En plena crisis de los trajes, un personaje de Forges entra en un despacho y dice: "Buenas, desearía una desvergüenza". "¿Estatal, autonómica, municipal?", pregunta el funcionario. "Mix", le contesta. La creatividad del autor compendia y resume en una simple viñeta un asunto de tan rabiosa actualidad como es la corrupción. Comportamientos indecentes siempre los hubo como refleja un paisano de Castelao que se pregunta "¿Cómo facerá Don Fulano para ganar dez mil reás e aforrar cen mil?", pero ahora saltan todas las alarmas. El hecho de que casos de corrupción sean noticia casi diaria en los informativos y abran las primeras páginas de los periódicos induce a pensar que, al amparo de intereses urbanísticos, la prevaricación, el cohecho, el tráfico de influencias o el blanqueo de dinero están instalados en la vida política y hasta en las entrañas de la sociedad.
No es fácil recordar todos los casos ni determinar cuales son los más graves. ¡Que más da! Muchos piensan que solo nos enteramos de aquellos más espectaculares por su volumen económico o por la relevancia mediática de los personajes implicados quedando en el limbo del olvido otras actuaciones menos llamativas, pero igualmente corruptas.
La pandemia es transversal, contagia a políticos de todos los partidos y territorios, y deja tocado al sistema democrático. Neil Postman dice que en las sociedades democráticas cada cual puede pensar y expresarse libremente, hasta el punto de poder pronunciarse contra la idea misma de la democracia. Pero ha de aceptar las reglas que obligan a comportarse con decencia. Por eso, tantos comportamientos corruptos minan su credibilidad y desmoralizan a los ciudadanos, convencidos que por este camino desembocamos en la "mordida", que es el paradigma de corrupción generalizada, y en el caudillismo populista, que suele ser la salida más socorrida de este fangal.
¿Hay remedio? El modelo necesita reformas profundas y controles permanentes. Por tanto quienes nos gobiernan desde el poder o la oposición, antes de arremeter contra los casos descubiertos en la casa del vecino, deberían pedir perdón a toda la sociedad y después implantar esas reformas y controles para refundar el sistema libre de toda sospecha.
No es fácil recordar todos los casos ni determinar cuales son los más graves. ¡Que más da! Muchos piensan que solo nos enteramos de aquellos más espectaculares por su volumen económico o por la relevancia mediática de los personajes implicados quedando en el limbo del olvido otras actuaciones menos llamativas, pero igualmente corruptas.
La pandemia es transversal, contagia a políticos de todos los partidos y territorios, y deja tocado al sistema democrático. Neil Postman dice que en las sociedades democráticas cada cual puede pensar y expresarse libremente, hasta el punto de poder pronunciarse contra la idea misma de la democracia. Pero ha de aceptar las reglas que obligan a comportarse con decencia. Por eso, tantos comportamientos corruptos minan su credibilidad y desmoralizan a los ciudadanos, convencidos que por este camino desembocamos en la "mordida", que es el paradigma de corrupción generalizada, y en el caudillismo populista, que suele ser la salida más socorrida de este fangal.
¿Hay remedio? El modelo necesita reformas profundas y controles permanentes. Por tanto quienes nos gobiernan desde el poder o la oposición, antes de arremeter contra los casos descubiertos en la casa del vecino, deberían pedir perdón a toda la sociedad y después implantar esas reformas y controles para refundar el sistema libre de toda sospecha.
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