En el fragor de la reciente campaña electoral unos presentaban la Ley de Dependencia como una gran conquista social mientras otros la calificaban de una "declaración de buenas intenciones" por las escasas dotaciones económicas. Los expertos en asuntos sociales dicen que es farragosa porque los trámites que exige para conseguir una ayuda son muchos, muy complicados y se alargan tanto en el tiempo que desesperan al administrado.
Puede que las tres partes tengan razón. Pero hasta ahora da la impresión que esta ley "es sólo propaganda", como sostiene Patricia, la joven de Ames que tuvo que dejarlo todo y cuida a su madre en precario, sin ayuda económica alguna. En enero, la Vicepresidencia de la Xunta convocó al grupo de los 200 cuidadores de los primeros dependientes evaluados a una reunión informativo-mitinera en la que les garantizó que a final de aquel mes recibirían a libranza do coidador, una ayuda económica mensual, además de otras prestaciones, "para valorizar e dignificar" su trabajo. Pocos días después les pidieron los datos bancarios para hacer efectiva esa ayuda que, en palabras del vicepresidente, "tamén servirá para contribuir á mellora da atención das personas dependentes". Pero cerca ya del final de marzo el dinero no llegó sin que ese departamento de la Xunta explique las causas del retraso.
Contaba un periódico que cuando en campaña electoral el vicepresidente se daba un baño de multitud en el mercado coruñés de As Conchitas se le acercó un hombre y le dijo: "Usted promete mucho, pero no paga lo que promete". Es posible que ese ciudadano estuviera pensando en esa libranza do coidador, que presentó con toda la pompa y hasta ahora resultó ser pura propaganda y un inmenso fiasco.
Nada justifica, y menos un puñado de votos, crear unas expectativas económicas a personas tan zurradas por el destino y la vida como los cuidadores y dependientes que nada pidieron, pero ahora se sienten utilizados, defraudados y hasta engañados. Lo que pomposamente llaman Sistema Galego de Bienestar necesita -y exige- más gestión que ideología, menos mítines y más obras.
Puede que las tres partes tengan razón. Pero hasta ahora da la impresión que esta ley "es sólo propaganda", como sostiene Patricia, la joven de Ames que tuvo que dejarlo todo y cuida a su madre en precario, sin ayuda económica alguna. En enero, la Vicepresidencia de la Xunta convocó al grupo de los 200 cuidadores de los primeros dependientes evaluados a una reunión informativo-mitinera en la que les garantizó que a final de aquel mes recibirían a libranza do coidador, una ayuda económica mensual, además de otras prestaciones, "para valorizar e dignificar" su trabajo. Pocos días después les pidieron los datos bancarios para hacer efectiva esa ayuda que, en palabras del vicepresidente, "tamén servirá para contribuir á mellora da atención das personas dependentes". Pero cerca ya del final de marzo el dinero no llegó sin que ese departamento de la Xunta explique las causas del retraso.
Contaba un periódico que cuando en campaña electoral el vicepresidente se daba un baño de multitud en el mercado coruñés de As Conchitas se le acercó un hombre y le dijo: "Usted promete mucho, pero no paga lo que promete". Es posible que ese ciudadano estuviera pensando en esa libranza do coidador, que presentó con toda la pompa y hasta ahora resultó ser pura propaganda y un inmenso fiasco.
Nada justifica, y menos un puñado de votos, crear unas expectativas económicas a personas tan zurradas por el destino y la vida como los cuidadores y dependientes que nada pidieron, pero ahora se sienten utilizados, defraudados y hasta engañados. Lo que pomposamente llaman Sistema Galego de Bienestar necesita -y exige- más gestión que ideología, menos mítines y más obras.
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