En las noches de los viernes de los años setenta el programa concurso “Un, dos, tres… responda otra vez” cautivaba la atención y entretenía a los espectadores de TVE, la única televisión que emitía en el país. En su tercera parte llamada “la subasta” los concursantes tenían un montón de posibilidades para hacerse con regalos, muchos de gran valor, pero todos iban siempre en busca del coche que para ellos era el regalo estrella.
¿Tendrán los políticos alguna predisposición genética que les incline a venerar de forma desmedida al coche oficial, como les ocurría a los concursantes de aquel programa de televisión? Pregunto esto porque hace un mes el portavoz del área institucional del partido socialista en el Parlamento gallego denunciaba la utilización fraudulenta de vehículos del parque móvil de la Xunta por personal de libre designación “para fines privados y uso personal”.
La denuncia no es novedosa. Quien lea los periódicos encontrará decenas de casos de uso desmedido o fraudulento de coches oficiales en todas las administraciones del Estado. Hace meses, aquí en Galicia se acusó a un presidente de Diputación de utilizar el vehículo oficial para recoger a sus nietos en el colegio y fue muy comentado el caso de un director general de la Xunta que cuando viajaba de Santiago a Madrid por asuntos de trabajo siempre regresaba a Vigo donde vivía y ordenaba a su chofer que fuera a recogerlo a Peinador para llevarlo desde el aeropuerto a su residencia en la ciudad olívica. El coche regresaba de noche a Santiago para volver a buscarlo a Vigo al día siguiente.
Lo noticiable es que los coches irrumpen de nuevo en la precampaña electoral, como ocurriera en las elecciones autonómicas cuando el partido popular, que ahora sostiene al Gobierno, destapó con mucha virulencia el caso de los Audis para desgastar al gobierno de entonces.
Los casos que ahora denuncia este diputado seguramente no van a arruinar al erario público. Pero los coches son el síntoma de otros muchos abusos y despilfarros -Visas Oro, teléfonos móviles, viajes, asesores-, sin contar la corrupción, que cometen en las distintas administraciones gobiernos de todos los colores, que actúan de la misma forma cuando tienen responsabilidades ejecutivas.
Son un mal ejemplo administrando el poder que les dimos. Por eso el país pide a gritos una pasada por la regeneración de la vida pública para recuperar la transparencia en la gestión, el pudor y hasta la vergüenza. Es la reforma pendiente que quienes nos gobiernan no quieren acometer.