En una viñeta de humor publicada en abril, dice el presidente Zapatero al ministro Blanco: “Se inicia nuestro ansiado y ejemplar proceso de elecciones primarias” y el ministro responde: “que el aparato disponga las democráticas zancadillas que sean necesarias”. Viñeta premonitoria porque la primera “democrática zancadilla” ya se produjo la semana pasada cuando el aparato obligó a la ministra de Defensa a retirar su candidatura y tampoco el proceso de primarias que se anuncia parece que vaya a ser “ejemplar” al ser cerrado por la dedocrática designación.
De la comparecencia pública de la ministra Chacón lo verdaderamente relevante son las graves acusaciones contra algunos de sus colegas de militancia -en número indeterminado- que desataron semejante crisis y “pusieron en riesgo la unidad del PSOE, la autoridad del presidente y la estabilidad del Gobierno”. ¿A quienes se refería?
Según la versión oficial a nadie, pero seguro que los que maniobraron para forzar su decisión de “dar un paso atrás para que el PSOE dé un paso adelante” siguen ahí, ocupando puestos relevantes en el partido y en el Gobierno que parece desunido, con un presidente tan cuestionado que ya pertenece al pasado. La solución de compromiso buscada también parece una huída hacia delante y, más que cerrar la crisis, abre nuevas heridas y deja pendientes muchos ajustes de cuentas.
Este episodio reflejaría tan solo el problema de un partido político -y allá sus dirigentes y las soluciones que adopten- si no afectara al PSOE, que no es un partido cualquiera, sino el que sustenta al Gobierno. La crisis les llega en uno de los momentos más difíciles por los que atraviesa el país que tiene problemas serios, necesita culminar las reformas aprobadas y completar el ciclo de reformas pendiente, como la financiera y la negociación laboral, para sosegar a los mercados, cumplir el objetivo del déficit y cerrar esta etapa para iniciar la senda del crecimiento. Realizar esas tareas requiere un ejecutivo estable y unido, que se sienta apoyado por un partido sin fisuras y solo se ocupe de gobernar.
Por eso es importante para el país que los socialistas resuelvan sus problemas y que su candidato presente un programa ilusionante para enfrentarse a la delicada situación económica y social por la que atravesamos. Y también para despertar a la oposición.