Wednesday, January 26, 2011

Indignez vous!

Tomo prestado el título para esta columna de Stéphane Hessel, diplomático francés de origen judío, que está cautivando a sus compatriotas con un opúsculo de treinta páginas en el que pide a las nuevas generaciones que tomen el relevo de la lucha -él lo hizo contra el nazismo- para decir ¡basta! y les exhorta a indignarse y a resistir “porque el mundo va mal gobernado por unos poderes financieros que lo acaparan todo y los jóvenes se juegan la libertad y otros valores importantes”.

Tiene razón el veterano luchador francés: tal como están las cosas, hay razones más que sobradas para indignarse. Las tienen, en primer lugar, los jóvenes que son las primeras víctimas de la crisis porque el paro se ceba con ellos con cifras irritantes. Unos buscan salida por la vía de la emigración y otros sobreviven mientras aguante el colchón de sus padres, pero esta sociedad les cierra todos los horizontes de futuro.

La misma indignación la tienen muchos ciudadanos: empresarios y profesionales, funcionarios y pensionistas, trabajadores, autónomos y sobre todo los parados. La gente empieza a estar harta de que todas las medidas y ajustes -abaratamiento del despido, rebajas salariales, congelación de pensiones, escalada de precios- recaigan siempre sobre los más desfavorecidos y una clase media menguante, que no generaron esta situación, mientras los verdaderos causantes “se van de rositas”.

También en la calle y en las tertulias espontáneas de cafetería se percibe mucha indignación y se arremete contra los políticos por sus corrupciones, privilegios y frivolidades, porque se entretienen en chorradas, reparten quintales de crispación y demagogia mientras el país está abierto en canal. La gete sabe que muchas de las calamidades que padece son debidas a los errores del Gobierno, que tardó en reconocer la crisis y en tomar medidas, y a la irresponsabilidad de la oposición que va por la legislatura sin despeinarse, cooperando poco y sin desvelar siquiera sus planes alternativos para arreglar los males del país.

Más que sed de elecciones, como decía Rajoy en Sevilla, el país tiene hambre de líderes, de ideas, de programas y tiene sed de un gobierno y de una oposición serios que busquen soluciones y nos devuelvan la democracia de calidad y un poco de ilusión y esperanza para rescatarnos de tanto pesimismo e indignación.

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