Suiza dividida en cantones y cada uno de ellos defiende ferozmente sus tradiciones y su autogobierno pero, como dice Moisés Naím, son incapaces de defender juntos el proyecto más imaginativo e innovador de la geopolítica mundial como es consolidar a Europa como un actor económico integrado y un protagonista político cohesionado en el escenario internacional. Sobra proteccionismo, falta liderazgo y privan un cúmulo de intereses que son el reflejo de la resistencia de cada nación a perder el poder. Mañana Europa tiene una cita con el destino y si no alcanza un compromiso colectivo para salvar a Grecia, evitar nuevos rescates de Irlanda y Portugal y apuntalar la eurozona, como dice el ministro de Finanzas italiano, nos hundimos todos, incluidos los pasajeros de primera clase.

Wednesday, July 13, 2011

Semana aciaga

La pasada fue una semana aciaga para Galicia. Primero, por la desaparición del Códice Calixtino, una joya poco protegida y mal custodiada, que contiene una parte singular de la historia del país y es patrimonio gallego y de la humanidad.

Pero detrás de esta noticia de alcance quedaron como eclipsadas dos informaciones que tienen gran importancia económica para el país. La primera es la enésima crisis del sector naval, esta vez por la suspensión de las bonificaciones fiscales en la construcción de barcos decretada por el Ministerio de Economía hasta que la Unión Europea resuelva la denuncia presentada por varios países europeos.

La paralización de las exenciones fiscales amenaza a un sector estratégico de la economía gallega cuyos astilleros pueden perder hasta 11.000 millones de euros en nuevos contratos y el país 15.000 puestos de trabajo. Es curioso que España esté en el punto de mira cuando la construcción naval también está incentivada en otros países de distintas formas y cuantía.

La segunda noticia es la negativa del Gobierno a sentarse a negociar los 805 millones de euros que le reclama la Xunta. Dos anotaciones previas. Primera, el sistema de financiación autonómica es complejo y quizá en el modelo pactado quedaron flecos que se prestan a distintas interpretaciones. En segundo lugar, es sabido que las relaciones entre el Gobierno central y la actual Xunta nunca fueron fluidas y evidencian un deterioro institucional importante que perjudica a ambas partes, seguramente más a Galicia. Por tanto, no es fácil determinar quien tiene más razón en este asunto.

Pero estas consideraciones no impiden concluir que es poco edificante, por decirlo de manera suave, que el Gobierno de España, quebrantando principios elementales de toda negociación, mantenga una actitud de bloqueo y sean sus propios "enviados especiales" a la mesa negociadora -dos directores generales- quienes inviten a la Xunta a reclamar por vía judicial los millones del plan de financiación. Habrá que recordarles que Galicia también es Estado.

En fin, que la semana pasada no solo se cumplió aquí la ley, sino que el propio Murphy desarrolló su reglamento. ¿Aparecerá el Calixtino, Bruselas y Madrid levantarán el veto a las ayudas fiscales al sector naval y Xunta y Gobierno recompondrán sus relaciones? Todo está en el aire, salvo milagro del señor Santiago.

Monday, July 11, 2011

Doblan las campanas

Oí contar a un paisano leído que había en su aldea un terrateniente acaudalado que en la posguerra prestaba dinero a los labradores empobrecidos exigiendo unas “fianzas” e intereses insoportables que aquella gente pobre tenía que aceptar para poder dar de comer a los hijos. El rico del pueblo tenía la exclusiva del negocio de prestamista en el entorno de aquel concello rural en aquella Galicia de la autarquía, de la subsistencia y de la cartilla de racionamiento y ejerció su oficio hasta que se instaló en la capital municipal la primera sucursal de la Caja de Ahorros.

La Caja popularizó en la localidad un modo de hacer banca con una fórmula elemental como era fomentar y recoger el ahorro de los paisanos que se anotaba en las populares libretas -desde entonces cada niño nace con su libreta de la caja- y se lo devolvía en forma de pequeños préstamos para comprar una vaca, para hacer frente a necesidades imperiosas o para realizar pequeñas inversiones. Además, la caja impulsaba actividades culturales y recreativas e hizo posible que varios rapaces del pueblo pudieran ir a la universidad con sus becas y con su crédito-estudio.

