Dubrovnik, la bella ciudad croata asentada en la costa oriental del Adriático, fue república independiente entre los siglos XIV y XIX y ejemplo de democracia con tres Consejos que administraban de forma independiente los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, antes que el Barón de Montesquieu articulara su famosa teoría de la división de poderes.
En el dintel de la puerta del Palacio Rector, sede del Senado, aún hoy se puede leer la inscripción que contenía la norma de comportamiento para los senadores y demás cargos públicos de la república: “obliti privatorum, pública curate”, que en versión libre quiere decir “olvidaos de los asuntos privados, ocupaos de los públicos”.
La riqueza expresiva de la lengua latina resume en cuatro palabras la línea de conducta para los alcaldes y concejales que el domingo resultaron elegidos para regir los destinos de nuestras pequeñas repúblicas autónomas, que son los concellos, tanto desde el gobierno y como desde la oposición.
El primer mandato de las urnas es “pública curate”, dedicaros a los asuntos públicos. Unos, los vencedores, administrando la victoria para gobernar sin la arrogancia de las mayorías absolutas donde las haya y sin las incoherencias que a veces se perciben en los gobiernos de coalición. Gobernar es organizar la convivencia colectiva y ocuparse, en un tiempo económico difícil, de los asuntos que conciernen a la calidad de vida de los ciudadanos: el tráfico y el transporte, el suelo industrial y el fomento del empleo, la educación, la sanidad, la dependencia, los problemas del pequeño comercio… Por su parte, los perdedores han de ejercer una oposición razonable y sensata, constructiva y leal, que es el mejor aval para ganar la confianza en próximos comicios.
La segunda norma de conducta es “obliti privatorunm”. Deben olvidarse de utilizar el cargo en beneficio propio, de las redes clientelares, del tráfico de influencias, de la corrupción en cualquiera de sus manifestaciones y servir al pueblo con honestidad y transparencia. Tienen que sanear la vida pública, desinfectar la democracia de tanta demagogia e indecencia adheridas y dejar de ser un problema para la ciudadanía.
En fin, les hemos encomendado el gobierno municipal. Ahora, que se pongan de acuerdo y trabajen juntos por el bien de todos para arreglar los concellos, que son nuestro pequeño mundo.
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