Tanto mitin, tantas declaraciones, tantos debates planteados en clave doméstica no consiguieron movilizar al electorado más allá de una mediocre participación, que solo es imputable a los partidos, a la campaña, calificada como la peor de la democracia, y a los políticos, a todos los políticos, que deberían estar algo más preocupados. Pero mientras unos celebran una victoria escasa y otros dan por buena una derrota mínima, se perciben al menos dos secuelas de estas elecciones en los dos partidos mayoritarios. La primera son las heridas que cada uno ha causado en el otro a lo largo de dos semanas en las que sus dirigentes, en una carrera alucinante de juego sucio, se han empleado a fondo para decirse de todo con ataques feroces, algunos realmente zafios y otros rozando la irresponsabilidad. Tras esta campaña no hay que descartar un endurecimiento en la política nacional, que también llegará a Galicia, porque no va a resultar fácil suturar las heridas entre socialistas y populares, empeñados en aniquilarse mutuamente cuando más necesario es su entendimiento para el gobierno de la nación y de esta comunidad.
El segundo eje de campaña que manejaron y también deja secuelas fue la corrupción, con la munición de los Falcon, los trajes, las subvenciones "hija mediante" o la seguridad de ex altos cargos, acusaciones magnificadas o minimizadas por los medios de comunicación en función de sus posiciones ideológicas. Una pena. Más grave es que en la sociedad se haya instalado la aceptación resignada de la corrupción y de los abusos que se cometen en el poder -repásense los resultados de Madrid y Valencia- hasta el punto que el ciudadano los contempla como un tributo normal que, año tras año, se cobran políticos de casi todos los partidos.
En fin, que estas "elecciones europeas sin Europa" dejan más al descubierto mucha crispación y algún comportamiento público desvergonzado. Una lacra que deben corregir con un plan de regeneración que erradique conductas que atentan contra la honestidad de la mayoría. Al tiempo, que restauren puentes de dialogo porque la colaboración entre ellos, más allá de las diferencias y refriegas electorales, es necesaria para que el país resuelva muchos problemas.
El segundo eje de campaña que manejaron y también deja secuelas fue la corrupción, con la munición de los Falcon, los trajes, las subvenciones "hija mediante" o la seguridad de ex altos cargos, acusaciones magnificadas o minimizadas por los medios de comunicación en función de sus posiciones ideológicas. Una pena. Más grave es que en la sociedad se haya instalado la aceptación resignada de la corrupción y de los abusos que se cometen en el poder -repásense los resultados de Madrid y Valencia- hasta el punto que el ciudadano los contempla como un tributo normal que, año tras año, se cobran políticos de casi todos los partidos.
En fin, que estas "elecciones europeas sin Europa" dejan más al descubierto mucha crispación y algún comportamiento público desvergonzado. Una lacra que deben corregir con un plan de regeneración que erradique conductas que atentan contra la honestidad de la mayoría. Al tiempo, que restauren puentes de dialogo porque la colaboración entre ellos, más allá de las diferencias y refriegas electorales, es necesaria para que el país resuelva muchos problemas.
No comments:
Post a Comment