En una viñeta de humor, deliciosamente irónica, un veterano ferroviario apostado en la escalerilla del tren preguntaba a un paisano que caminaba por el andén: "¿Subes?". Non que levo prisa", le contestó. El dibujo, publicado hace unos años en un periódico, era una crónica perfecta de la velocidad que alcanzaban los trenes que circulaban por Galicia.
Pero eso era antes, cuando los trenes avanzaban cansinamente de una ciudad a otra parando en todas las estaciones para recoger a pasajeros que, por razones obvias, viajaban "con horario flexible", sin prisas. Ahora, Galicia acaba de entrar en la modernidad. Desde el día 13 es una realidad viajar de A Coruña a Santiago en poco más de media hora en un tren moderno y confortable que hace el trayecto placentero. No fue sin tiempo, porque tuvieron que pasar nueve años para que se materializara este primer tramo y habrá que esperar tres años más para que el Eje Atlántico ferroviario entre A Coruña y Vigo esté concluido.
Viajé en este tren entre Santiago y A Coruña y pude extraer dos conclusiones. La primera es la pérdida del tren de cercanías que, con sus defectos, prestaba el servicio necesario para que los vecinos de Bregua, Cerceda, Oroso o Verdía, por citar solo algunas de las estaciones desaparecidas, pudieran desplazarse a estas y otras poblaciones y a las ciudades. Hasta ahora, su recuperación es una vaga promesa y perderlo sería pagar un tributo demasiado elevado.
En segundo lugar, esta veloz "nosa señora de ferro" descubre las vergüenzas de las dos ciudades. A Coruña y Santiago son incapaces de prestar un servicio de transporte urbano, previo o posterior al viaje en el tren, razonablemente rápido para que los viajeros puedan llegar o salir de las estaciones en un tiempo adecuado. Hoy al bajar del tren en ambas ciudades la única alternativa para el viajero es el transporte privado en medio de un caos circulatorio, que desvirtúa el servicio integral de la alta velocidad.
Lo mismo pasa en los aeropuertos y puertos exteriores, lo que demuestra que somos especialistas en crear servicios incompletos, con carencias sustanciales. En el caso del tren, mientras no se subsanen estas deficiencias tenemos trenes rápidos pero modernidad a medias.
Pero eso era antes, cuando los trenes avanzaban cansinamente de una ciudad a otra parando en todas las estaciones para recoger a pasajeros que, por razones obvias, viajaban "con horario flexible", sin prisas. Ahora, Galicia acaba de entrar en la modernidad. Desde el día 13 es una realidad viajar de A Coruña a Santiago en poco más de media hora en un tren moderno y confortable que hace el trayecto placentero. No fue sin tiempo, porque tuvieron que pasar nueve años para que se materializara este primer tramo y habrá que esperar tres años más para que el Eje Atlántico ferroviario entre A Coruña y Vigo esté concluido.
Viajé en este tren entre Santiago y A Coruña y pude extraer dos conclusiones. La primera es la pérdida del tren de cercanías que, con sus defectos, prestaba el servicio necesario para que los vecinos de Bregua, Cerceda, Oroso o Verdía, por citar solo algunas de las estaciones desaparecidas, pudieran desplazarse a estas y otras poblaciones y a las ciudades. Hasta ahora, su recuperación es una vaga promesa y perderlo sería pagar un tributo demasiado elevado.
En segundo lugar, esta veloz "nosa señora de ferro" descubre las vergüenzas de las dos ciudades. A Coruña y Santiago son incapaces de prestar un servicio de transporte urbano, previo o posterior al viaje en el tren, razonablemente rápido para que los viajeros puedan llegar o salir de las estaciones en un tiempo adecuado. Hoy al bajar del tren en ambas ciudades la única alternativa para el viajero es el transporte privado en medio de un caos circulatorio, que desvirtúa el servicio integral de la alta velocidad.
Lo mismo pasa en los aeropuertos y puertos exteriores, lo que demuestra que somos especialistas en crear servicios incompletos, con carencias sustanciales. En el caso del tren, mientras no se subsanen estas deficiencias tenemos trenes rápidos pero modernidad a medias.
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