El libro “Estrategias para España”, publicado en 2007 por la revista Capital con el patrocinio de la Fundación Caixa Galicia, dedica un capitulo a glosar el importante papel y la positiva aportación de las autonomías en el desarrollo regional, pese a que aún persisten muchos desequilibrios territoriales.
Curiosamente, ese capítulo está ilustrado por la foto de la primera Conferencia de Presidentes Autonómicos de octubre de 2004 que no produjo acuerdos, pero fue un gran éxito por ser la primera vez que se reunían los jefes de los ejecutivos de todas las comunidades y ciudades autónomas con el Gobierno de España.
Este lunes se reunió la IV Conferencia que concluyó con el fracaso previsible porque no fue capaz de superar los viejos enfrentamientos entre los dos partidos mayoritarios a los que pertenecen los presidentes y se celebró sin un modelo de funcionamiento que debería contar con un orden del día conocido con antelación y documentación trabajada por los fontaneros para allanar el camino a los acuerdos. ¿Culpables del fracaso? Todos, convocante y convocados son “desleales” con este país que es la víctima que sigue varada en el fondo del pozo de la crisis. A ellos solo les interesa el poder.
No es entendible que en España se reúnan todos sus gobernantes -patronal y sindicatos incluidos- y no lleguen siquiera a un acuerdo de mínimos sobre algunos grandes temas de Estado: políticas de fomento de empleo, estabilidad de las finanzas públicas, los problemas del sector agrario, del medio ambiente y otros asuntos. Que se lo expliquen al 20% de parados -el 42% entre los jóvenes-, a los ganaderos gallegos, a los miles de autónomos y comerciantes que cerraron sus empresas o a las familias que sufren en sus carnes los rigores de la crisis.
Que los presidentes autonómicos de un bloque y del otro no se entiendan y no trabajen unidos en la gobernanza es una desgracia para el país. Todos ellos y el Gobierno central, si no lo son, parecen unos frívolos que en lugar de gobernar exhiben una manifiesta dejación de sus responsabilidades. Escribió Castelao que “a realidade actual da noxo”, pero tampoco podemos “fuxir dela” ahora. Y no es fácil cambiarla porque también depende de ellos. Una pena.
Curiosamente, ese capítulo está ilustrado por la foto de la primera Conferencia de Presidentes Autonómicos de octubre de 2004 que no produjo acuerdos, pero fue un gran éxito por ser la primera vez que se reunían los jefes de los ejecutivos de todas las comunidades y ciudades autónomas con el Gobierno de España.
Este lunes se reunió la IV Conferencia que concluyó con el fracaso previsible porque no fue capaz de superar los viejos enfrentamientos entre los dos partidos mayoritarios a los que pertenecen los presidentes y se celebró sin un modelo de funcionamiento que debería contar con un orden del día conocido con antelación y documentación trabajada por los fontaneros para allanar el camino a los acuerdos. ¿Culpables del fracaso? Todos, convocante y convocados son “desleales” con este país que es la víctima que sigue varada en el fondo del pozo de la crisis. A ellos solo les interesa el poder.
No es entendible que en España se reúnan todos sus gobernantes -patronal y sindicatos incluidos- y no lleguen siquiera a un acuerdo de mínimos sobre algunos grandes temas de Estado: políticas de fomento de empleo, estabilidad de las finanzas públicas, los problemas del sector agrario, del medio ambiente y otros asuntos. Que se lo expliquen al 20% de parados -el 42% entre los jóvenes-, a los ganaderos gallegos, a los miles de autónomos y comerciantes que cerraron sus empresas o a las familias que sufren en sus carnes los rigores de la crisis.
Que los presidentes autonómicos de un bloque y del otro no se entiendan y no trabajen unidos en la gobernanza es una desgracia para el país. Todos ellos y el Gobierno central, si no lo son, parecen unos frívolos que en lugar de gobernar exhiben una manifiesta dejación de sus responsabilidades. Escribió Castelao que “a realidade actual da noxo”, pero tampoco podemos “fuxir dela” ahora. Y no es fácil cambiarla porque también depende de ellos. Una pena.
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