La gran pregunta es si la Reforma Laboral aprobada la semana pasada que el presidente del Gobierno defendió este lunes en Noruega, un país que tiene un índice de paro de un 3,8%, va a servir para proteger los empleos existentes y crear puestos de trabajo en el mercado laboral español, cuyo índice de paro es del 20%.
La verdad es que, más allá del presidente, su Gobierno y el grupo parlamentario que lo apoya, no se escuchan voces defensoras de esta reforma y es difícil encontrar en los anales de la política española una normativa tan cuestionada y con menos apoyo social.
Los sindicatos la rechazan y utilizan como el gran argumento para la huelga general; para los empresarios se queda a mitad de camino, no sabría decir si por falta de medidas más flexibilizadoras o porque se queda corta abaratando el despido; los grupos parlamentarios, con la excepción del socialista, expresaron su rechazo, incluso aquellos que se abstuvieron; y muchos expertos sostienen que se perdió una oportunidad para hacer una reforma que, sin satisfacer del todo a los empresarios, no defraudara a los trabajadores. Parafraseando la canción de Julio Iglesias, la vida laboral sigue igual de precaria y con el despido más fácil y barato.
Por tanto, si esta reforma no fomenta el empleo, si no anima a los empresarios, si cabrea a los sindicatos y defrauda a los trabajadores hay que concluir que nace cuestionada por todos y será incapaz de homologar el anquilosado mercado de trabajo español a las formas laborales de los países de nuestro entorno, que son las que impulsan sus sistemas productivos.
Hay que recordar que la reforma nace tras el fracaso del diálogo social y todo indica que su gestación fue precipitada. Los problemas importantes -y el mercado de trabajo lo es- no se resuelven bien por decreto, sino que requieren la aportación y el acuerdo de las fuerzas políticas, empresariales y sindicales en un diálogo flexible, que es el paso previo al pacto social que en Galicia fue posible.
Cuando se trata de reformar el mercado laboral envejecido, el consenso siempre da mejores resultados que la imposición. Aún así habrá que darle un tiempo a ver si es verdad que esta “es una reforma positiva para todos los trabajadores”, como dice el ministro José Blanco. Ojala acierte.
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