Otra bravuconería de los políticos amenazando la independencia judicial. En una sociedad democrática jamás se permitiría que a instancias de un miembro del ejecutivo se amenazara la sagrada independencia de los jueces, garante de un auténtico Estado democrático y social de Derecho. Ni siquiera se les ocurriría hacer tamañas afirmaciones como las que han realizado los políticos catalanes, que revelan un talante dictatorial y antidemocrático de extrema preocupación.
Para ello utilizan el mismo lenguaje que han utilizado todos los fascismos y dictaduras europeas a lo largo del siglo XX: invocando la soberanía del pueblo, la capacidad de autogobierno, la lectura amplia (e irreconocible) de los textos que no interesan en un momento determinado… Vuelvo a recomendar la lectura de B. Marlmberg para quien no sepa a qué me refiero.
Otra cosa, que sí es cierto, es que los políticos (y el pueblo) desconfíen de que el sistema de elección de los jueces del Tribunal Constitucional sea el más adecuado. Pero hay que dejar muy claro que son ellos los que han jugado a un juego de clientelismo que en este momento, o en cualquier otro, puede salirles mal. Y ahora no tienen ningún derecho a lamentarse de lo que no se ha hecho bien antes.
Para ello utilizan el mismo lenguaje que han utilizado todos los fascismos y dictaduras europeas a lo largo del siglo XX: invocando la soberanía del pueblo, la capacidad de autogobierno, la lectura amplia (e irreconocible) de los textos que no interesan en un momento determinado… Vuelvo a recomendar la lectura de B. Marlmberg para quien no sepa a qué me refiero.
Otra cosa, que sí es cierto, es que los políticos (y el pueblo) desconfíen de que el sistema de elección de los jueces del Tribunal Constitucional sea el más adecuado. Pero hay que dejar muy claro que son ellos los que han jugado a un juego de clientelismo que en este momento, o en cualquier otro, puede salirles mal. Y ahora no tienen ningún derecho a lamentarse de lo que no se ha hecho bien antes.
Oír semejantes tonterías sólo produce la sensación de vivir en un país del tercer mundo. Las reglas de juego, en democracia, hay que respetarlas, y cuando no gusten, se cambian con el consenso de la mayoría. Lo demás, es recuperar tiempos pasados que es mejor olvidar.