En el futuro, tal día como hoy será recordado como el primer día operativo de la nueva Caja gallega, que nació por imperativo de un mercado globalizado que exige dimensión, capitalización y solvencia que, según dicen, se alcanzan mejor por la vía de la fusión.
La nueva caja tiene que enfrentarse, entre otros, a tres grandes retos. El primero es conservar su identidad de caja de ahorros, evitando caer en un proceso de bancarización que implicaría su desaparición. El segundo es asumir que ahora, tras la firma de la escritura, comienza la fusión verdadera. Llegó el momento de buscar la síntesis armoniosa de las estrategias de las cajas anteriores seleccionando con criterios de gestión los mejores proyectos y planes de acción en cada parcela del negocio para alcanzar la eficiencia en el mercado global.
Por tanto, es la hora de sumar balances, estrategias y equipos, sobre todo equipos humanos para acoplar en la nueva estructura dos plantillas portadoras de dos culturas empresariales, aprovechando todas las capacidades y recursos, procedan de donde procedan, para comenzar la andadura con solvencia financiera y con solvencia gerencial. Perdería demasiado la caja naciente si deja sin cometido a profesionales acreditados y no optimiza el potencial de todos los efectivos. Por eso, cabe esperar que los dirigentes de la nueva entidad financiera -todos los dirigentes- actúen con la generosidad que requiere un proceso de fusión, sin que prenda en ellos la actitud mezquina de marginar el talento.
El tercer desafío para la nueva caja es ser digna heredera y sucesora de Caixa Galicia y Caixanova que escribieron páginas brillantes en la historia económico-financiera y sociocultural de Galicia. Suyo fue el impulso a las economías domésticas, a las pequeñas y medianas empresas y a los profesionales y ahí está su Obra Social y la intensa actividad cultural acompañando todas las manifestaciones de la cultura gallega.
Ese fue el ejemplo de galleguidad que dejan las cajas desaparecidas: el apoyo a los sectores productivos de la economía y a la cultura gallegas que, en coincidencia con los discursos oficiales, señala el camino a su sucesora. Y ese compromiso con Galicia es el que justifica los costes de esta fusión, que son inmensos en pérdida de activos, de empleo y en términos económicos.
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