“Las mujeres mueren porque evolucionan y los hombres matan porque aún están en el patriarcado prehistórico”, dice un personaje de Romeu en una viñeta reciente. Es un buen diagnóstico, porque la realidad es tan dura que no pasa semana sin que conozcamos uno o más casos de muerte de mujeres, causada por un machismo irredento.
Sin duda, la violencia más cruel es la que acaba en la muerte de la víctima, pero hay otras formas muy sofisticadas de violencia como son el aislamiento social, la marginación continuada, el acoso permanente o el insulto diario que anulan y hasta destruyen la personalidad de miles de mujeres que sufren en silencio, solas, sin apoyo, que a veces ni cuentan con la comprensión de las personas más cercanas.
“Eu chámolle violencia doméstica que é mais cá violencia de género ou violencia machista, porque non sufre solo a muller, senón tamén os fillos que padecen o que non está nos escritos. Sufren por ver como seu pai maltrata á sua nai e, o mesmo tempo, como eles son maltratados. É unha forma de terrorismo, menos chamativo, pero terrorismo”, contaba M. C., una víctima que llamaba a un programa de radio en el que se debatía sobre este problema.
¿Cómo poner remedio a esta situación? “Aquí falla a sociedade en conxunto e fallamos todos”, sostiene M.C. La Ley no hace milagros, aunque haya llevado a la cárcel a miles de maltratadotes y suyas sean cientos de órdenes de alejamiento y protección, medidas que evitaron muchas muertes. Pero su eficacia es limitada, porque la seguridad total no existe para nadie. Por eso, además de la ley “necesítase, moita educación e necesítase moita axuda. As maltratadas necesitan moita axuda que no presta a Administración tan rancia, tanto papel, tanta ventanilla, tanto chorar aqui, alí… para voltar para a casa sola, sin axudas, sin nada”, se quejaba amargamente M.C.
Por tanto, ayuda permanente, más allá de las campañas del Día Internacional que se celebró ayer. Y educación en la familia, en la escuela, en la sociedad para eliminar los elementos estructurales que favorecen la violencia, incluidos los silencios cómplices en los barrios, en los bloques de viviendas, en los portales y en las escaleras.
Artículos y reflexiones sobre la actualidad. Autores: José Castro López, Lito García Abad, Jennifer García Fuentes, Javier Arrieta Ferraz
Thursday, November 27, 2008
Wednesday, November 19, 2008
El comercio de la esquina
Hace un mes, unos centenares de empleados del comercio de la provincia se manifestaron en A Coruña, Ferrol y Santiago pidiendo un salario digno y otras mejoras. Seguramente tienen razón, pero sus protestas y reivindicaciones quizá no lleguen en el tiempo más oportuno porque el comercio minorista no vive su mejor momento, de acuerdo con las conclusiones del VI Congreso del Comercio Gallego que el fin de semana reunió en A Coruña a muchos comerciantes para analizar sus problemas y definir estrategias.
Su dispersión por las ciudades y la diversidad de oferta en cercanía son sus grandes fortalezas, aunque hoy esos atributos ya no son suficientes para satisfacer plenamente las necesidades que tiene una sociedad compleja. Ese hueco fue copado por las grandes superficies que desde su implantación acosan al pequeño comercio, que no tiene capacidad logística ni financiera para competir con estos macrocentros comerciales, que son la gran atracción de fin de semana en la periferia de las ciudades.
Ahora, el entorno de crisis general pone la puntilla al comercio minorista que, con la caída en picado de las ventas, parece herido de muerte. Este año ya han cerrado más de cuatrocientos, la amenaza se cierne sobre un 10% de establecimientos y son muchos los que tienen severas dificultades para pagar las nóminas a fin de mes y obtener un pequeño beneficio que les permita competir y sobrevivir dignamente.
Pese a este panorama, el comercio no se rinde. Intenta adaptarse a un mercado cambiante al tiempo que reclama su “plan rescate” a la Administración que, además, debe regular esta actividad para evitar el intrusismo y la competencia desleal. ¿Es justa su reivindicación? El comercio tradicional cuenta con unos 60.000 establecimientos y da empleo a unos 134.000 trabajadores. Por tanto, genera riqueza y tiene un alto valor estratégico como importante eje vertebrador en la economía gallega.
Solo por eso debería recibir las ayudas que necesita, que están aún más justificadas porque pueden impedir que desaparezca la tienda entrañable de toda la vida, que presta un buen servicio al ciudadano ofreciendo sus productos con un trato cercano y una atención exquisita.
