El viernes pasado, el profesor Justo Beramendi era galardonado con el Premio Nacional de Ensayo por su libro De provincia a nación, un documentado trabajo sobre el nacionalismo gallego desde el provincialismo del XIX hasta la llegada de la autonomía.
El destino ha querido que ese mismo día el BNG resultase decisivo para que el Gobierno salvara los Presupuestos. A cambio de sus dos votos, Galicia recibirá una prima de 125 millones -para Rajoy, unas migajas-, algunas competencias más y se creará la comisión de seguimiento de las infraestructuras, torpemente negada por la ministra Salgado hace un mes.
Lo ocurrido el viernes fue, además, una buena operación de marketing político para el BNG y marca un punto de inflexión para los diputados gallegos, socialistas y populares, que a partir de ahora deberán cuidar más la representación de sus electores en las cuestiones de Galicia que la fidelidad a la disciplina del partido. También es un aviso a los partidos que tanto cultivan las listas cerradas. En este sentido algo está cambiando, como demuestran los dos diputados murcianos del PP que rompieron la disciplina en la votación del Estatuto de Castilla-La Mancha, y los dos de UPN, que anuncian su abstención en el debate presupuestario. En ambos casos por coherencia con los territorios que representan.
Lo ocurrido el viernes fue, además, una buena operación de marketing político para el BNG y marca un punto de inflexión para los diputados gallegos, socialistas y populares, que a partir de ahora deberán cuidar más la representación de sus electores en las cuestiones de Galicia que la fidelidad a la disciplina del partido. También es un aviso a los partidos que tanto cultivan las listas cerradas. En este sentido algo está cambiando, como demuestran los dos diputados murcianos del PP que rompieron la disciplina en la votación del Estatuto de Castilla-La Mancha, y los dos de UPN, que anuncian su abstención en el debate presupuestario. En ambos casos por coherencia con los territorios que representan.
Al margen de la ideología de cada cual, la fuerza de esos dos votos elevó la autoestima de muchos gallegos porque el BNG supera al movimiento provincialista que, como cuenta Justo Beramendi, en el XIX ya reclamaba la unificación de las cuatro provincias, y toma a Galicia por su distrito electoral como fuerza determinante en Madrid, justo lo que venimos deseando desde la llegada de la democracia.
Es natural, por tanto, que celebren el peso de sus votos pero sabiendo que su apoyo puntual a unos Presupuestos “con carencias” tampoco es la panacea para nuestros problemas. Y que no descuiden el seguimiento de las contrapartidas, porque las anunciadas reuniones periódicas de Zapatero y Touriño vacían de contenido a la comisión de infraestructuras y no vaya a ser que el gordo de los 125 millones se quede en una pedrea. La política suele deparar sorpresas.
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