Coinciden los rectores electos de Vigo y Santiago en la preocupación por la financiación de las universidades, un asunto que ambos tendrán que gestionar en tiempos de crisis, que eleva a enormes las dificultades económicas. Sostener el actual modelo universitario requiere, además de los fondos públicos, otras fuentes alternativas de financiación, la búsqueda de economías de escala entre las tres universidades y una mayor racionalización y eficiencia del gasto aprovechando los recursos humanos y materiales.
También coinciden en el objetivo de buscar la excelencia para sus campus, lo que implica el desarrollo de las capacidades y competencias de profesores y estudiantes para ofrecer a la sociedad una universidad competitiva en la que florezca el trabajo, la reflexión y los saberes y de la que salgan titulados homologados a sus colegas de nuestro entorno.
Gobernar hoy las universidades debe ser una tarea ardua y tendrán que resolver muchos problemas porque la complicada encrucijada a la que se enfrenta la sociedad seguramente es un laberinto para las doctas instituciones. Decía el profesor Casares Long que "fai falta un esforzo importante por parte dos profesores, levamos moito tempo cun modelo que temos que mudar". El problema es como afrontar esa "mudanza" en el contexto educativo de un Plan Bolonia que necesita una gran implicación de todos y cautiva a muy pocos. Además, en las aulas se percibe un decaimiento anímico del profesorado, mientras los alumnos tienen casi como único objetivo la obtención del título.
Pero ese es uno de los retos, generar el cambio en la universidad para que, tras una reflexión prospectiva, adecúe planes y procesos educativos a las necesidades y exigencias de la sociedad del mañana, que será distinta en su sistema productivo, en el ámbito de las profesiones y en las necesidades de investigación. Educar, dice James W. Botkin, es preparar hoy a los hombres para que mañana sepan hacer frente a situaciones nuevas.
Dicho lo anterior y sin querer aguar la fiesta, quizá los rectores -y la sociedad gallega- deban preguntarse si Galicia tiene masa crítica y puede sostener tres universidades. Pregunta pertinente cuando tantos sectores están inmersos en reestructuraciones tan profundas.
También coinciden en el objetivo de buscar la excelencia para sus campus, lo que implica el desarrollo de las capacidades y competencias de profesores y estudiantes para ofrecer a la sociedad una universidad competitiva en la que florezca el trabajo, la reflexión y los saberes y de la que salgan titulados homologados a sus colegas de nuestro entorno.
Gobernar hoy las universidades debe ser una tarea ardua y tendrán que resolver muchos problemas porque la complicada encrucijada a la que se enfrenta la sociedad seguramente es un laberinto para las doctas instituciones. Decía el profesor Casares Long que "fai falta un esforzo importante por parte dos profesores, levamos moito tempo cun modelo que temos que mudar". El problema es como afrontar esa "mudanza" en el contexto educativo de un Plan Bolonia que necesita una gran implicación de todos y cautiva a muy pocos. Además, en las aulas se percibe un decaimiento anímico del profesorado, mientras los alumnos tienen casi como único objetivo la obtención del título.
Pero ese es uno de los retos, generar el cambio en la universidad para que, tras una reflexión prospectiva, adecúe planes y procesos educativos a las necesidades y exigencias de la sociedad del mañana, que será distinta en su sistema productivo, en el ámbito de las profesiones y en las necesidades de investigación. Educar, dice James W. Botkin, es preparar hoy a los hombres para que mañana sepan hacer frente a situaciones nuevas.
Dicho lo anterior y sin querer aguar la fiesta, quizá los rectores -y la sociedad gallega- deban preguntarse si Galicia tiene masa crítica y puede sostener tres universidades. Pregunta pertinente cuando tantos sectores están inmersos en reestructuraciones tan profundas.
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