Mientras la gran mayoría de los gallegos viven angustiados por llegar a fin de mes, por el paro, por la congelación y las rebajas salariales o por la inseguridad que rodea a sus puestos de trabajo y toda la sociedad es presa de la incertidumbre que está sembrando la crisis económica que avanza desbocada, algunos políticos se entretienen en destapar y revolver la basura que ellos mismos generaron.
No sabría decir por qué, pero las denuncias de casos de corrupción irrumpen ahora con fuerza en Galicia. Aprovechando que dos ex concejales se sentaron en el banquillo, destacados dirigentes políticos están librando una dura batalla y esparcen corrupciones que los socialistas intentan extrapolar de Gondomar a otros concellos como práctica urbanística generalizada de los populares, y estos, a su vez, rebuscan en los archivos y denuncian una supuesta trama de sociedades para acopio y desvío de fondos públicos al partido socialista.
Yo no se quien tiene razón. Los ciudadanos normales acudimos a los juzgados con pruebas, pero estos portavoces convocan ruedas de prensa buscando efectos mediáticos pasajeros porque al final ya verán como estas acusaciones quedan en nada, como quedó el asunto de las dietas cobradas indebidamente, lo que hace sospechar que son más los casos que se tapan que los que se persiguen hasta el final.
La corrupción junta lo peor de la iniciativa privada con lo más despreciable del poder político hasta formar pandillas de malhechores que secuestran a un país de ciudadanos honestos y apenados por tantos casos de cobro de comisiones, de prevaricaciones y cohechos, de tráfico de influencias, sobornos o evasión fiscal, sin contar las corruptelas menores. Es cierto que la mayoría de los políticos son honrados, faltaría más, y que todos merecen la presunción de inocencia. Pero los ciudadanos ya no necesitamos sentencias firmes para sacar conclusiones de los incrementos de muchos patrimonios.
Por eso, si a los políticos les queda algo de dignidad democrática deben esclarecer estas conductas y limpiar sus propias casas desinfectándolas hasta erradicar de sus formaciones cualquier sospecha de comportamiento indecente. Endureciendo las leyes y haciendo transparentes las cuentas de los partidos.
No sabría decir por qué, pero las denuncias de casos de corrupción irrumpen ahora con fuerza en Galicia. Aprovechando que dos ex concejales se sentaron en el banquillo, destacados dirigentes políticos están librando una dura batalla y esparcen corrupciones que los socialistas intentan extrapolar de Gondomar a otros concellos como práctica urbanística generalizada de los populares, y estos, a su vez, rebuscan en los archivos y denuncian una supuesta trama de sociedades para acopio y desvío de fondos públicos al partido socialista.
Yo no se quien tiene razón. Los ciudadanos normales acudimos a los juzgados con pruebas, pero estos portavoces convocan ruedas de prensa buscando efectos mediáticos pasajeros porque al final ya verán como estas acusaciones quedan en nada, como quedó el asunto de las dietas cobradas indebidamente, lo que hace sospechar que son más los casos que se tapan que los que se persiguen hasta el final.
La corrupción junta lo peor de la iniciativa privada con lo más despreciable del poder político hasta formar pandillas de malhechores que secuestran a un país de ciudadanos honestos y apenados por tantos casos de cobro de comisiones, de prevaricaciones y cohechos, de tráfico de influencias, sobornos o evasión fiscal, sin contar las corruptelas menores. Es cierto que la mayoría de los políticos son honrados, faltaría más, y que todos merecen la presunción de inocencia. Pero los ciudadanos ya no necesitamos sentencias firmes para sacar conclusiones de los incrementos de muchos patrimonios.
Por eso, si a los políticos les queda algo de dignidad democrática deben esclarecer estas conductas y limpiar sus propias casas desinfectándolas hasta erradicar de sus formaciones cualquier sospecha de comportamiento indecente. Endureciendo las leyes y haciendo transparentes las cuentas de los partidos.
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