Es una buena noticia -sin entrar en detalles- que el paro bajara en Galicia en 6.500 personas en el tercer trimestre. Pero ni con este dato positivo estamos para celebraciones porque, si alguien no lo remedia, próximamente un número similar de trabajadores gallegos engrosará las listas del paro por dos decisiones de Madrid que entrañan una gravedad especial para la economía y el empleo.
La primera es el decreto del carbón que tiene efectos tan perversos para la economía gallega como la paralización o cierre de las Térmicas de As Pontes y Cerceda, la caída de actividad e ingresos en los puertos de Ferrol y A Coruña y, como consecuencia, el paro que afectará a los trabajadores de las dos centrales, de las empresas auxiliares y a los camioneros transportistas. Una ruina económica y una gran frustración social que no evitarán ni la “comisión mixta de seguimiento” -por cierto, sin presencia del Gobierno gallego- ni la paralización por la justicia de la entrada en vigor del decreto, porque tanto el presidente como su ministro de Industria dejaron claro que el Gobierno luchará para que las ayudas al carbón nacional se prolonguen más allá de 2014. Por tanto, la sentencia está echada, ellos saben como “circunvalar” la ley.
La segunda decisión es la negativa de la empresa PYMAR, en la que manda mucho el Ministerio de Industria, a conceder un aval de 4 millones para que Vulcano pueda finalizar la construcción del buque sísmico y acceder a nuevos contratos. ¿Esta negativa a avalar esa cantidad, pequeña en términos financieros, oculta una segunda reconversión naval?. Hoy se celebra una reunión en Madrid de la que poco se espera. El clavo ardiendo al que agarrarse es que la Xunta, que ya avaló 17 millones, encuentre la vía legal para salvar al mítico astillero. Están en juego centenares de puestos de trabajo directos e indirectos y el futuro de uno de los principales astilleros de España.
“Yo ambiciono una Galicia luminosa, creativa, emprendedora, capaz de valerse de sus potencialidades”, decía el ministro Blanco el domingo en una entrevista. Yo también, pero con tanto ninguneo, maltrato y castigo, esa Galicia es puro sueño. Más allá del victimismo y del llanto estéril, la percepción es que el Gobierno utiliza de nuevo a este país como moneda de cambio para favorecer otros intereses.
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