Estamos en el calentamiento previo a la campaña electoral y los candidatos a la presidencia ya puede apropiarse de lo que decía un político en una viñeta de humor: “Yo llego a las doce promesas electorales por hora, ¿y tú?".
En esa alocada carrera ya tenemos de todo, desde el tren de cercanías y varios AVE que circularán en varias direcciones, hasta guarderías, asistencia bucodental, ampliación de la AP-9, complementos económicos a los desempleados y subvenciones múltiples, por citar algunas de las formuladas hasta ahora. Unas requerirán desembolsos millonarios en un contexto de grave escasez de recursos y a otras las aderezan ofreciendo cientos de puestos de trabajo en un entorno de sangría continuada de empleos con EREs que dejan a miles de ciudadanos parados, lo que hace más grave tanta ligereza verbal.
En esta ridícula feria-subasta habrá más, porque en vísperas electorales los candidatos regresan a campañas pasadas y vuelven con las promesas de siempre, diciendo las tonterías de siempre, como si el mundo no hubiera cambiado y los electores fueran unos imbéciles que no hubieran acompasando sus vidas al ritmo que marcan los acontecimientos, de los que el que más preocupa es como salir de la crisis que perciben en toda su gravedad. Doña Emilia Pardo Bazán diría de ellos lo que decía de un personaje contemporáneo “era tanta la verdad de su mentira que eclipsaba lo real”.
Evidentemente, los vientos del cambio de Obama no llegaron a Galicia. El presidente americano habla de graves problemas, elabora un plan de acción realista y pide la colaboración de todos, pero no promete milagros ni una salvación por decreto-ley, sino que retomando el New Deal de Roosevelt, promete esfuerzo permanente, trabajo honrado y administración responsable de los recursos públicos. Aplica el sentido común.
Los nuestros, es una obviedad, no son homologables. Por eso no entienden que el terreno que pisan es distinto, “que las manidas discusiones políticas que nos han consumido durante tiempo ya no sirven” y que los electores están hartos de que les quieran embaucar con tanta promesa inconexa e imposible. Deberían cambiar el discurso para alumbrar en Galicia una era política más entusiasta.
En esa alocada carrera ya tenemos de todo, desde el tren de cercanías y varios AVE que circularán en varias direcciones, hasta guarderías, asistencia bucodental, ampliación de la AP-9, complementos económicos a los desempleados y subvenciones múltiples, por citar algunas de las formuladas hasta ahora. Unas requerirán desembolsos millonarios en un contexto de grave escasez de recursos y a otras las aderezan ofreciendo cientos de puestos de trabajo en un entorno de sangría continuada de empleos con EREs que dejan a miles de ciudadanos parados, lo que hace más grave tanta ligereza verbal.
En esta ridícula feria-subasta habrá más, porque en vísperas electorales los candidatos regresan a campañas pasadas y vuelven con las promesas de siempre, diciendo las tonterías de siempre, como si el mundo no hubiera cambiado y los electores fueran unos imbéciles que no hubieran acompasando sus vidas al ritmo que marcan los acontecimientos, de los que el que más preocupa es como salir de la crisis que perciben en toda su gravedad. Doña Emilia Pardo Bazán diría de ellos lo que decía de un personaje contemporáneo “era tanta la verdad de su mentira que eclipsaba lo real”.
Evidentemente, los vientos del cambio de Obama no llegaron a Galicia. El presidente americano habla de graves problemas, elabora un plan de acción realista y pide la colaboración de todos, pero no promete milagros ni una salvación por decreto-ley, sino que retomando el New Deal de Roosevelt, promete esfuerzo permanente, trabajo honrado y administración responsable de los recursos públicos. Aplica el sentido común.
Los nuestros, es una obviedad, no son homologables. Por eso no entienden que el terreno que pisan es distinto, “que las manidas discusiones políticas que nos han consumido durante tiempo ya no sirven” y que los electores están hartos de que les quieran embaucar con tanta promesa inconexa e imposible. Deberían cambiar el discurso para alumbrar en Galicia una era política más entusiasta.