La educación es aquello que nos permite llegar a las ideas, a lo abstracto, lo que nos ofrece una base para posteriormente poner acciones en marcha. A menudo he dicho que se trata del elemento principal para que un país siga el camino del desarrollo; algo que se ha demostrado en las revueltas del mundo árabe, iniciadas gracias a un grupo de estudiantes.
Sin embargo, esto también lo saben bien algunos países africanos en guerra, véase la RD del Congo. La milicia es conocedora del poder que pueden llegar a tener en sus manos los niños, y lo intentan atajar de raíz. Están surgiendo informes que demuestran que el 40% de las mujeres de la RD del Congo son o han sido violadas. Escalofriante, y lo es aún más saber que realmente no son el objetivo. El nuevo focus se encuentra en los niños –sobre todo niñas- por varios motivos: por miedo a contraer el SIDA, por ser más vulnerables, por crear problemas familiares –repudios, pobreza, abandonos- y psicológicos –absentismo escolar, miedo, autorrechazo- que, debido a los escasos medios que tienen a su alcance, no suelen ser superados y permiten, indirectamente, un control masivo de la población. Más efectivo incluso que la mayoría de los medios usados en una guerra clásica.
Población dominada, objetivo conseguido. Sorprendente que la ONU se limite a emitir informes sobre lo “legítimo que la milicia considera atacar un centro educativo”. Sorprendente que se hagan informes de mutilaciones, violaciones, humillaciones de pueblos, asesinatos no justificados –si es que en algún caso un asesinato puede ser justificado…
UNIFEM, ONU, la Corte Penal Internacional… ¿Y por qué no una comisión internacional que estudie estos abusos, tal y como Michelle Bachelet propone? ¿Por qué no el Servicio Financiero para educación propuesto por la UNESCO?
La ayuda que nuestros países destinan a estas regiones nunca fue ni será suficiente, pero, es más, nunca será justa, sino interesada. Que alguien me explique por qué se ha aumentado en cinco veces la ayuda que Afganistán está recibiendo para sus centros escolares, mientras que el Chad, el Congo o Costa de Marfil han visto reducido los recursos que se les entregan hasta unos mínimos muy discutibles… Dejemos de decir “ayuda al desarrollo”, dejemos de ser hipócritas. Sólo se ayuda cuando se hace voluntariamente, sin un interés oculto. Aquí sólo se quiere ayudar a quien nos conviene que sea ayudado. Controlamos el mundo, cerramos los ojos ante atrocidades, y si nos explotan en la cara, criticamos la mala actuación de aquellos encargados de la región. Una vergüenza que se va demostrando una y otra vez, pero que a pocos les interesa; excepto que salga un reportaje morboso y sentimental en la televisión que nos enseñe a esos niños, a esas madres, esas familias rotas y esas trágicas historias de vida que nos hacen sentir afortunados por no estar ahí. Hasta que cerremos los ojos, durmamos y olvidemos todo.
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