Uganda, ese país africano con unas perspectivas de futuro bastante optimistas. En sólo veinte años ha conseguido mejorar sobremanera la situación de su población -de más de 34 millones de personas: redujo la pobreza del 70% al 29%, el VIH gracias a diferentes campañas de concienciación se vio reducido del 15% al 6,5% y el alfabetismo llegó a muchas esferas de la sociedad, permitiendo que en lugar de un 44% de personas analfabetas, actualmente sólo el 27% de la población sufre esta carencia.
Todo parece idílico, y más si lo comparamos con los países que le rodean: es el ejemplo de esperanza, el modelo que muestra que los Objetivos del Milenio pueden llegar a cumplirse. Pero ante toda luz, siempre se esconde una cara oscura.
En este caso, esta cara sombría es múltiple: el régimen de Musevini que preside este país desde 1986 de una manera falsamente “democrática”, una deuda exterior de más del 20% del PNB, el régimen represivo de Amin durante los años 70 – una guerra que se cobró la vida de más de 300.000 personas-, y a día de hoy, unas ideas homófobas que comienzan a resurgir.
Me refiero a la represión que vive la parte homosexual de la población: para 500.000 personas –según estimaciones- la vida en ese país es un suplicio, pero se puede llegar a convertir en un infierno. El motivo es que el estado de Uganda está decidiendo si aprueba un proyecto de ley que plantea castigar con la pena de muerte a toda aquella persona homosexual que viva dentro de sus fronteras al igual que a todos aquellos ugandeses que disfruten libremente de su sexualidad, allá donde estén. El castigo se centra, por ahora, en aquellas personas que sufran del VIH-sida y los que practiquen el acto sexual con menores de 18 años. Aberrante. Más aberrante será ver la reacción de la comunidad internacional, que tanto ha apoyado a esta nación, si esta ley llega a entrar en vigor.
¿Se le dará la espalda a Musevini para que derogue la ley y siga recibiendo ayuda de las agencias internacionales, con intención de seguir mejorando la situación de su población? ¿O por el contrario se obviará este pequeño detalle represor, olvidando también ese pasado de exilio y sufrimiento para muchos de sus ciudadanos?
La evolución económica y social es buena, pero nunca podrá ser una verdadera evolución si no va acompañada de un desarrollo en los derechos de la ciudadanía. No se puede llegar a ser un país del s.XXI cuando se mantienen comportamientos que nuestra comunidad rechaza. El problema real que surge es que cuando hay evolución económica, educativa, es cuando se abren las puertas a las libertades, al desarrollo real de la persona… ¿Qué ocurre en este país, que no sigue las normas naturales? De 53 países africanos, 38 mantienen leyes contrarias a la homosexualidad, al igual que España las tuvo, simplemente confiemos en que el desarrollo siga su propio camino de apertura, y así la situación de Uganda no se verá reflejada en el resto de estados africanos.
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