Su dispersión por las ciudades y la diversidad de oferta en cercanía son sus grandes fortalezas, aunque hoy esos atributos ya no son suficientes para satisfacer plenamente las necesidades que tiene una sociedad compleja. Ese hueco fue copado por las grandes superficies que desde su implantación acosan al pequeño comercio, que no tiene capacidad logística ni financiera para competir con estos macrocentros comerciales, que son la gran atracción de fin de semana en la periferia de las ciudades.
Ahora, el entorno de crisis general pone la puntilla al comercio minorista que, con la caída en picado de las ventas, parece herido de muerte. Este año ya han cerrado más de cuatrocientos, la amenaza se cierne sobre un 10% de establecimientos y son muchos los que tienen severas dificultades para pagar las nóminas a fin de mes y obtener un pequeño beneficio que les permita competir y sobrevivir dignamente.
Pese a este panorama, el comercio no se rinde. Intenta adaptarse a un mercado cambiante al tiempo que reclama su “plan rescate” a la Administración que, además, debe regular esta actividad para evitar el intrusismo y la competencia desleal. ¿Es justa su reivindicación? El comercio tradicional cuenta con unos 60.000 establecimientos y da empleo a unos 134.000 trabajadores. Por tanto, genera riqueza y tiene un alto valor estratégico como importante eje vertebrador en la economía gallega.
Solo por eso debería recibir las ayudas que necesita, que están aún más justificadas porque pueden impedir que desaparezca la tienda entrañable de toda la vida, que presta un buen servicio al ciudadano ofreciendo sus productos con un trato cercano y una atención exquisita.
Wednesday, November 12, 2008
La tercera ola
Tomo prestado el título del libro de Alvin Toffler La tercera ola que en 1980 presentaba una nueva civilización que se estaba introduciendo en nuestras vidas y que él calificaba como “más sana, razonable y defendible que ninguna otra que hayamos conocido jamás”. Después de las revoluciones agrícola e industrial, dice, la tercera ola está creando una civilización con sus propios empleos, estilos de vida, ética del trabajo, estructuras económicas y esquemas políticos.
Treinta años después hay que concluir que Toffler no se ganaría la vida como profeta. Porque producto de aquella sociedad que para él era “más decente, limpia y democrática”, -además de las guerras, genocidios, hambrunas, las formas más sofisticadas de violencia y otros horrores-, es el tsunami de la crisis que nos atrapa, en el fondo una crisis de decencia, que también está en su tercera oleada y alcanza de lleno al ciudadano de a pie.
En Galicia los datos son escalofriantes: empresas en caída libre, miles de trabajadores en el paro que es la cara más cruel de la crisis, cientos de familias pilladas por la hipoteca, quiebra total de la confianza y un clima generalizado de pesimismo según el último Índice de Confianza del Consumidor, porque todo indica que la situación va a empeorar.
Ante realidad tan cruel y ante tan negros presagios ¿queda margen para la esperanza?. La realidad es la que es, pero en las dificultades hay que tener memoria para recordar que hemos superado con éxito la crisis política y económica con los Pactos de la Moncloa, la brutal reconversión de los 80, que aquí afectó de lleno, y la crisis de los 90 con varios trimestres en recesión, tipos de interés de dos dígitos que hoy serían insoportables y un número mayor de parados.
También ahora saldremos adelante. Hay que confiar en el potencial y la capacidad de Galicia y tener fe en el sistema financiero -Touriño dixit-si recupera algo de crédito en la mitificada cumbre de Washington, pese a que allí estarán dirigentes que ampararon las formas del peor capitalismo. Por tanto, aunque en este momento impere la ley de Murphy, la crisis se resolverá. Eso sí, nos dejará un poco tocados y ojala que con la lección aprendida.
Treinta años después hay que concluir que Toffler no se ganaría la vida como profeta. Porque producto de aquella sociedad que para él era “más decente, limpia y democrática”, -además de las guerras, genocidios, hambrunas, las formas más sofisticadas de violencia y otros horrores-, es el tsunami de la crisis que nos atrapa, en el fondo una crisis de decencia, que también está en su tercera oleada y alcanza de lleno al ciudadano de a pie.
En Galicia los datos son escalofriantes: empresas en caída libre, miles de trabajadores en el paro que es la cara más cruel de la crisis, cientos de familias pilladas por la hipoteca, quiebra total de la confianza y un clima generalizado de pesimismo según el último Índice de Confianza del Consumidor, porque todo indica que la situación va a empeorar.