Aquella oficina minúscula acabó con la usura del terrateniente y salvó de la exclusión financiera a los labradores, a los comerciantes y profesionales autónomos que ni se atrevían a pisar la moqueta y los mármoles de los bancos instalados en la ciudad, ocupados en otras operaciones, y no tenían tiempo para “perder” con gentes del rural que les reportaban escasa rentabilidad.

Ahora, los vecinos de aquella aldea ven con asombro como su caja -y otras- desaparece por la vía de su transformación en un banco a causa de los graves errores en la gestión que no quisieron cortar los órganos de gobierno y los supervisores. Y piensan que con este cambio de nombre y de filosofía volverá a aparecer el terrateniente prestamista, ahora con nombre de marca bancaria, que sin aquella vinculación al territorio y sin competencia, pondrá condiciones más duras para todas las operaciones financieras.

Por eso, los lugareños -labradores modestos, autónomos y los escolares- tañen las campanas del pueblo que doblan por la pérdida de su caja, el referente financiero que sacó a la aldea de la exclusión financiera, la sirvió lealmente, contribuyó a su desarrollo y progreso y era la última trinchera de protección que les quedaba frente al oligopolio de la banca. Seguramente la historia juzgará con rigor a los culpables de esta desfeita, pero ellos lloraran la pérdida de su caja, un vecino muy querido que echarán mucho de menos.

Los salarios, culpables

En este país acongojado las noticias son tantas y se suceden con tanta velocidad que probablemente pocos se acuerden de que la semana pasada la Asociación Española de Banca y el Banco de España volvían a arremeter contra los salarios de los trabajadores a los que culpan de que la economía no dé el salto para salir de la crisis.

El presidente de la patronal bancaria sostiene que la única vía para la recuperación pasa por una “devaluación interna” de los salarios y el Banco de España va más allá y sentencia que “el repunte de los salarios es preocupante y pone en riesgo la recuperación económica”.

No alcanzo a saber si los salarios “culpables” son los de los banqueros y altos directivos de empresa o son los de los millones de trabajadores que cobran el salario mínimo o andan bordeando los mil euros.

La casualidad informativa quiso que el mismo día que el presidente de la AEB y el banco emisor hacían este diagnóstico, el Financial Times publicaba que el sueldo de los banqueros subió un 36 por cien en 2010 y situaba en la élite de los mejor pagados a varios españoles. También está publicada la relación de los nueve ejecutivos patrios mejor retribuidos, con sueldos que oscilan entre los 3,86 y los 10 millones los euros, bonus aparte. Y si hablamos de los consejeros ejecutivos y principales directivos de las firmas cotizadas en Bolsa, su sueldo medio superó el millón de euros en 2010.

También fue casualidad que el mismo día el ministro de Trabajo anunciara para el año próximo una subida discreta -entre el 1,5 y el 2,5 por cien- del Salario Mínimo Interprofesional, que asciende a la astronómica cantidad de 641 euros al mes. En esa banda salarial y en el “selecto club” de los mileuristas están la inmensa mayoría de los trabajadores españoles cuyos sueldos son “culpables” del paro y del estancamiento de la economía española, según estos gurús de las finanzas. Deberían apuntar en otra dirección.

“Me sobra mes al final del sueldo”, decía irónicamente una pancarta de una manifestación del sábado. Los ciudadanos, afirma el profesor Antón Costas, “tienen razón para estar indignados por tener que cargar sobre sus espaldas las alegrías de los banqueros” que ahora eluden sus responsabilidades y demonizan a los salarios precarios y escasos de los trabajadores que, a este paso, acabarán pagando por trabajar. Al tiempo.

El debate

“Tu vienes de España, ¿cómo está la cosa por allí?. -Pues uno trabajando, cinco mirando y los políticos enredando…”. Es el diálogo imaginado por el humorista “Puebla” en una viñeta de abril, que se produce en una patera llena de inmigrantes a punto de partir rumbo a España desde la costa africana.

¿Cómo están ahora las cosas por aquí? Don Ciprián de Penalva, que cité en otras ocasiones, diría que “por un lado ti xa ves, e por outro, ¡que queres que che diga!”, que en su sabiduría de campesino leído significa que el estado de “las cosas” es, cuando menos, preocupante.

