Finalizado el curso escolar y cerrados los centros, la educación está de vacaciones y, como todos los años, se volverá a hablar de los muchos días de descanso de que disfrutan los escolares, tema de conversación muy socorrido a lo largo del verano.
En septiembre del año pasado, tras el descanso veraniego, la Confederación Española de Asociaciones de Padres de Alumnos -Ceapa- y la Confederación Nacional Católica de Padres de Alumnos -Concapa- pedían la revisión y redistribución del calendario escolar, sobre todo del periodo de vacaciones de verano porque "es demasiado largo y perjudica el equilibrio educativo de los alumnos".
Los presidentes de estas asociaciones querían que se abriera un debate sosegado para hablar de los tiempos escolares, en concreto del largo descanso estival, "tres meses que hacen que muchos chavales pierdan el ritmo totalmente e incluso se aburran", lo que se puede constatar en agosto al encontrar a niños y adolescentes cansados de vacaciones y deseosos de volver a clase para ver a los compas en el entorno normal de un día de clase programado.
El problema no es exclusivo de nuestro país. En marzo, cuando Obama presentaba su reforma educativa rechazaba "un calendario académico diseñado para cuando América era una nación de granjeros que necesitaban que sus niños estuvieran en casa para arar la tierra al final de cada día" y pedía más tiempo de clase "en el verano o a través de jornadas escolares ampliadas para aquellos niños que las necesiten".
Sin duda, este es un problema complejo que no tiene fácil solución porque colisiona con los legítimos derechos de los docentes y choca con unos hábitos vacacionales que se pierden en la noche de los tiempos, lo que da idea de que el calendario escolar es insensible a los cambios que ha vivido la sociedad.
Por eso requiere un debate sereno, no solo para hablar del aumento de jornadas lectivas, sino para buscar soluciones imaginativas que contribuyan a enriquecer el descanso veraniego y ampliar los conocimientos de los escolares que necesitan mucha formación para vivir en una sociedad exigente. Si esas soluciones ayudan también a los padres a conciliar su vida laboral con las vacaciones de sus hijos, acierto pleno.
En septiembre del año pasado, tras el descanso veraniego, la Confederación Española de Asociaciones de Padres de Alumnos -Ceapa- y la Confederación Nacional Católica de Padres de Alumnos -Concapa- pedían la revisión y redistribución del calendario escolar, sobre todo del periodo de vacaciones de verano porque "es demasiado largo y perjudica el equilibrio educativo de los alumnos".
Los presidentes de estas asociaciones querían que se abriera un debate sosegado para hablar de los tiempos escolares, en concreto del largo descanso estival, "tres meses que hacen que muchos chavales pierdan el ritmo totalmente e incluso se aburran", lo que se puede constatar en agosto al encontrar a niños y adolescentes cansados de vacaciones y deseosos de volver a clase para ver a los compas en el entorno normal de un día de clase programado.
El problema no es exclusivo de nuestro país. En marzo, cuando Obama presentaba su reforma educativa rechazaba "un calendario académico diseñado para cuando América era una nación de granjeros que necesitaban que sus niños estuvieran en casa para arar la tierra al final de cada día" y pedía más tiempo de clase "en el verano o a través de jornadas escolares ampliadas para aquellos niños que las necesiten".
Sin duda, este es un problema complejo que no tiene fácil solución porque colisiona con los legítimos derechos de los docentes y choca con unos hábitos vacacionales que se pierden en la noche de los tiempos, lo que da idea de que el calendario escolar es insensible a los cambios que ha vivido la sociedad.
Por eso requiere un debate sereno, no solo para hablar del aumento de jornadas lectivas, sino para buscar soluciones imaginativas que contribuyan a enriquecer el descanso veraniego y ampliar los conocimientos de los escolares que necesitan mucha formación para vivir en una sociedad exigente. Si esas soluciones ayudan también a los padres a conciliar su vida laboral con las vacaciones de sus hijos, acierto pleno.
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