Ante realidad tan cruel y ante tan negros presagios ¿queda margen para la esperanza?. La realidad es la que es, pero en las dificultades hay que tener memoria para recordar que hemos superado con éxito la crisis política y económica con los Pactos de la Moncloa, la brutal reconversión de los 80, que aquí afectó de lleno, y la crisis de los 90 con varios trimestres en recesión, tipos de interés de dos dígitos que hoy serían insoportables y un número mayor de parados.
También ahora saldremos adelante. Hay que confiar en el potencial y la capacidad de Galicia y tener fe en el sistema financiero -Touriño dixit-si recupera algo de crédito en la mitificada cumbre de Washington, pese a que allí estarán dirigentes que ampararon las formas del peor capitalismo. Por tanto, aunque en este momento impere la ley de Murphy, la crisis se resolverá. Eso sí, nos dejará un poco tocados y ojala que con la lección aprendida.
Wednesday, November 05, 2008
Education for Citizenship
Es la versión inglesa de Educación para la Ciudadanía que la Consellería de Educación de Valencia obliga a enseñar en esta lengua, que es una extravagante manera de boicotearla. Hace pocos días hubo un gran revuelo en aquella Comunidad con encierros y protestas generalizadas de padres, profesores y alumnos contra esa orden, y la semana pasada el primer control evaluador del aprendizaje de la asignatura en tres institutos dio como resultado que 199 alumnos de 201 sacaran un cero.
El espectáculo es muy triste porque traspasa la frontera de la defensa del legítimo derecho a la objeción para adentrarse en la burla de la ley y, sobre todo, por la utilización de la educación y de los alumnos, los más perjudicados, como arma arrojadiza en una disputa político-partidaria que quiere dejar clara la oposición en Valencia a una asignatura que fue implantada por el gobierno de Madrid.
Tuve en mis manos un libro de Educación para la Ciudadanía y en sus unidades didácticas encontré un adoctrinamiento bastante más “descafeinado” que el que ejercen a diario los políticos de todos los partidos desde las televisiones o las televisiones mismas en sus informativos y programas. Por eso no acabo de entender el rechazo frontal del PP a la asignatura creando tanto conflicto en Valencia (y en Madrid, donde también incitan y amparan la objeción), ni las razones por las que un número muy reducido de padres -178 según la Consellería- objetan en Galicia.
Allá ellos con el problema que han generado, pero la confrontación política entre partidos no justifica impedir que los adolescentes estudien, debatan y extraigan conclusiones sobre cuestiones como la libertad y la responsabilidad, la convivencia y la paz, la igualdad entre las personas y el respeto a las diferencias, la solidaridad como derecho y deber, la convivencia en democracia o el estado y sus funciones.
Reflexionar en las aulas sobre lo que es normal en la calle, hacer comprender la valía estrictamente ética de las normas que permiten el pluralismo de convicciones y actitudes en un marco común de tolerancia y respeto, parece un objetivo fantástico. Sobre todo con el déficit de convivencia que arrastramos.
El espectáculo es muy triste porque traspasa la frontera de la defensa del legítimo derecho a la objeción para adentrarse en la burla de la ley y, sobre todo, por la utilización de la educación y de los alumnos, los más perjudicados, como arma arrojadiza en una disputa político-partidaria que quiere dejar clara la oposición en Valencia a una asignatura que fue implantada por el gobierno de Madrid.
Tuve en mis manos un libro de Educación para la Ciudadanía y en sus unidades didácticas encontré un adoctrinamiento bastante más “descafeinado” que el que ejercen a diario los políticos de todos los partidos desde las televisiones o las televisiones mismas en sus informativos y programas. Por eso no acabo de entender el rechazo frontal del PP a la asignatura creando tanto conflicto en Valencia (y en Madrid, donde también incitan y amparan la objeción), ni las razones por las que un número muy reducido de padres -178 según la Consellería- objetan en Galicia.
Allá ellos con el problema que han generado, pero la confrontación política entre partidos no justifica impedir que los adolescentes estudien, debatan y extraigan conclusiones sobre cuestiones como la libertad y la responsabilidad, la convivencia y la paz, la igualdad entre las personas y el respeto a las diferencias, la solidaridad como derecho y deber, la convivencia en democracia o el estado y sus funciones.
Reflexionar en las aulas sobre lo que es normal en la calle, hacer comprender la valía estrictamente ética de las normas que permiten el pluralismo de convicciones y actitudes en un marco común de tolerancia y respeto, parece un objetivo fantástico. Sobre todo con el déficit de convivencia que arrastramos.
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