Sunday, May 01, 2011

Semana Santa

No creo que España haya dejado de ser católica, como afirmaba don Manuel Azaña, pero ochenta años después sí es verdad que hemos dejado de ser tolerantes y respetuosos. El último ejemplo lo ofrecen un grupo de extremistas que tienen a la Iglesia Católica en el punto de mira, lo que no se atreven a hacer con la religión musulmana.

Semanas atrás comentamos en esta columna la profanación de la capilla del campus de Somosaguas y hace unos días la Asociación Madrileña de Ateos y Librepensadores (Amal) llegó a convocar una procesión atea para mañana, Jueves Santo, por las calles del castizo barrio de Lavapiés que al final fue prohibida por la Delegación del Gobierno. Uno de los miembros del colectivo convocante declaraba a una emisora de radio: “Somos pocos, representamos un frente ideológico dedicado única y exclusivamente a castigar a las conciencias católicas. Nuestro propósito es hacer daño y no nos andamos con contemplaciones”.

Sobran comentarios. La ideología de estas gentes parece que se fundamenta en fomentar la animadversión a los católicos y a sus creencias, cuyo ejemplo paradigmático son las celebraciones de la Semana Santa que los creyentes viven con devoción desde la fe.

Pero la Semana Santa también se puede vivir desde la descreencia, el agnosticismo o la indiferencia “pasando” de viejas costumbres y ritos profundamente arraigados en nuestra cultura que estos días compendian muchos siglos de historia en actos de gran vistosidad y belleza, simbiosis de religiosidad y bullicio, de tradición y modernidad, que concitan una gran atención popular.

Ahora bien, desde la fe, el agnosticismo o la indiferencia, el desfile de los pasos que representan los últimos días del Dios de los cristianos exige la actitud de tolerancia y de profundo respeto que merecen los fieles participantes, las cofradías organizadoras y los curiosos apostados en las rúas de Ferrol, Viveiro o Fisterra, por citar las procesiones gallegas más espectaculares. No hace falta creer en Dios para ver las procesiones y admirar la belleza de su imaginería y para percibir y sentir la grandiosidad artística que esos días desfila ante nuestros ojos.

Pero España sigue siendo diferente y algunos, como los de esa asociación madrileña, aún no han aprendido a convivir en el marco de un Estado aconfesional en el que todos debemos ser respetuosos con todas las ideas y creencias.

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