Es curioso que un Parlamento tan prolífico como el gallego que esta semana cierra el ciclo de sesiones con más de cincuenta leyes aprobadas, muchas de ellas por unanimidad, no haya sido capaz de consensuar una normativa sobre el voto de los emigrantes, asunto siempre recurrente y que dará mucho que hablar hasta que se celebren las elecciones.
En algún momento de la legislatura parecía cercano el acuerdo porque los tres grupos decían compartir la implantación del voto en urna para garantizar la limpieza de las elecciones de los residentes ausentes. Pero aquel acuerdo no se concretó, la legislatura está agotada y, ahora, en vísperas de unas nuevas elecciones, regresamos al punto de partida de todos los comicios: candidatos, alcaldes, altos cargos de los partidos o agentes electorales viajando a América para captar votos. Mientras, aquí se intercambian acusaciones cruzadas de irregularidades y prácticas oscuras en ese “peculiar distrito electoral” galaico.
Cuando gobernaba el PP eran famosas las xuntanzas gastronomico-electorales de corte populista que la oposición de entonces -que gobierna hoy- descalificaba y denunciaba como actos del más puro estilo caciquil. Ahora, los populares aparecen como los abanderados para cambiar un sistema de votación que no reformaron en tantos años de gobierno y los partidos en el poder organizan en América actos similares a aquellos que llaman eufemísticamente “reuniones para explicar el proyecto (socialista o nacionalista) y estimular la participación democrática”. Es el mundo al revés, el relevo en la manipulación o el pucherazo por turnos.
Los emigrantes y sus descendientes no merecen tanta bajeza moral. Por eso, si aún queda alguna decencia democrática hay que depurar el censo, instaurar el voto presencial en urna y garantizar la limpieza del voto por correo para erradicar las malas prácticas. También habrá que determinar quienes y en qué elecciones pueden votar, sin que pierdan otros derechos inherentes a su condición de gallegos. No parece normal que decidan gobiernos municipales o autonómicos los descendientes de emigrantes de segunda y tercera generación para los que Galicia es el país de los cuentos del abuelo.
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