En una viñeta de humor posterior al primer debate que mantuvieron Mayor Oreja y López Aguilar, un espectador del duelo dialéctico televisivo muestra las fotografías de ambos candidatos mientras suplica: "Por favor, Europa, aléjalos de nosotros". No es descabellado pensar que ese sea el deseo de muchos espectadores que vieron a dos políticos amortizados en un debate crispado, de escasa altura intelectual y con discursos carentes de interés.
Pero ellos escenificaron el nivel y las directrices de sus partidos para esta campaña, que responde al guión esperado: sobra agresividad y falta sensibilidad hacia las cuestiones europeas. Europa solo es la disculpa para que los políticos se zurren, enzarzados en discusiones domésticas que contaminan unas elecciones manipuladas para hacer de ellas unas primarias, desnaturalizando el sentido de la convocatoria.
En clave gallega los candidatos o están diluidos en las macrolistas de los grandes partidos o, en el caso de los nacionalistas, aparecen en extraña coalición sin posibilidad de ser elegidos. En la práctica da igual aunque, con lo que nos jugamos en Europa, es triste que el Parlamento Europeo sea un mausoleo de políticos recompensados por sus partidos que jamás regresan a sus distritos electorales para conocer los problemas de sus electores.
Dicho esto, daría algo por asistir a un mitin de Magdalena Álvarez en Galicia que tuviera como teloneros al presidente del Gobierno, al ministro de Fomento y a sus colegas gallegos, todos ellos mentirosos compulsivos sobre los plazos del AVE. Es verdad que aquí mintieron casi todos los políticos, pero produce sonrojo que estos últimos impostores pidan el voto al pueblo gallego al que han estado engañando descaradamente en los últimos años. Es para suplicar, como en la viñeta, que se alejen de nosotros.
Igual de grave es que la sociedad civil no reaccione ante mentiras tan reiteradas, lo que indica que Galicia aún sigue siendo "tierra pobre habitada por almas rendidas, suspicaces y sin confianza en sí mismas", como nos describía don José Ortega. En fin, solo la fe democrática puede llevarnos el domingo a las urnas, aunque para votar tengamos que tapar la nariz y mirar para otro lado.
Pero ellos escenificaron el nivel y las directrices de sus partidos para esta campaña, que responde al guión esperado: sobra agresividad y falta sensibilidad hacia las cuestiones europeas. Europa solo es la disculpa para que los políticos se zurren, enzarzados en discusiones domésticas que contaminan unas elecciones manipuladas para hacer de ellas unas primarias, desnaturalizando el sentido de la convocatoria.
En clave gallega los candidatos o están diluidos en las macrolistas de los grandes partidos o, en el caso de los nacionalistas, aparecen en extraña coalición sin posibilidad de ser elegidos. En la práctica da igual aunque, con lo que nos jugamos en Europa, es triste que el Parlamento Europeo sea un mausoleo de políticos recompensados por sus partidos que jamás regresan a sus distritos electorales para conocer los problemas de sus electores.
Dicho esto, daría algo por asistir a un mitin de Magdalena Álvarez en Galicia que tuviera como teloneros al presidente del Gobierno, al ministro de Fomento y a sus colegas gallegos, todos ellos mentirosos compulsivos sobre los plazos del AVE. Es verdad que aquí mintieron casi todos los políticos, pero produce sonrojo que estos últimos impostores pidan el voto al pueblo gallego al que han estado engañando descaradamente en los últimos años. Es para suplicar, como en la viñeta, que se alejen de nosotros.
Igual de grave es que la sociedad civil no reaccione ante mentiras tan reiteradas, lo que indica que Galicia aún sigue siendo "tierra pobre habitada por almas rendidas, suspicaces y sin confianza en sí mismas", como nos describía don José Ortega. En fin, solo la fe democrática puede llevarnos el domingo a las urnas, aunque para votar tengamos que tapar la nariz y mirar para otro lado.
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