Preocupante, porque son muchas las señales de deterioro y desorden en el país, que parece que se desmorona en lo político, económico, social e institucional. En el orden político, hay “un Gobierno agotado, solo contando votos en el Parlamento” -dijo Fernández Toxo- que después de las elecciones semeja estar “descolocado” y provisional, sin fuerzas y sin ideas para seguir tirando del país. En la oposición cada uno va a lo suyo, juegan al corto plazo y tratan de obtener la mayor rentabilidad de la debilidad del Ejecutivo.

La economía estancada, muy lejos de generar empleo. Los mercados siguen al acecho, la deuda pública creciendo con la prima de riesgo en porcentajes peligrosos y todos somos más pobres porque, según Eurostat, la renta por habitante española cayó a los niveles que tenía en 2004, lo que significa que hemos retrocedido casi ocho años.

En el aspecto social, los indignados en la calle y el desánimo está instalado en la sociedad, harta de hacer sacrificios sin obtener resultados ahora, ni ver despejado el horizonte futuro. El paro inquieta a más del ochenta por cien de los españoles, siete de cada diez dicen que la situación económica es mala o muy mala y casi idéntico porcentaje califica de la misma forma a la situación política, según el último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas.

Estos son algunos rasgos del “estado de la nación” sobre el que debaten Sus Señorías, que forma parte de la mecánica parlamentaria. Pero más que decirnos como estamos, que ya lo sabemos, tenemos derecho a exigirles que abandonen su dialéctica bronca y consensúen iniciativas y propuestas que reactiven la economía, generen empleo, recuperen el crédito e infundan ánimos a los parados, empresarios y familias. Es urgente levantar la moral tan alicaída del país.

Saturday, July 09, 2011

Un ejemplo de austeridad

Después de las elecciones del día 22 fueron pocos los analistas de los resultados que repararon debidamente en la irrupción de Unión Progreso y Democracia, un partido pequeño, con escasos medios y poco apoyo mediático, que se convirtió en la cuarta fuerza política del país al obtener concejales en cerca de un centenar de municipios, destacando su entrada con la fuerza de ocho diputados en la Asamblea de la Comunidad de Madrid y con cinco concejales en el ayuntamiento de la capital.

Pero más que el número de diputados y ediles, lo relevante de esta formación es su discurso limpio y regenerador de la vida pública que conecta con muchas demandas de los “indignados” acampados en las plazas y de mucha gente que empieza a estar harta de los comportamientos de muchos profesionales de la política y del poder.

En cumplimiento de su programa electoral, UPyD dice que no apoyará con sus votos a aquellas fuerzas políticas que lleven en sus listas a algún implicado en casos de corrupción y manifiesta su voluntad firme de luchar contra el despilfarro público prescindiendo de prebendas y privilegios en este momento de crisis en el que es necesario practicar y dar ejemplo de austeridad.

En esta línea hay que situar la renuncia de los cinco ediles de Madrid a los cinco coches oficiales que tienen asignados, una medida más efectista que efectiva desde la perspectiva del ahorro, pero que es un magnífico gesto simbólico que les honra tanto como ha desconcertado a los demás partidos que no quieren renunciar al privilegio incomprensible que tienen todos los concejales en ese ayuntamiento, el más endeudado de España.

No está mal que los cinco concejales de UPyD empiecen la práctica de los recortes en el gasto público por el escandaloso abuso de los coches oficiales, un signo externo que puede ser poco significativo económicamente, pero es uno de los paradigmas de despilfarro en todas las administraciones. Es de esperar que no vayan de farol o no den marcha atrás a mitad de legislatura engullidos por el sistema.

No sé que recorrido tendrá este pequeño partido, pero su programa es un soplo de aire fresco, ejemplo de coherencia en el ejercicio de la actividad pública, que reconcilia al ciudadano con la política cuando es desempeñada dentro de cauces de austeridad y decencia como norma de comportamiento de los servidores públicos.

Malas dirigencias

“Tenemos un oficialismo que está desarticulado, somos una dirigencia de mierda en la que me incluyo. Y la gente dice cosas peores de nosotros: nos llaman corruptos, delincuentes, incapaces, mediocres, vendepatrias... Todos los calificativos que usted quiera. Esto es lo que la gente piensa de la clase política”.

