Tres millones de parados y el ministro de Economía dice que “existe el riesgo de que el paro aumente algo más”. Curiosa manera de afrontar el futuro cuando los especialistas manejan porcentajes de desempleo del 16 por ciento para 2009.
“Algo más” no es la percepción que tiene el ciudadano de a pie. El índice de confianza de los consumidores se ha situado, en noviembre, en casi la mitad del obtenido en el primer trimestre de 2005 y más de 27 puntos por debajo del registrado hace un año.
Aunque se articulen ayudas para los sectores productivos, si no confiamos en el futuro, la recuperación estará aún lejana. Vivimos un momento donde las familias aplazan en lo que pueden sus decisiones de gasto o inversión predicando el ‘a ver qué pasa’, y en ellas también está parte de la solución.
Al final del túnel solo hay un problema de confianza: de la población con sus gobiernos y gestores, en las entidades públicas, entre las entidades financieras… Desconfianza que no se destierra con erráticas y dubitativas decisiones: primero, articulando medidas de gasto social, cuando el primer y mayor problema social era el paro que se adivinaba; ahora, adoptando medidas keynesianas de gasto público a través de las corporaciones locales, cuando lo que se adivina son sus haciendas vacías y problemas de ajuste en sus presupuestos. Sin duda, lo más urgente es incentivar la economía real con todas las armas posibles. Pero la confianza, ¿cómo se incentiva?
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