Wednesday, December 24, 2008

Flamencos y valones

“Los francófonos, como cualquier extranjero, tienen que aprender la lengua flamenca, que es oficial en Bruselas”. Cito textualmente la frase que oí de un representante municipal bruselense. Por supuesto, en neerlandés. Sin embargo, esta afirmación refleja exactamente la profunda división que atraviesa una capital en la que los dos idiomas, francés y flamenco, son oficiales.

Bruselas es una ciudad gris, pero hermosa en diciembre, cuando la Grand Place y la Bolsa se llenan de transeúntes bajo miles de luces heladas. Pero es también un crisol de culturas con profundas heridas internas. Los ricos belgas (el norte flamenco) desprecian a los valones francófonos (los pobres del sur). Y entre ambos, la capital es una ciudad bifronte, donde unos y otros han de convivir al mismo tiempo que te recuerdan que en ella reside la ‘nueva Europa’ comunitaria.

Igualar a los extranjeros con los francófonos demuestra una profunda grieta intelectual que cualquier turista puede constatar cuando constata que le es mucho más fácil que le atiendan en inglés que en francés si se encuentra con un flamenco. Hay universidades en Bruselas donde sus alumnos hablan con mucha dificultad el francés. Para los valones, el neerlandés es, con suerte, la segunda lengua en el plan de formación de sus hijos; para los belgas del norte, la segunda es casi seguro el inglés.

En el medio, una crisis institucional avivada por la crisis económica, sin Gobierno y con la desconfianza instalada en los tres poderes.

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