Hace un mes, la muerte de un adolescente por el disparo de un policía fue el detonante y el pretexto que necesitaban miles de jóvenes griegos para expresar sus protestas contra los políticos corruptos, la marginación y la falta de expectativas laborales. Era el grito de una generación que accede al mercado laboral en precario, no puede emanciparse, construir un proyecto vital, tener hijos con garantía de poder mantenerlos y educarlos y está harta de que los mayores hablen de sus derechos para que todo quede en simple palabrería “No tenemos nada que perder, ¿qué importa lo que queramos?”, decía un joven mientras arremetía contra un sistema político y social agotado.
¿Prenderá aquí la mecha del peculiar polvorín griego? Son muchos los jóvenes gallegos y españoles que se ven reflejados en sus colegas griegos y el contexto de crisis propicia que las protestas se puedan producir en cualquier país por simple contagio. Como ellos, tienen la sensación de ser unos nuevos excluidos porque la sociedad les ofrece un futuro bloqueado con la precariedad de empleos temporales y de poco valor y salarios basura. Pueden acceder a títulos, pero se les niegan salidas profesionales adecuadas para realizar sus proyectos vitales y envían muchas señales de malestar.
En muchas ciudades el malestar se centró en el plan Bolonia, que movilizó a los estudiantes en concentraciones y encierros. Es verdad que todo cambio genera incertidumbre, pero sus protestas parece que reflejan un descontento que va más allá de esa reforma educativa cuyos beneficios -si los tiene- nadie les explicó bien. Por tanto, la calma de estos días puede ser el árbol que no deja ver el bosque de una juventud que “tienen motivos suficientes para estar descontenta”, advierte el profesor barcelonés Espluga Trenc. A ver que pasa ahora, a la vuelta de las vacaciones.
Sé que estas reflexiones desembocan en más perspectivas sombrías y acaban con la tregua a problemas y preocupaciones que establecieron las fiestas navideñas. Pero es lo que nos espera en el nuevo año que se presenta tan duro con estos y otros asuntos que hasta Zapatero es menos optimista. Ojalá fallen los pronósticos y resulte un año sosegado y feliz.
¿Prenderá aquí la mecha del peculiar polvorín griego? Son muchos los jóvenes gallegos y españoles que se ven reflejados en sus colegas griegos y el contexto de crisis propicia que las protestas se puedan producir en cualquier país por simple contagio. Como ellos, tienen la sensación de ser unos nuevos excluidos porque la sociedad les ofrece un futuro bloqueado con la precariedad de empleos temporales y de poco valor y salarios basura. Pueden acceder a títulos, pero se les niegan salidas profesionales adecuadas para realizar sus proyectos vitales y envían muchas señales de malestar.
En muchas ciudades el malestar se centró en el plan Bolonia, que movilizó a los estudiantes en concentraciones y encierros. Es verdad que todo cambio genera incertidumbre, pero sus protestas parece que reflejan un descontento que va más allá de esa reforma educativa cuyos beneficios -si los tiene- nadie les explicó bien. Por tanto, la calma de estos días puede ser el árbol que no deja ver el bosque de una juventud que “tienen motivos suficientes para estar descontenta”, advierte el profesor barcelonés Espluga Trenc. A ver que pasa ahora, a la vuelta de las vacaciones.
Sé que estas reflexiones desembocan en más perspectivas sombrías y acaban con la tregua a problemas y preocupaciones que establecieron las fiestas navideñas. Pero es lo que nos espera en el nuevo año que se presenta tan duro con estos y otros asuntos que hasta Zapatero es menos optimista. Ojalá fallen los pronósticos y resulte un año sosegado y feliz.
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