Tomo prestado el título del libro de Alvin Toffler La tercera ola que en 1980 presentaba una nueva civilización que se estaba introduciendo en nuestras vidas y que él calificaba como “más sana, razonable y defendible que ninguna otra que hayamos conocido jamás”. Después de las revoluciones agrícola e industrial, dice, la tercera ola está creando una civilización con sus propios empleos, estilos de vida, ética del trabajo, estructuras económicas y esquemas políticos.
Treinta años después hay que concluir que Toffler no se ganaría la vida como profeta. Porque producto de aquella sociedad que para él era “más decente, limpia y democrática”, -además de las guerras, genocidios, hambrunas, las formas más sofisticadas de violencia y otros horrores-, es el tsunami de la crisis que nos atrapa, en el fondo una crisis de decencia, que también está en su tercera oleada y alcanza de lleno al ciudadano de a pie.
En Galicia los datos son escalofriantes: empresas en caída libre, miles de trabajadores en el paro que es la cara más cruel de la crisis, cientos de familias pilladas por la hipoteca, quiebra total de la confianza y un clima generalizado de pesimismo según el último Índice de Confianza del Consumidor, porque todo indica que la situación va a empeorar.
Ante realidad tan cruel y ante tan negros presagios ¿queda margen para la esperanza?. La realidad es la que es, pero en las dificultades hay que tener memoria para recordar que hemos superado con éxito la crisis política y económica con los Pactos de la Moncloa, la brutal reconversión de los 80, que aquí afectó de lleno, y la crisis de los 90 con varios trimestres en recesión, tipos de interés de dos dígitos que hoy serían insoportables y un número mayor de parados.
También ahora saldremos adelante. Hay que confiar en el potencial y la capacidad de Galicia y tener fe en el sistema financiero -Touriño dixit-si recupera algo de crédito en la mitificada cumbre de Washington, pese a que allí estarán dirigentes que ampararon las formas del peor capitalismo. Por tanto, aunque en este momento impere la ley de Murphy, la crisis se resolverá. Eso sí, nos dejará un poco tocados y ojala que con la lección aprendida.
Treinta años después hay que concluir que Toffler no se ganaría la vida como profeta. Porque producto de aquella sociedad que para él era “más decente, limpia y democrática”, -además de las guerras, genocidios, hambrunas, las formas más sofisticadas de violencia y otros horrores-, es el tsunami de la crisis que nos atrapa, en el fondo una crisis de decencia, que también está en su tercera oleada y alcanza de lleno al ciudadano de a pie.
En Galicia los datos son escalofriantes: empresas en caída libre, miles de trabajadores en el paro que es la cara más cruel de la crisis, cientos de familias pilladas por la hipoteca, quiebra total de la confianza y un clima generalizado de pesimismo según el último Índice de Confianza del Consumidor, porque todo indica que la situación va a empeorar.
Ante realidad tan cruel y ante tan negros presagios ¿queda margen para la esperanza?. La realidad es la que es, pero en las dificultades hay que tener memoria para recordar que hemos superado con éxito la crisis política y económica con los Pactos de la Moncloa, la brutal reconversión de los 80, que aquí afectó de lleno, y la crisis de los 90 con varios trimestres en recesión, tipos de interés de dos dígitos que hoy serían insoportables y un número mayor de parados.
También ahora saldremos adelante. Hay que confiar en el potencial y la capacidad de Galicia y tener fe en el sistema financiero -Touriño dixit-si recupera algo de crédito en la mitificada cumbre de Washington, pese a que allí estarán dirigentes que ampararon las formas del peor capitalismo. Por tanto, aunque en este momento impere la ley de Murphy, la crisis se resolverá. Eso sí, nos dejará un poco tocados y ojala que con la lección aprendida.
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