A Coruña, dejó escrito Castroviejo, es un encantador parque de atracciones, una ciudad fina como su aire y su luz acristalada. Pero A Coruña es, sobre todo, una ciudad tolerante y cordial, siempre abierta a las universales corrientes de pensamiento. En su seno caben todas las ideologías, pensamientos y conductas que sean respetuosos con puntos de vista y formas de ser diferentes.
Por eso, en esta ciudad libre y acogedora chirría el comportamiento fanático de algunos políticos municipales. El primero es el del grupo de la oposición y su líder que, aparte de la fijación que tienen con el ya superado asunto del topónimo, deciden no apoyar la retirada de símbolos que recuerdan la etapa negra de la dictadura y hasta encuentran argumentos para que se mantenga en una plaza de la ciudad la estatua de Millán-Astray, “un coruñés de toda la vida”. Este general golpista protagonizó uno de los episodios más tristes y zafios de la historia de España cuando interrumpió el discurso de Unamuno en la Universidad de Salamanca al grito de "¡Muera la inteligencia! ¡Viva la muerte!". Calificarlo de “coruñés de pro” es, por decirlo suavemente, hacer el ridículo y quizá situarse en posiciones que casi inhabilitan para desempeñar responsabilidades de gobierno en una corporación democrática.
El segundo hecho que tampoco encaja en el talante coruñés es el veto del gobierno de la ciudad a la conselleira de Sanidade para dar una charla sobre la gripe A en el centro cívico del barrio de Os Rosales. Las razones de la concejalía de Asuntos Sociales fueron tan peregrinas como que ese local “no es el adecuado para dar doctrina política”, cuando la charla se había programado para informar a los vecinos sobre la gripe.
Aquel 12 de octubre de 1936 en Salamanca don Miguel de Unamuno dejó dicho para la historia “Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis”. Parafraseando al ilustre escritor, en Os Rosales gana la fuerza de la mayoría aritmética de los votos y la actitud de la oposición la explica la fuerza del empecinamiento. En ambos casos falta la fuerza de la razón.
A Coruña -y Galicia- necesitan dirigentes políticos con más nivel y menos sectarismo. Tanto en los gobiernos, como en la oposición.
Por eso, en esta ciudad libre y acogedora chirría el comportamiento fanático de algunos políticos municipales. El primero es el del grupo de la oposición y su líder que, aparte de la fijación que tienen con el ya superado asunto del topónimo, deciden no apoyar la retirada de símbolos que recuerdan la etapa negra de la dictadura y hasta encuentran argumentos para que se mantenga en una plaza de la ciudad la estatua de Millán-Astray, “un coruñés de toda la vida”. Este general golpista protagonizó uno de los episodios más tristes y zafios de la historia de España cuando interrumpió el discurso de Unamuno en la Universidad de Salamanca al grito de "¡Muera la inteligencia! ¡Viva la muerte!". Calificarlo de “coruñés de pro” es, por decirlo suavemente, hacer el ridículo y quizá situarse en posiciones que casi inhabilitan para desempeñar responsabilidades de gobierno en una corporación democrática.
El segundo hecho que tampoco encaja en el talante coruñés es el veto del gobierno de la ciudad a la conselleira de Sanidade para dar una charla sobre la gripe A en el centro cívico del barrio de Os Rosales. Las razones de la concejalía de Asuntos Sociales fueron tan peregrinas como que ese local “no es el adecuado para dar doctrina política”, cuando la charla se había programado para informar a los vecinos sobre la gripe.
Aquel 12 de octubre de 1936 en Salamanca don Miguel de Unamuno dejó dicho para la historia “Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis”. Parafraseando al ilustre escritor, en Os Rosales gana la fuerza de la mayoría aritmética de los votos y la actitud de la oposición la explica la fuerza del empecinamiento. En ambos casos falta la fuerza de la razón.
A Coruña -y Galicia- necesitan dirigentes políticos con más nivel y menos sectarismo. Tanto en los gobiernos, como en la oposición.
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