“Las mujeres mueren porque evolucionan y los hombres matan porque aún están en el patriarcado prehistórico”, dice un personaje de Romeu en una viñeta reciente. Es un buen diagnóstico, porque la realidad es tan dura que no pasa semana sin que conozcamos uno o más casos de muerte de mujeres, causada por un machismo irredento.
Sin duda, la violencia más cruel es la que acaba en la muerte de la víctima, pero hay otras formas muy sofisticadas de violencia como son el aislamiento social, la marginación continuada, el acoso permanente o el insulto diario que anulan y hasta destruyen la personalidad de miles de mujeres que sufren en silencio, solas, sin apoyo, que a veces ni cuentan con la comprensión de las personas más cercanas.
“Eu chámolle violencia doméstica que é mais cá violencia de género ou violencia machista, porque non sufre solo a muller, senón tamén os fillos que padecen o que non está nos escritos. Sufren por ver como seu pai maltrata á sua nai e, o mesmo tempo, como eles son maltratados. É unha forma de terrorismo, menos chamativo, pero terrorismo”, contaba M. C., una víctima que llamaba a un programa de radio en el que se debatía sobre este problema.
¿Cómo poner remedio a esta situación? “Aquí falla a sociedade en conxunto e fallamos todos”, sostiene M.C. La Ley no hace milagros, aunque haya llevado a la cárcel a miles de maltratadotes y suyas sean cientos de órdenes de alejamiento y protección, medidas que evitaron muchas muertes. Pero su eficacia es limitada, porque la seguridad total no existe para nadie. Por eso, además de la ley “necesítase, moita educación e necesítase moita axuda. As maltratadas necesitan moita axuda que no presta a Administración tan rancia, tanto papel, tanta ventanilla, tanto chorar aqui, alí… para voltar para a casa sola, sin axudas, sin nada”, se quejaba amargamente M.C.
Por tanto, ayuda permanente, más allá de las campañas del Día Internacional que se celebró ayer. Y educación en la familia, en la escuela, en la sociedad para eliminar los elementos estructurales que favorecen la violencia, incluidos los silencios cómplices en los barrios, en los bloques de viviendas, en los portales y en las escaleras.
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