Thursday, July 09, 2009

Prescindir del coche

Hace unos años las revistas de dirección de empresas publicaban artículos sobre los símbolos de estatus en las organizaciones y solían poner como ejemplos los muebles de los despachos, la moqueta, alfombras o cortinas y tener muchas personas a su cargo. Pero el mayor símbolo de "buena posición" era el coche que la empresa asignaba a un selecto grupo de mandos, la imagen suprema de poder, pompa y boato, en palabras del alcalde Tierno en uno de sus Bandos. Yo no sé si aquella fiebre de algunos directivos la heredó la clase política que semeja padecer ahora una epidemia por apropiarse de múltiples "símbolos políticos" de poder entre los que el coche sigue ocupando lugar importante. Traigo esto a colación por la propuesta de la Federación Española de Municipios y Provincias que recientemente aconsejaba a los alcaldes, concejales y otros cargos locales y provinciales que al menos un día a la semana dejen aparcados sus coches oficiales y utilicen el transporte público como hacen muchos mortales.

La FEMP apela a la sensibilidad de los cargos públicos para que "arrimen el hombro" con esta medida como contribución al ahorro para paliar los efectos de la crisis. No es una mala propuesta, aunque por sí sola es el "chocolate del loro", poco significativo si no va acompañada de otras medidas para ahorrar toneladas de chocolate de tantos loros de todas las administraciones que viajan en coche oficial.

Pero hablando de coches, el lío monumental se armó por aquí con el parque móvil que componen el Audi del anterior presidente y la flota de automóviles de gran cilindrada aparcados en los bajos de San Caetano. La Xunta justifica su venta porque tales "símbolos de poder" no encajan con la línea de austeridad y con la política del ahorro del Gobierno autónomo.

Es una decisión muy discutible. Porque, al margen de que va en detrimento de la seguridad del presidente, ni esos coches de alta gama eran el paradigma del despilfarro del gobierno anterior, ni su venta ahora es el modelo de reducción de gastos en el que quiere inspirarse la política de austeridad. El actual ejecutivo parece disfrutar más mirando al retrovisor que asegurando una buena conducción de la nave del país, que debe circular hacia delante.

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