Es el juicio sumarísimo que el senador Eduardo Duhalde hacía de los dirigentes políticos de su país en octubre de 2001, un mes y unos días antes de que el presidente De la Rua decretara el corralito en medio de una profunda depresión social y convulsión económica.

No me atrevo a decir que el análisis del político argentino sea un retrato de la realidad española -y gallega- pero sí que se parece mucho por las grandes coincidencias entre la situación que se vivía en aquella Argentina y la crisis total -política, económica, social e institucional- que ahora padecemos aquí.

La desafección y el hartazgo -y la indignación en las plazas- hacia la “dirigencia” del país son evidentes. Los políticos, corrupción aparte que merece análisis más detenido, están dando muchas pruebas de anteponer sus intereses individuales o partidistas a los intereses generales del país. Por lo que se refiere a otras “dirigencias”, ahí están patronal y sindicatos incapaces de llegar a un acuerdo en la negociación colectiva, un fracaso que suple el Gobierno con un decreto insatisfactorio para todas las partes. Si hablamos de las “dirigencias” de una justicia lenta y desconcertante, de la sanidad quebrada, de la educación y su fracaso escolar o del sistema financiero, el panorama es tan desolador que obliga a concluir que casi todo está hecho un desastre.

Decía también Duhalde que “apareció la categoría de nuevos pobres que antes no existía, una clase que se siente agredida. No sólo los pobres, sino los comerciantes, los profesionales jóvenes, la gente de la cultura, toda la gente que produce empieza a sentir cierto olor de exclusión. El descenso de la clase media es un drama individual y para el país”. ¿Les suena? Aquí la clase media se cae a pedazos envuelta en un profundo pesimismo instalado en la sociedad, ya hay exclusión social y la gente tiene miedo a tanta incertidumbre. Un panorama aterrador.

Por eso, si aún quedan dirigentes con sentido de la responsabilidad, que hagan algo para cambiar el rumbo antes de que el país se precipite al abismo.

El AVE fantasma

El fantasma no es el AVE gallego que va cobrando cuerpo en forma de vías, túneles y viaductos y, ¡meigas fora!, parece definitivamente encauzado, sino el AVE manchego que unía a Toledo con las ciudades de Cuenca y Albacete, vía Madrid. Costó 3.500 millones de euros y dejó de circular la semana pasada.

Ese tren se puso en marcha en diciembre para transportar diariamente hasta 2.190 viajeros pero trasladaba una media de ¡dieciséis pasajeros!, siete a Cuenca y nueve a Albacete, una ocupación del 4,7 por ciento cuando el umbral de rentabilidad estaba situado en torno al setenta por ciento.

La noticia no abrió los telediarios seguramente porque, como dijo una ministra, "el dinero público no es de nadie". Es cierto que el enorme esfuerzo inversor en infraestructuras hizo posible gran parte del milagro económico español hasta situarnos como la octava potencia económica del mundo y en el nivel de vida de que disfrutamos. Pero muchas inversiones fueron impulsadas y acometidas sin los pertinentes informes y estudios sobre su necesidad y racionalidad económica. Faltó sentido común.

Por eso, este "ave fantasma" no es el único ejemplo de derroche de recursos públicos en la construcción de infraestructuras que nadie necesitaba pero los políticos de turno aplaudieron. Ahí están los aeropuertos de Castellón en el que no ha aterrizado avión alguno o el más conocido de Ciudad Real que, dicen las crónicas, fue uno de los causantes del quebranto económico de la Caja Castilla La Mancha.

También en Galicia tenemos ejemplos de infraestructuras "poco pensadas", concebidas e iniciadas cuando abundaba el dinero, pero escaseaban las ideas. Además de los dos ejemplos más conocidos, ambos inacabados, se hicieron proyectos que poco aportan al bienestar ciudadano y representan una hipoteca económica de futuro, mientras se dejaron de acometer actuaciones más necesarias, como el saneamiento de las rías y otros equipamientos básicos.

Si este fuera un país riguroso, antes de empezar una obra se exigiría, además del preceptivo informe de impacto ambiental, un estudio sobre su necesidad, los beneficios que reporta y la carga económica que representa para el futuro. Sencillamente para evitar que políticos irresponsables, movidos por el corto plazo electoral, dilapiden los recursos públicos en construcciones que son fruto de sus ensoñaciones megalómanas.