Muchos ciudadanos que el jueves pasado viajaron por Galicia aprovechando el primer día del puente festivo pudieron comprobar que en algunas comarcas era tal calma atmosférica que ni siquiera se movían las aspas de los generadores eólicos que sobresalen en numerosas cumbres montañosas. Aquella calma parecía el símbolo perfecto de la situación de la administración gallega que también está parada desde mucho antes de que las urnas decidieran el cambio de gobierno.
Dicen los funcionarios que están de brazos caídos porque no tienen quien organice, coordine y controle los procesos administrativos a causa de una desbandada general de los responsables políticos. Parafraseando el título del libro de Carlos Reigosa, son como una especie nueva de "fuxidos de sona" que al grito de "que reme el que viene" y haciendo gala de una injustificable dejación de funciones y responsabilidades, abandonan sus puestos de mando.
Mientras esto ocurre los políticos siguen ofreciendo espectáculo. Unos tienen prisa y reclaman con insistencia el traspaso de poderes sin haber tomado posesión de nada y otros anuncian ya cual va a ser su forma de hacer oposición a un gobierno que todavía no existe. Las declaraciones cruzadas de unos y otros anticipan una legislatura con mucha crispación que traspasará los límites de las exigencias de sus papeles y de la cortesía parlamentaria y política.
Dos reflexiones. Primera que, al margen de que se resuelvan algunos asuntillos ordinarios, es un escándalo que la administración, poco profesionalizada y muy dependiente de los avatares políticos, esté paralizada desde febrero hasta abril, en torno a tres meses. Una eternidad que acarrea severos perjuicios para el funcionamiento del país, que padece una crisis muy virulenta.
Segunda, probablemente les falta un hervor para saber administrar las victorias, aceptar las derrotas y asumir que la alternancia en la gobernación es una de las claves de la democracia. Si el traspaso de poderes se enmarca en este contexto de normalidad seguro que será ordenado y elegante. Después, que cada cual desempeñe el papel de gobierno y oposición que le asignaron las urnas con el rigor que requiere el país al que todos dicen servir.
Dicen los funcionarios que están de brazos caídos porque no tienen quien organice, coordine y controle los procesos administrativos a causa de una desbandada general de los responsables políticos. Parafraseando el título del libro de Carlos Reigosa, son como una especie nueva de "fuxidos de sona" que al grito de "que reme el que viene" y haciendo gala de una injustificable dejación de funciones y responsabilidades, abandonan sus puestos de mando.
Mientras esto ocurre los políticos siguen ofreciendo espectáculo. Unos tienen prisa y reclaman con insistencia el traspaso de poderes sin haber tomado posesión de nada y otros anuncian ya cual va a ser su forma de hacer oposición a un gobierno que todavía no existe. Las declaraciones cruzadas de unos y otros anticipan una legislatura con mucha crispación que traspasará los límites de las exigencias de sus papeles y de la cortesía parlamentaria y política.
Dos reflexiones. Primera que, al margen de que se resuelvan algunos asuntillos ordinarios, es un escándalo que la administración, poco profesionalizada y muy dependiente de los avatares políticos, esté paralizada desde febrero hasta abril, en torno a tres meses. Una eternidad que acarrea severos perjuicios para el funcionamiento del país, que padece una crisis muy virulenta.
Segunda, probablemente les falta un hervor para saber administrar las victorias, aceptar las derrotas y asumir que la alternancia en la gobernación es una de las claves de la democracia. Si el traspaso de poderes se enmarca en este contexto de normalidad seguro que será ordenado y elegante. Después, que cada cual desempeñe el papel de gobierno y oposición que le asignaron las urnas con el rigor que requiere el país al que todos dicen servir.
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